jueves, 5 de mayo de 2011

TRANSITORIO. INTRAHISTORIA.




TRANSITORIO. INTRAHISTORIA.


El día que murió paquito el chocolatero
los exiliados abrieron sus mejores botellas.
De champán. Cuando todo el champán era champán.
El cava fue un invento posterior, producto de la obsesión reguladora
que puso cotos y cuotas al mercado.
Pero no nos adelantemos que esto viene después.

Se fue el dictador como suele la mayoría:
de viejo, en la cama y con honores de estado.
Y una caravana de recelosos exaltados padeciendo en la calle el tormento.
Salieron de sus ratoneras los comunistas, los ateos, los maricones.
Los periodistas, los que se dicen librepensadores.
Luchadores todos por la libertad y la justicia
desde el fondo del armario y ajenos al lugar de los hechos.
Que por algo hecho se escribe con hache de hacha:
lo que no corta mata, no te hace más fuerte.

Algo se agitaron las catacumbas donde se ocultan enterrados
los caídos por dios y por la patria.
Aquel amago de seísmo pasó rápido:
a los muertos mejor no preguntarles.
Siempre tienen algo que reprocharte.

Enfervorecidos los ciudadanos, se les llenó la boca de babas
coreando democracia democracia. Y una vez terminado el primer porro
se arrojaban a la calle gritando libertad libertad sin ira.
Hoy todos saben que la libertad se escribe con ele de luto.
Los valientes tienen que morir para que los cobardes la disfruten.

Aún no había salido del horno la tarta
cuando alguien nos colocó los muñecos de la boda.
Y a la parejita glotona le explotó la boca de nata
sin pronunciar palabra. Y hasta hoy,
que no hay dios que les entienda. Pero sí quién les mantenga.
Será que dios también fue enterrado el mismo día que el caudillo.
Vamos a ser modernos, a partir de hoy todos ateos.

Los cantaautores son setas de temporada, y en aquel tiempo
hubo una buena cosecha.
Germinan bien antes y después de las revueltas. Nunca durante,
entonces se esconden.
Gustan alimentarse de inmundicias ajenas.
Era de esperar que en todo ese detritus
apareciera un nuevo parásito,
desconocido en tierra desde los años treinta:
el político de partido.
Apareándose sin control anti plagas, nació una nueva especie
de partido en cada manzana. Para podrirla.
¡A las urnas todos a una, que esto es la democracia!
Votad, votad. Entrad a votar. Salir botando, lacayos.

Enraizaron con fuerza las especies alóctonas.
Y como tales se hicieron con el territorio
desplazando a los autóctonos.
Los defensores del pueblo recuperaron su trono
tras cuarenta años de ausencia. Donde dicen que lucharon
en la clandestinidad. Tanto que no se les vio.

Heredaron una tierra bien regada con las lágrimas de la represión
en cuatro décadas de rotura.
Las ansias de cambio explotaron sin remedio,
constreñidas en la botella de los deseos:
la copla se hizo rock
se desnudó el cine de sotana y Marcelino
se cubrieron las calles de pancartas y las paredes de siglas
engordaron los guateques hasta hacerse discotecas
las monjas, lesbianas
los curas, laicos
los militares, trofeos de aparador
los maestros, héroes
los políticos, necesarios magníficos,
símbolos del cambio materializado.

Alguien quiso ver en nosotros el ejemplo del mundo.
Sin duda, borracho o ciego.
En pocos años, hipervitaminada y bien alimentada
nació una nueva casta de preclaros sin prejuicios ni reparos.
Con camadas cada vez más numerosas
y rozando la total supervivencia.
Vástagos sanos y hambrientos a los que alimentar con pan de pueblo.
Del pueblo.
Y huevos gallinas conejos gorrines corderos.
Todo el producto de la huerta y el género que haya en la bodega.

Entretanto el populacho seguía con sus demandas de casa y de trabajo.
Se volvió exigente, qué carajo.
Así las cosas, la casta hizo del ataque la mejor defensa:
redactaron nuevas leyes normas regulaciones ordenanzas.
Todas con afán de protegerse y perpetuarse.
Que el enemigo no vive allende nuestros mares, sino en casa.

Para aún más debilitarlo, inventaron impuestos tasas multas.
Robaron la calle a los ciudadanos y pusieron precio a su uso.
Más policía, vigilantes, funcionarios, guardas.
Entre votación y votación, un ejército de paramilitares fue cebándose.
Otra vez del pueblo y contra el pueblo.
Mercenarios por un buen sueldo.

Como suele ocurrir con los farsantes,
al tiempo que la casta se blindaba ante el enemigo, de casa,
puertas abiertas al de afuera.
Así entraron en paseo militar los nuevos conquistadores:
eso que llaman los mercados.
En apenas una década se hicieron con el botín de los recursos,
pocos,
y el control de los servicios. Todos.

Juntos el nuevo ejército la casta y los mercados,
se han comido la tarta con las manos.
Dejaron los muñecos, se divierte el vulgo con ellos.

Gobernar siempre es un ejercicio de despotismo.
La casta necesitó su propio imperio:
dividieron el territorio en reinos.
Crearon nuevas facciones en su ejército. La de los técnicos,
asesores consejeros comisarios directores jefes de servicio.
Guardaespaldas, que la casta tiene las espaldas muy anchas.
Cada uno con su estandarte al cuello, que aquí y ahí somos distintos.
¿Quién nos ha llamado hermanos?
Si hay que repartir los gastos, buenos vecinos.

