jueves, 17 de marzo de 2011

JUVENTUDES



JUVENTUDES


Cuando suena la sirena de la fábrica
cansado dejo atrás un trabajo que me anula.
Recojo las cuatro cosas que distinguen quién soy de la cadena
y me tiro abandonado a la calle que me aleja:
de todos y de todo.

Aún con todo, he de sentirme afortunado.
Por ser mi generación la que más disfruta del sol a las mañanas.
A las mañanas a las tardes. A todas horas noches incluidas.
Rivalizando por un hueco que separa a parados y jubilados de las obras:
primera fila que tengo la vista cansada.
Cansada de no ver nada.
Ociosos envidiosos del trabajo del vecino, por muy indecente que éste sea:
el vecino y el trabajo.
No corren tiempos para ser exquisitos. Ni exigentes.
Al final, puede que ni honrados.

La fantasía del universitario bien considerado
nos hizo a todos perseguir el sueño de la titulación avanzada.
Superiores en grado y convicción.
Lanzados tras la zanahoria de la nota más alta
emparejadas vendrían con las metas conquistadas.
Siempre elevadas.

La realidad se apareció ante nosotros como una visión,
qué contradicción,
y nos despertó del sueño del éxito, el reconocimiento social
y la profesión bien remunerada.
Todo era humo. Quizás ofuscación.
Fue mi generación engañada por todas las anteriores.
Las de coge el dinero y corre. Robar sólo es delito si te pillan.
Especular es de caballeros fieles a la ley del mercado,
que es una y simple: trinca la pasta y corre.
Las riquezas son para las que mueven el dinero,
que sólo pueden ser los que lo tienen.

¿Dónde se han ido, padre, tus discursos
sobre lo correcto y el valor del sacrificio?
¿Cuándo veremos, padres, que sirvieron de algo tantos años de libros
estudiados a martillo?
¿Por qué no me dijiste, padre, que nuestro futuro
estaba escrito con martillo?
Destinados a ser unos martillos y luchar a martillazos:
los unos contra otros.

Os burlasteis de nosotros siendo niños,
nos engañasteis siendo jóvenes incautos.
Nos habéis condenado a ser explotados
antes aún de ser adultos.
Este es el verdadero futuro que tenemos,
nada que ver con aquel cuento de que si estudias
te harás una persona de provecho.
Di mejor que vosotros seréis los aprovechados.

Cuando suena la sirena de la fábrica
dejo atrás un trabajo que me aliena. No es por lo que hago,
sino por todo lo que queda.
Dime padre, ¿por qué tanto mayo 68?
Porque tú también participaste, ¿verdad?
Como todos tus amigos, empresarios entre ellos.
Como los amigos de tus amigos. Banqueros incluidos.

Pareces aún no haberte dado cuenta
de que no tengo edad para tus cuentos.
Has cambiado algo el decorado, pero no los personajes.
Hoy los lobos siguen disfrazados de corderos:
son políticos, respetables empresarios y banqueros.
Y cuando pregunto me sigues ofreciendo el chupete
esperando que me calle.

Dime dónde fueron tus mejoras salariales, los beneficios sociales.
Las treinta y cinco horas semanales.
Dime qué era eso de la lucha sindical.
Cómo hacíais las huelgas generales.
Cuántas de esas cicatrices te dejó la policía,
y cuántas son mentira.

Dime padre porqué tu generación
ha hecho que viva la mía peor que los abuelos.
Cuándo se invertirá este proceso, quién lo consintió y,
porqué no necesitaron mi permiso.
Dime porqué he de trabajar para el resto de mi vida
por un sueldo miserable,
y si no te parece que mi generación está, toda ella, perdida.

Cuando suena la sirena de la fábrica,
dejo atrás un trabajo que me frustra.
No es por lo que hago.

