-¡¿Pero es que nadie va a hacer algo?!
Grita un pasajero anónimo y solitario. Piensa Fausto si no podría ser el tipo de la disputa conyugal, el viudo de la mujer que se arrojó por la borda y que nadie parece echar en falta. A los efectos, ni siquiera él. Se lo comunica a Charlotte pero como ninguno le vio el rostro sólo queda la sospecha.
-¡Mon dieu! ¡Mira que hacen bronca esas españolas! –protesta Charlotte.
-No más que los griegos. También se pasan el día gritándose.
-Y peleando.
-Sí, pero al menos ellos lo hacen en su camarote y nos ahorran el bochornoso espectáculo. Desde afuera sólo se oyen rebuznos y golpes.
-Y cosas volando. Ese camarote debe ser un desastre.
-¡Apártate, que vienen!
La más gorda tirada en el suelo bajo la morena propina una patada simultánea con ambas piernas tibia vara, algo que resulta enormemente grotesco dada su condición física. La doble patada impulsa a la menos gorda contra el grupo de curiosos que se ha formado alrededor de la pelea como un fuego de campamento. Entre la pared de los servicios y la puerta de salida a cubierta. Un oportuno marinero chino acostumbrado a hacer limpieza la abre con la antelación suficiente para que la morena salga tropezando por ella. Y yendo a estrellarse contra la barandilla del barco. Motivo de júbilo para los apostantes de su compañera. Ésta, impulsada con la adrenalina de la ira se levanta y como una histérica sale corriendo contra su oponente. Claro que no calculó bien las dimensiones y se estampa contra el marco de la puerta: demasiado estrecho el paso para ella.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario