De aquel libro sobre la cama en aquella habitación de su amigo le sedujo inicialmente el capítulo dos, con el título: “Razones para desprenderse de la culpa sin sentirse culpable”. Una redundancia cargada de sentido que podría serle útil en su dilema abogado periodista. Quizás encontrara la fórmula para decir papá no sin que doliera.
Con permiso de Loyal, el amigo de las canciones los vinilos la guitarra la habitación de sueños, se llevó el libro.
-¡Pero acuérdate de devolvérmelo! ¿Eh?
-¡Descuida, lo haré! –le respondió mientras bajaba los escalones de de dos en dos.
Y no era fácil, pues aquel segundo piso de un viejo edificio con vistas a la plaza mayor tenía un buen tramo de escalones altos e irregulares: el desgaste del tiempo y los zapatos.
Corriendo llegó a su casa e iba a devorar el primer capítulo cuando la madre preguntó:
-¿Has estudiado algo hoy?
Jodida madre, siempre tan acertada y tan oportuna. No, no había abierto un libro de texto en los dos últimos días y… dejó “Cómo Despejar La Conciencia” para mejor ocasión.
Dos semanas y un buen puñado de exámenes más tarde estaba en el parque leyendo: “Primer paso: Cómo Ser Tú Mismo Sin Que Los Demás Lo Reprochen”; capítulo uno del libro definitivo, frente a un abuelo que desde su banco favorito alimentaba a la pajarería con migas de pan duro.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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