Es por todo lo que no.



martes, 15 de marzo de 2011

BOLLO


BOLLO


Sonará el teléfono un día inesperado. Siempre lo es para esto.
Una voz ahogada y rota te dará como pueda la noticia:
se ha muerto. ¿Cómo? De repente.
Siempre la muerte es de repente.
Los medio muertos no viven.

Irás corriendo al baúl de tus recuerdos,
ese que escondes en tu mente,
y buscarás consuelo en los días pasados.
Las aventuras juntos.
No lo encontrarás porque te falta su mitad.

Con las fuerzas que no tienes te enfrentarás a decisiones
banales e importantes. Importantes para nadie:
debemos elegir un ataúd un traje de difunto
un coche fúnebre. Llama o agujero.
Había testamento o habrá guerra.
¡Si el difunto levantara la cabeza!
Quién le ha visto y quién nos ve:
a tiros por una carreta vieja.

Le llorarás un tiempo. Lo contrario estaría mal visto.
Si hasta hay un color para que los demás sepan cuánto te apenas.
Pregonarán sus bondades
y tú tendrás la bondad de afirmar que es cierto.
Ya se sabe que no hay muerto malo. Como el quinto de la tarde.
Cojearás un tiempo diciendo ¡cuánto te echo de menos!
¡Dios mío!
Como si dios tuviera algo que ver en todo esto.

La cama se hará muy grande. El paraguas, también.
El cepillo de dientes será otro viudo en un vaso contenido.
Como tú, que te contienes para no huir despavorido.
Sin saber cómo ni cuándo, empezarás navegar en solitario.
Y aunque al principio te asuste, al final te gustará.
Atracarás por azar en algún puerto.
Y titubeando pisarás la nueva tierra prometida.
Quizás no sea por azar que te cueles por sus plazas y avenidas.
Ni que te acostumbres a decidir, ahora sí, por ti y para ti mismo.

Con una camisa de aquí y un pantalón de allá,
renovarás con satisfacción tu vestuario.
Zapatos y cinturón a juego.
Chaqueta pañuelo sombrero que nunca tuve
y ahora parece el momento.
El momento sin retorno en el que comienzas a ser otra persona.
Y te sientes libre, por momentos.

HOME SWEET HOME


HOME SWEET HOME


Construirás tu casa con el sudor de tu frente,
la sangre de tus manos y la rabia que te quede.
Morirás en el intento aunque vivas para contarlo
pues aunque lo hagas, ¿a quién puede interesar?

Harás esfuerzos que nunca imaginaste. Ni debiste.
Cada día será un reto que supere al anterior.
Aprenderás lo que no tienes que hacer
siempre tarde porque será después de haberlo hecho.
Inventarás escusas pero no te servirán.
No serán posibles los atajos.

Razonarás errores disfrazándolos de aciertos.
Argumentarás pobres argumentos.
Al límite de tus fuerzas volverás a casa cada noche
Al límite del sueño. Ese sueño de muertos disecados.

Discutirás con tus otros yo hasta caer agotados. Ellos y tú.
Y no te querrán más por eso. Aún puede que menos.
Sin darte cuenta te irás rompiendo en cientos de pedazos.
Sin quererlo, dejarás de ser el mismo.
Queriendo, pretenderás ser tú mismo.
Mostrar tal vez tu identidad, a un mundo al que nada le importas.
No será motivo de orgullo tu obra faraónica.
No será el esfuerzo recompensado.
Comprenderás que después de tanto sufrimiento
en realidad habitas el vacío.
Ese espacio metafísico que no parece ser sino un concepto.
Moviéndote en la ausencia de la tercera dimensión
descubrirás la realidad áspera y dura:
que no hiciste en tu casa tu castillo,
pero sí en ese castillo tu prisión.

Esto no lo contarás. Otros te imitarán:
tendrán tu mismo final.


RELOJ


RELOJ


Día a día vamos perdiendo la cuenta
de nuestros ajustes de cuentas:
ganados o perdidos.
Si son más éstos últimos,
¿quién se queda las batallas ganadas?
¿Y por qué? ¿Es valía o fortuna?
¿Y por qué?