Ascendió de categoría la casta, saltó de la oficina a la corte.
Ahí se convirtió en nobleza. Dio rienda suelta a sus necesidades:
nuevos carruajes para visitar los reinos
muebles cuadros tapices para vestir la corte
fiestas caza chaperos putas para aliviar tensiones
pieles drogas joyas dinero en bolsas. Viajes en una nueva clase;
la clase casta.
Y para disimular la orgía, sacamos a los muñecos.
Flirtean con nobles y plebe, y tienen hijos casaderos.
Las bodas de príncipes entusiasman a los vasallos,
los casaremos por turnos de conveniencia.

Si la cosa se pone fea, de cuando en cuando elección.
Entretanto, prohibición:
no se puede decir, no se puede hablar, no se puede hacer.
Al que no obedece, persecución.
Ahora ya no nos siguen los grises, los hay de todos colores.
Ventajas de la modernidad.

Ahora cierran salas periódicos locales bares.
Endurecen las leyes, inventan alguna nueva;
que la plebe sepa quién manda.
La casta se ha hecho nobleza. La nobleza, realeza.
Reyes son del engaño.
Los ciudadanos, villanos. Súbditos en el desengaño.

Han pasado las décadas desde la noche más larga,
esa que escribió el tirano.
El sueño de la libertad, se ha escapado.
Antes controlaba la policía, ahora la tecnología.
Sin que nos diéramos cuenta, bajo su mando están las administraciones:
interior justicia economía educación trabajo defensa.
Todo pertenece al estado. Como antaño.
Y a éste sirven y protegen. Del pueblo indisciplinado.
Como antaño.
Democracia es la gran farsa, donde la casta hace lo que le viene en gana
teniendo la mejor coartada: así lo exige la mayoría.
La mayoría manipulada.
Y todos acorralados.
Como antaño.

Vamos perdiendo lo que ganamos. Volvemos a los tiranos:
si antes había uno, ahora los hay a puñados.

Se hace preciso otra revolución, pero a falta de referentes
no encontramos por qué levantarnos.
Con el tiempo y la ausencia de convicciones, nos amansamos.

¿Ha quedado algo de lo que soñamos?

domingo, 1 de mayo de 2011

PINTURA


PINTURA


Hoy he pintado una ventana:
encarnada colorada roja.
Ha quedado muy mona. Con cortinas y todo.
La he pintado en la pared de esta celda de tristeza:
un día de estos me escapo.
O me fugo o me tiro por la ventana,
todo vale con tal de salir.
De la cárcel de la memoria. Allí donde miro,
hay un recuerdo que no quiero.

Al fondo he pintado un mar. Con barcos a la deriva
y olas en retirada.
También alguna botella
con su mensaje escrito en tinta invisible.
Para que el que lo encuentre rabie.
Avisos para navegantes
Sirenas con el alma en pena
Piratas de armas tomar. Ladrones en definitiva.
Nubes en tonos grises, será porque viene tormenta,
y un sol tímido que no se atreve a salir.

Cuando salga tengo previsto hacer justicia
dar a cada uno lo suyo. Se lo merezcan o no.

Al panadero harina, para que se embadurne la cara.
Al electricista enchufes, quiero que me coloca a la hija.
Al butanero cerillas, para que suba las bombonas volando.
Al domador vaselina, y encerarlo en la jaula con cuatro hambrientos leones.
De sexo.
A la policía condones,
¡qué es eso de jodernos a todos sin tomar precauciones!
Al juez una vara, para medir sus errores.
Al pastelero nata, que empiece a tratar a su mujer con dulzura.
Al médico sus medicinas pruebas y enemas.
Al maestro una nueva escuela, tiene que aprender a enseñar.
Al cura una minifalda, veamos dónde esconde sus vergüenzas.
Al escritor papel, higiénico. Si todo lo que escribe es mierda.
A los cotillas una corneta. Metida en la oreja del revés,
y soplar con fuerza a ver si revientan.
Al tabernero modales, no es cada cliente un borracho.
Al borracho compañía. Que hable más que la botella.
Al suicida tiempo, para pensar en qué pierde y quién gana.
Al carcelero pena. De seis años y un día y que aprenda
qué supone vivir entre rejas.
Al reloj cuerda, para que no nos falte el tiempo.
Al escultor madera, necesita ablandar ese corazón de piedra.
Al pintor modelos. Menos pintarlos y más seguir el ejemplo.
A las esposas besos, que sientan que son amadas amantes.
A las amantes anillos, y valoren el compromiso.
Al maltratador una nueva infancia. Ahí es donde se rompió.
A la maltratadora, también.
Al ladrón oportunidades. De ser una persona mejor.
Al compositor musas. Que nunca pare la música.
Al intérprete partituras. Para lo mismo.
Al triunfador derrotas. Que aprenda lo de un fracasado.
Al fracasado triunfos, éste ya ha aprendido bastante
qué significa andar corto de suerte.
Al banquero deudas, que conozca cómo vive el resto.
Al político lealtad. Que valore esta novedad.

Al mundo entero un billete. Sólo ida.
Para que empezando en otro planeta de cero, esta vez sí lo hagamos perfecto.