domingo, 15 de julio de 2018

LISTO


ABRAZO CON PARTÍO


Sepa usted que me quedo su abrazo,

estimado amigo bribón.



Abrazo amplio, generoso, indubitado.

Y con las suyas finas y valiosas palabras me he de tejer una bufanda. Muy de Pastor.

Como sé que le gusta.



La llevaré en mi zurrón, junto a las viandas que a pie de hoguera y bajo el manto fiel de estrellas gustamos los pastores disfrutar.

Nótese cómo me he anotado el noble oficio para ingresar en la Orden.



Acaecido ya el día, quizás a contratiempo de ese tiempo no vivido que asoma a la vuelta de la esquina, y si afirman los sabios que lo mejor está por venir, aguardaremos con ansia otro amanecer no fuera a ser que fuera cierto.



Cuando aúllen los lobos de este invierno, you know: winter is coming,

he de rescatar esa bufanda para que calor no me falte.



Cuando ululen los fantasmas del otro largo invierno que a la vuelta de pocos tiempos nos acecha, he de conservar esa bufanda por si palabras para conversar me faltaran.

Y así,

lleno de incógnitas y benditas palabras de entre los puntos de algodón sacadas y como su abrazo bien apretadas,

a la sombra del Almendro nos direteremos.



Por los tiempos

De los tiempos.

Y sepa que cuando digo tiempo

digo infinito.



Ponga usted el amén, si la previsión le place,

aunque debe advertir que este suyo abrazo-bufanda se comparte,

pero no se devuelve.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

FUCKING SUCCESS


FUCKING SUCCESS 


Tienes razón,

amor,

cuando afirmas con total rotundidad

que vamos prosperando.

Que hemos ganado experiencia con los lustros y son más sabias nuestras decisiones.



Y como ejemplo citas los años mudos en que hacíamos cola en el banco

de alimentos.



Sí, aquellos no fueron buenos tiempos:

los amigos nos torcieron la mirada desde la acera de enfrente.

Y nunca más la volvieron a enderezar.



No sé si ocurrió ahí que un caritativo deslizó El Manifiesto Comunista entre las patatas y el arroz.

Nos comimos a Marx a falta de pan. Demasiado insípido, cubrimos de sal aquel producto intragrable.



En un raro giro del destino yo encontré un trabajo de pinchaglobos en una empresa de fiestas infantiles.

Tú de soplaburbujas ganabas algo más, por aquello del efecto del jabón en los ojos era un trabajo de alto riesgo.



Juntando limosnas y propinas ya podíamos comprar la ropa,

de cama,

en tiendas de segunda mano.

Sábanas y mantas para cada semana del mes:

un lujo olvidado desde nuestros años de infancia.

No es que la abuela tuviese más dinero, es que su algodón era eterno.

Adiós a los cartones en cajeros automáticos.



Dejé los globos por el olvidado oficio de deshollinador:

había exceso de malos humos entre los inversores deshonestos.

Sobraba el trabajo, por tanto.



Tú viste la oportunidad de llenar esas pompas de jabón con sueños de futuro.

No había futuro en ellos y rápidamente desviaste la atención hacia las pompas fúnebres.



En grupos de diez se tiraban por las ventanas mis inversores cuando pinchó la burbuja de la bolsa.

Otra pompa.

Tú no eras capaz de atender semejante demanda de entierros rápidos, silenciosos:

nadie alardea del fracaso como nosotros,

será por costumbre.



En otra demostración de espíritu emprendedor, pasé del hollín a los atascos.

Escasean cañerías que traguen toda la mierda que nos rodea y me reconvertí en desatascador.

A ti se te ocurrió la idea de que también podríamos intervenir en los atascos de tráfico.



El alcalde te creyó y nos dio trabajo para dos años.



Con horas extras acumuladas por días de fiesta, nos alcanza para comprar la ropa,

de trabajo,

en bazares chinos.



Sí, amor,

vamos prosperando.



Ya casi soñamos con visitar Zara en unos años.



Será cuando nos permitan pasar de la puerta.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

FRUTA MADURA


FRUTA MADURA 


Él dejó los estudios por unas partidas de mus con amigos, cervezas y chocolate.

Aceitoso y bien liado. A compartir hasta matar.



Ella, porque para ser estheticien pensó que sólo necesitaba unas buenas manos.

Llenas de arcillas y untuosos varios más que de letras y números infinitos.



Él dejó el mus por la portería:

de la discoteca donde trabajó seis años y un mes.

Ella se mancha las manos de barro cada día.

Limpiando el barro de los zapatos de los demás donde pasa escoba y fregona cada tarde de cada semana del año.

Y alguna más: son esas horas que se hacen y nunca se pagan por el que paga.



El mundo de la belleza y los cuidados exquisitos ha quedado para las compañeras que trabajan en oficinas y compiten por cuál entalla la mejor cintura y calza las tetas más altas.



Ella las observa y medita acerca de los arreglos que podría hacerles por poco dinero.



Él la observa a ella desde su carretilla para trasladar palets por toda la fábrica.



Se conocieron en el turno de noche:

él hacía otra vez de portero en la oscuridad y ella daba lustre al suelo; para quitarle esa otra oscuridad.



Esto fue hace veintisiete años y veintiocho semanas. Viven juntos desde entonces en una buhardilla de cuarenta y nueve metros redondos.



Sin hijos. Sin padres ni perros ni amigos ni gatos.

