domingo, 29 de junio de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 151 (novela media)



Y a Fausto toda aquella estéril disputa por un dinero que en el mar carecía de utilidad práctica, le parecía una gran pérdida de cordura y energías. Algo así debió pensar el anciano, por sabiduría, que junto al niño de los ojos de rana, por lo contrario, miraban la trifulca con asombro, éste, y precaución, aquel. Esquivando con habilidad puñetazos perdidos patadas sueltas mordiscos al aire y agarrones.

Molidos a golpes todos y con la ropa hecha jirones la mitad, agotados la mayoría y avergonzados hasta lo inconfesable, progresivamente fueron cediendo posiciones e interés. Desapareciendo discreta y paulatinamente de la escena. No obstante, el griego Babis, que le había cogido el gusto a la morena española, y puesto que ya estaba casi desnuda, aprovechó la ocasión para encerrarse con ella en el camarote número siete. Jacinta, así se llamaba la pobre por castigo del padre que deseaba un hijo, algo aturdida y desconcertada por lo ocurrido se dejó arrastrar: mejor con él que con la otra española loca. Que por cierto, no perdió ripio de toda la maniobra. Más envidia a la envidia.

El holandés y el capitán, tuerto de un puñetazo y magullado respectivamente, no encontraron fuerzas para retomar el control del puente y reanudar la marcha. Así que con la aquiescencia del segundo ordenó el primero a los chinos arriar el ancla. En espera de una recuperación física general. Idea que agradeció la tripulación cansada del trabajo; y menos el pasaje, cansado del viaje. Además el suspense obligaba a todos a meditar lo sucedido y nadie estaba dispuesto a cagar con otra dosis extra de culpabilidad: quien más quien menos ya había tenido bastante con su pasado dejado en tierra como para repetir el mismo patrón error-culpa-error-quizás perdón.







© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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