Fausto mete la cabeza en la bodega. En efecto: vacía. Al igual que todas aquellas en las que hizo la prueba de la patada Bodysaver, pero sí llena de mal olor. El acero está corroyéndose por todas partes. Las tripas del carguero se pudren.
-De acuerdo, sigamos.
-¿Seguir? ¿Para qué?
-Para saber qué ocurre aquí. Viajamos en un carguero que parece no llevar carga. ¿No te resulta raro?
-Te olvidas de cubierta, está llena de cajas.
-Sí, pero estoy empezando a creer si no será para disimular. Es llamativo todo este espacio vacío, ¿no crees?
-¿Y qué pretendes? ¿Abrirlas todas?
-Si fuera necesario…
-Merde. Me he arrimado a un explorador…
Avanzan hasta la próxima escotilla en alternancia babor-estribor. Es ahora turno de babor. Él con tubo y revólver, ella con linterna pesada; en caso de necesidad casi serviría de martillo, o para abrirle a alguien la cabeza a golpes como una nuez. Fausto se detiene ante la próxima puerta, cede el revólver y la cámara a su acompañante. Ella lo empuña con algo de desconfianza y mucha desgana: cree excesiva tanta precaución pues no termina de creerse lo relatado. Al igual que la niña de sus apariciones, considera todo una alucinación. Sin embargo es mucho más interesante, y útil, gestionar la grabadora: puede registrar lo que suceda si es relevante.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario