Charlotte sigue engullendo su plato de patatas y carne con voracidad. Fausto se pregunta si siempre comerá así o es por el sexo, según sus propias palabras. Parece feliz pese a las circunstancias. Él la observa, cortar los pedazos y tragárselos uno tras otro. Imaginando su procedencia: costillas espalda pecho cuello vientre brazos piernas pies dedos cara… Persona vieja joven hombre mujer… ¿Qué habrían hecho con los pechos? Esos se identifican fácilmente. ¿Y los genitales? También los masculinos son obvios. ¿Picadillo para hamburguesas? ¿Para acompañar la pasta? ¿Estaba el kway teow del día anterior de verdad elaborado con carne de pollo? Porque ahora que lo piensa, no le pareció pollo eso que comió. Más bien creyó que era cerdo, pero bien podría ser cerdo humano. Había conocido a unos cuantos. Ahora, quizás también los hubiera comido sin saberlo. No lo puede evitar.
-¿De qué será la carne? ¿No te lo preguntas?
-¡Ay qué pesado estás! ¡Me vas a quitar el apetito! Pues no sé… Decididamente, pollo no. Así que supongo que será cerdo. Es lo más barato, ¿no?
-Perdona. Tienes razón, será cerdo.
Y se queda pensativo estudiándola mientras ella devora con delectación esos misteriosos trozos, y él hace lo que puede para no vomitar la piña con naranja.
-¡Atención a todos! ¡Sobra carne! ¡Por si alguien quiere repetir! –grita el cocinero. Justo lo que Fausto necesita.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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