Día tras día pienso que tal vez merecimos algo mejor.
Y me torturo con la idea hasta que desfilan ante mí
aquellos que, también mereciendo algo mejor,
están peor.
Tantos que siento vergüenza y miro hacia otro lado.
A ese punto donde sólo hay paisaje,
evitando la caravana de harapientos mugrientos hambrientos.
La franja del horizonte que me sugiere creer en el futuro.
Precisamente, porque en él no hay nadie.
Tampoco tú, que fuiste un encuentro casual y accidentado:
nada comparado con los accidentes que siguieron a continuación.
Maldito ajuste de cuentas.

Día tras día madres de todo tipo salen de cuentas:
madres queridas mimadas felices acompañadas.
Madres solas solteras tristes olvidadas.
Madres violadas abandonadas desesperadas.
Madres que lo desean y que no quieren serlo. Madres al final,
ajustando la cuenta que con la vida toca.

Día tras día vamos encajando las piezas de todos los juguetes
quehaceres sueños promesas corazones rotos.
Disimulando la incoherencia que suponen los pedazos perdidos.
Y completamos la ilusión de que aquí no pasa nada.
Seguimos adelante a medias convencidos a medias engañados
De que también con esto podemos.
Nos olvidamos de que no era esto lo que queríamos.
¿Cómo haremos para brillas de nuevo?,
llevando tantos años apagados.

Día tras día es sólo una hilera de orugas. Con torpeza
encaminándose hacia el único propósito marcado ya
antes de nacer:
el de la supervivencia.

martes, 8 de marzo de 2011

AHTHETEK


AHTHETEK


Pequeño cejijunto y tonto, afirmas haber cruzado medio mundo.
Fanfarroneas a tus amigos de la vida que te has dado.
Del millar de lugares visitados en cada punta del globo.
Hombre te crees porque cuando hablas gritas.
No ves que lo haces porque no te escuchan.

Rabioso malhablado y falso, montas de cada estupidez un debate.
Un debate de necios, que es donde mejor te mueves:
pez en el agua corrompida de los resentidos.

Te levantas pensando en tus enemigos. Te acuestas con uno más.
Idiota envenenado y bobo, dices haberlo visitado todo.
Ocultas que, buscando a la lela de tu madre,
era de burdel en burdel.

La vida ha sido injusta contigo: al final te has hecho rico.
Robando de aquí una lechuga, de allá una cebolla.
Del vecino un arcón de heroína.
Con los pobres talentosos que hay en el mundo,
y tú con la suerte del corto.
Corto de hechuras y entendederas.

No sé qué es mejor, si que vivas mucho o poco.
Mucho para que sigas haciendo idioteces.
Poco para que no las hagas,
siendo tú quien más las merece.

lunes, 7 de marzo de 2011

MR. HAM


MR. HAM


Dicen en el bar, ese lugar donde entre hombres grises y vencidos
pierdo cada tarde la partida,
que se te ve mucho por aquí: del brazo de tu chulo avergonzada.

Cuentan que a veces con la cara entre rosa y amoratada.
Unos piensan que es porque bebes, otros porque te pegan.
Yo, creo que es por las dos cosas.
Tal es el agujero en el que ahora te encuentras:
tú, que sólo caminando creías tocar el cielo
vives ahora en el infierno.
Lugar donde te llevó tu chulería y tu soberbia.
Tanto te gustó la pasarela, que al final caíste en ella.

Dicen que pasaste unos cuantos años locos, de aquí para allá.
De fiesta en fiesta. De juerga en juerga.
Que te llevaba a casa la policía, cuando no era la ambulancia.
No saben que esto te gustaba: así volvías acompañada.
Que con todo, en tu delirio final te sentías una reina.

Dicen que ya no eres la misma. Que se te ve algo triste.
Muy callada.
Ahora sí ahora también envuelta en lágrimas.
Que recorres callejones dudosos. Lugares de poca reputación.
Y toda mala.

