Fausto cruza el entrepuente cámara en mano dispuesto a registrar la presencia. Ya en el exterior, casi a tientas, busca a la niña. Agudizando la vista para extraer del fondo de sombras una silueta que la identificase. Charlotte le sigue a prudente distancia. siendo difícil adivinar su próximo movimiento no le apetecía ser arrollada por un brusco cambio de dirección. El viento sopla a rachas, frío y húmedo. Un oleaje incómodo balancea el barco retenido con el ancla. Fausto nervioso trata de localizar a su niña. Rebusca entre la maquinaria, por los armarios y cajones adosados a los mamparos. Todos candados excepto uno; poco se ve pero dentro no palpa más que herramienta. Y huele a herramienta.
Halla unos peldaños soldados a la pared que ascienden al techo del entrepuente. No se atreve a subir, entre los movimientos del barco, las rachas de viento y sus recuerdos. Demasiado reto para encontrar una niña que sólo ve él.
-¡Faen…! ¡Vámonos!
Da media vuelta hacia popa, a dos pasos pisa un objeto pierde el equilibrio cae al suelo.
-¡¡Faen!!
-¿Qué te ha pasado? –pregunta Charlotte desde su posición, prudentemente inmóvil pegada a la puerta-.
-¡Ay! ¡Que me he caído! ¡Quién me mandará a mí…! Pero, ¿qué es esto?
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE