Pensó Jabes que aquella era una metáfora conveniente pues del libro blindado con tapa dura también caían migas, palabras con letras new roman 14, con las que alimentarse para seguir viviendo y divagando.
Estaba en la frase: “ajusta tus niveles de asertividad en función del interlocutor y sus debilidades”, cuando las piernas jugosas de una muchacha voluptuosa lozana y desenvuelta captaron como un embrujo su atención. Sí, todavía los párpados seguían intactos. No caídos como soldados en combate como ocurriría después. Y aunque a ella no era la primera vez que la veía, sí sus piernas. Esa mañana de junio soleada había sacado a la luz lo mejor del momento: piernas muslos brazos escote, de muchachas púberes, adolescentes adultas y jóvenes ávidos de ver y verse, que ahora antes y después poblaban el parque en directa competencia con los pavos reales y los palomos cojos.
Aunque esta vez fue definitiva: ella le tendió una mirada de conquista que le dejó preso. Jabes se enamoró como un gorrión de aquella golondrina receptiva. Y revoloteando se fue tras ella para arrancarle alguna sonrisa, después el nombre y dirección y más adelante la ropa. Si pudiera ser.
Y fue. Tan apasionante tan fácil tan rápido que hubo de quemar tres semanas de revolcones y besos para darse cuenta de que debía “ajustar su nivel de asertividad en función de la interlocutora y sus carencias”.
-¡Hostia! ¡El libro!
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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