Dicen dicen dicen.
Dicen muchas cosas. Ninguna buena.
Seguramente ciertas.

miércoles, 2 de marzo de 2011

ATONIA


ATONIA


Aquella preciosa niña de ojos azules y pelo negro
me acompañó en la cartera hasta que se rompió la foto:
foto que nunca le hizo justicia. Foto pequeña foto blanco y negro.

Noventa y ocho fueron los meses que nació con retraso:
retraso para haber sido gemela.
Setenta y dos los meses que vivimos juntos. Poco tiempo.
Tiempo de perseguirnos: por los juguetes por la casa por el sitio.
Y de perseguir ancianos del asilo de al lado.
De tirar piedras a aquel viejo canalla y malo.
De hacer maldades por el barrio. Solitarios.
Tiempo de negros y largos inviernos.
Con Epi, Blas, Gustavo y la bruja averías.
Y de sentirnos abandonados. Cuidando el uno del otro.
Esta era la teoría, porque yo la malcuidaba y ella se resentía.
Tanto fue el amor y compañía que nos faltó
bajo la luz fría de un techo pintado de verde desesperanza.

Los bocadillos de mortadela leyendo mis libros de naturaleza.
Pocas veces los de la escuela.
La voz un poco chillona y gangosa de un diminuto televisor
enseñándonos a contar. Contar al menos hasta tres globos.
Todos se pincharon con la mala gestión de los años que después vinieron.

Jugábamos partidas de ajedrez
con la despreocupación de que no había nada que perder. Ni ganar.
O tal vez sí: vencer al jaque de la soledad.
Por un movimiento u otro, falso o arriesgado, esa fue una partida que ambos perdimos.
Partí un día la partida, y partí. Le partí el corazón.
Pudo haber sido mi alma gemela
de haber nacido en el momento adecuado. Así,
fue un alma perdida.
Atemorizada se refugió en las compañías de la calle.
Que no eran buenas ni malas pero mejores que la no compañía
de ese lugar pintado de verde.
Verde más desesperanza que nunca.
La vida marcó nuestro destino sin consultarnos..
Frustró el mío, el de ella lo vació.
Y además la culpó.

Durante años vagamos a la deriva en pequeñas balsas de desamor.
Faltos del abrazo salvavidas que dijera, tranquilos,
aquí estoy yo.

Huyendo del vacío y del miedo,
aquella preciosa niña de ojos azules tropezó múltiples veces.
Dejándome en cada caída un trozo de vida:
grandes son las muescas que dejan los errores en la culata del alma.

Sólo buscaba amor, virutas desechadas del que le faltó.
Unos se endurecen, otros pierden. Ganar no gana nadie.
Vagabundeando por las callejuelas sin salida de la adolescencia
siguió sufriendo. Por lo mismo de siempre:
¿qué hice mal para que no me dieran un poco de cariño?
¿fueron los demás o fui yo?

La vida más cruel cuanto más puede serlo,
también de esto la acusó.
Los ojos se le tornaron grises. El pelo se volvió ceniza.
La sonrisa empequeñeció.
Dame unas migajas de alegría, dame de tu compañía un solo beso
que me conformo con eso.
Dime qué tengo que hacer pues portándome bien, no bastó.
Dime cuándo me será devuelta la infancia feliz que me robaron.
Si llegará el día en que podré vivir sin miedo.
Cuándo la noche, la soledad y el abandono,
se irán de debajo de mi cama.
Si podré soltar el lastre de haber sido siempre comparada
y volar por fin siendo yo misma.
Dime que también soy alguien. Aquello que hice bien.
Que de algo ha de servir haber vivido.
Dímelo al menos una vez.
Aunque pienses que es mentira.

No sé si contarte que tendrás, una vez más,
que conformarte.
Que tal vez vivir sea resignarse a lo que toca.
Y lo que no.