El corazón se le dispara, ¿y si está ahí? Inmóvil intenta descifrar el enigma. Escucha atentamente, pero la lluvia sacudiendo la chapa de acero es ruidosa. Si de verdad hay alguien durmiendo, no podrá oírle respirar. Queda la opción de acariciar la manta hasta dar con un bulto, un pie o pierna sería suficiente… Duda. Su posición le coloca en desventaja: el durmiente lo tendría frente a su rostro, en diagonal con la puerta. Y en comparación con la oscuridad total de la enfermería, afuera hay luz suficiente con la que el desconocido podría distinguir su silueta recortada contra ese fondo, más iluminado que las negras paredes del pequeño cuarto. Recuerda sus fotografías a contraluz bajo un arco, ante una ventana o la salida de un túnel: puro contraste extremo. En menor medida, él también quedaba así de expuesto.
Pero el barco tiene su propia voluntad: escora a babor y Fausto se ve sorprendido. Ha de agarrarse a los pies de la cama para no caer. <
El otro griego que dormía en la cantina se ha caído de la mesa. Besoj da vueltas por el comedor.
Temiendo ser descubiertos, Charlotte llama a Fausto:
-¡Chss! ¡Vámonos! Se ha despertado el tipo.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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