sábado, 13 de septiembre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 215

Transformó el arte de hacer pan en una experiencia erótica. El detalle de moldear magdalenas en un trance místico. Además la masa fresca permitía esculpir las formas más variopintas. Lo mismo escapularios que objetos sexuales, divinas ostias para la consagración, palmatorias, crucifijos… Cilicios. Y con los cilicios horneados en su punto justo de dureza jugaba ella en la soledad del obrador.

Hasta el pan se reblandecía por la humedad, poco antes de que llegara el resto de empleados. Justificando como horas extras sin cobro aquel tiempo sin horario. Ella, satisfecha y enganchada a esas extraordinarias horas de desenfreno. El jefe, contento: tal vez caído del cielo, qué mejor regalo que una adicta al trabajo sin sueldo.

Su actividad, menos religiosa más sexual siguió en aumento hasta que un día se le fue la mano. Y el tiempo. Al final de un delirante orgasmo con rompehuesos aspaviento pélvico la encontraron un día el jefe y tres empleados. Recogió sus ropas, y con una vergüenza sólo repetida el día de la pelea en el barco, desapareció. Para jamás ser vista.



Superado el shock no traumático, el dueño optó por poner aquellos objetos a la venta. Era pan, al fin y al cabo. Y la operación resultó un éxito. Tanto, que la iglesia más ortodoxa se hizo eco de la combinación litúrgico-festiva y con las debidas influencias consiguió encerrar al panadero con la penitencia añadida de alimentarlo sólo con mendrugos de pan duro.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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