Fausto, que en realidad deseaba salir de allí, obedece sin rechistar, pero Besoj asoma por la puerta de la cantina en ese momento. Se dirige a su posición.
-¿Qué hacemos? –pregunta Charlotte nerviosa.
-¡Tírate bajo esa mesa!
Y abrazados como cachorros en su caseta espían con desconfianza los movimientos del marinero. Éste, abre bruscamente la puerta de Prohibido El Paso A y camina hacia la enfermería.
-¿Qué hace abierta esta puerta? ¡Bah! ¡Habrá sido el borracho del capitán. O el estúpido holandés que le sigue como un perro.
Sin encender la luz el marinero cierra la puerta tras de sí y se tumba sobre el colchón vacío. Momentos después, cuando un primer ronquido parece huir de la habitación, Charlotte y Fausto abandonan el puente.
-¿Y ahora? –pregunta ella antes de alcanzar el albergue.
-¿Ahora? Seguimos con el plan previsto. ¡No te habrás olvidado del revólver!
-No, no. Lo tengo bien guardado bajo la blusa.
-Camisa. Los hombres usamos camisas, no blusas. Es mejor que te vayas acostumbrando.
-D`accord! D`accord. Continúa.
Con extremo sigilo cruzan el pasillo hasta alcanzar la puerta. Al abrirla un cubo de agua en forma de lluvia entra por ella.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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