martes, 23 de septiembre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 163


-¿Y esto?

-Nada. Los recuerdos… Me apetecía.


La escalera común entre ambos niveles termina en la sala de máquinas. Maloliente y ruidosa por definición, para la ocasión más soportable pues el gran motor del barco está parado. Sólo un pequeño grupo generador con su cuatro cilindros diesel da la lata, en comparación un chiste. De este equipo fluye la electricidad, la energía mínima vital que posibilita luz en la oscuridad, que envía y recibe señales que transmiten órdenes. Sin la electricidad proporcionada por tal modesto artilugio el relativamente grande carguero no se movería. Vital como un corazón.

Una puerta da salida a otro pasillo. En realidad una pasarela que comunica longitudinalmente las distintas estancias del nivel menos dos, al igual que lo hace en el sótano menos uno. La arquitectura interior del barco es idéntica en ambos planos. Avanzan cámara en mano. Bajo la pasarela, como en la superior, conducciones para instalaciones eléctricas, hidráulicas y de aire comprimido. Por debajo de éstas, a peligrosa distancia agua y suciedad. El olor es nauseabundo, el aire casi irrespirable.

-¡Agg, me voy a ahogar!

-Aguanta, te acostumbrarás. El cerebro es inteligente, ignora pronto los olores constantes.

-¡Pero no mi asma!

-¿Tu asma? ¿Cómo que tu asma? ¡No me habías dicho nada!


-¡Tampoco lo tienes que saber todo!




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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