En otro tiempo hubiera fidelizado la compañía a su cliente con regalos de puntos canjeables… por otro viaje. Pero no había llegado esa época de sobornos blandos. Sorprendidos como dos idiotas Fausto y Charlotte se miran mutuamente.
-¡Oh…! ¿Y esto?
Esto no era más que miedo a lo desconocido. Los fantasmas de la ignorancia superando a los horrores de la certeza. Comportamiento de mente rota y voluntad aniquilada.
-El ruido del motor es insoportable. Deberíamos marcharnos.
-Oui. Por hoy ya hemos tenido suficiente. Un point cést tout! ¿Qué hacemos con la niña?
-Pregúntaselo.
Charlotte tiende la mano a la pequeña pero ésta no la recoge.
-Yo me quedo, ellos me necesitan.
Responde la niña con un francés infantil pero una madurez inquietante. Después retorna junto a su grupo de mujeres y cierra la puerta desde dentro. La niña se llama Madeleine, pero aquellas la han rebautizado como Kei: Bendición.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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