Dos peces de colores en un tanque de cristal les observan cada noche como si fuera la única, mientras ellos comen palomitas fieles a su cita con Netflix.



Una vieja manta para los cuerpos, gruesos calcetines para los pies y el mando del televisor como el cuenco de las palomitas,

compartido en el centro, son todo su tesoro y su patrimonio.



Amor mutuo y enorme cuando el control remoto no tiene un único propietario.



Piso de alquiler muebles de baja gama ropa de mercadillo comida del Lidl caprichos del Cash Converters sueños…

Los sueños los regalaron a otros más necesitados. Ellos nunca les iban a sacar partido:

renunciaron a todos tras su primer despido.



Hoy hablan poco pero se dicen mucho.

Se miran mucho y se desean siempre.

No tienen nada porque les sobra aquello que no puedan darse

el uno al otro.



Quizás por esto

y un poco de lo otro

hoy son felices

como ninguno.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

FLIES


FLIES



Si los enemigos te sobrevuelan como lo hacen las moscas

No pienses que por ello eres una mierda.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

EPÉNTESIS EVISCERAL


EPÉNTESIS EVISCERAL 


No saques tu cabeza de chorlita por la ventana del baño.

Asoma a un patio años 40, angosto, gris y saturado de cacofonías chismosas que te reventatán los oídos como una lata de cerveza.



No es agradable que pongas todo perdido con tus sesos.

De chorlita.



Si la duda es sobre qué balcón elegir para tirarte, no lo pienses:

el palo corto siempre es la opción más sensata;

mejor cuanto más cerca más fuerza en la pegada.



Evita los coches de la calle y los toldos de las cafeterías: amortiguan los golpes y puedes quedar imposibilitada;

imposibilitada en tu intento de suicidio épico y memorable.

Serás recordada por el fracaso.

Otro más que sumar a tu larga lista de fiascos y decepciones.



Tras una taza de café amarga como tu presente y dos cigarrillos negros como tu futuro,

concluyes con la sabiduría del pájaro carpintero,

ya no chorlito,

que hoy será otro día epentético.



Que soplarás con desgana la misma vela de siempre.

Ese trapo viejo que no lleva a ninguna parte.

¡Si al menos esta vela fuera un cirio para quemarlo todo!



Sólo das vueltas en tu oscuro rellano de escalera,

con la fregona de borrar pecados en una mano

y el exprimidor de los minutos lánguidos para cocinar tu habitual compota del aburrimiento,

en la otra.



Tras una mañana y media tarde de reflexión al calor de un rancio sol y sombra,

concluyes que tu vida entera es poco más que una epéntesis

estorbando en la dictadura diaria de existir.



Si por fortuna quedara algo de tinta en el tintero,

pondrías hoy el manchurrón grueso de un rotundo e imborrable punto y aparte

a este teatro absurdo e inútil que llamas vida

por no decirle muerte.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

ENTRE PROFESIONALES

ENTRE PROFESIONALES 


Él pidió un Gin-Tonic tonificante mientras esperaba en el punto de encuentro acordado.

Otra reunión para despejar incógnitas en derivadas que tal vez aporte algún dato significativo a la efímera existencia del vendedor de basura ajena.



La camarera, muy profesional, sirvió la copa:

de la sombrilla que adornaba el vaso colgó una etiqueta donde decía “Beber alcohol derrite el hígado y siembra tumores en el esófago que arraigan como la mala hierba“.



Roelius III pensó que no había mejor hierba que la maría, así que guardó el consejo en el paquete de tabaco, justo al lado de Fumar Mata para tener una frase que poner en su epitafio, y sorbió media copa como si fuera agua desmineralizada.

Sabía que su destino estaba echado. En realidad arrodillado, que viene a ser mucho peor:

humilla más. Mueren así los inocentes y él siempre quiso ser culpable.



Nunca tuvo fortuna con los negocios y sin embargo la vida no le regaló amores para compensarlo.

Era un tipo con un solo signo de suerte y la cara chunga de la moneda cayendo arriba por muchas vueltas mortales que le diera.



La cita no llegaba y en la juke box otro nostálgico de las emociones perdidas seleccionó “Same Old Scene “, de Roxy Music.

A Roelius III le pareció apropiado pues creía llevar ahí todas sus vidas.

Esperando su oportunidad o la de algún otro para comprar o robar la suya, pero siempre esperando.



Del taburete de al lado un tipo grueso como un barril de cerveza y borracho como otro barril de cerveza cayó al suelo cual redondo era.

Sonó a cucaracha reventada cuando se estalló la cabeza contra el reposapies de la barra.

La camarera, muy profesional, chasqueó los dedos y el par de gorilas de la puerta arrojaron al tipo al callejón trasero.

Entre cajas de basura y cubos de metal repletos de botellas vacías terminó de desangrarse hasta morir.

Nadie le echó de menos. Mujer no tenía las hijas le odiaban los vecinos le ignoraban el jefe lo despidió esa tarde.



La camarera, muy profesional, sirvió otra ronda a cuenta de la casa para que los clientes olvidaran rápido el incidente.

Tampoco hubiera sido necesario, todos eran de memoria frágil para estos y otros asuntos sociales.



Al tercer Gin-Tonic Roelius III ya tenía dudas de haber quedado con alguien para algo concreto. Extrajo su agenda del portafolios y en la fecha del día encontró una nota que decía:



Reunión en el Forget con Olvido para cancelar el proyecto. Renunciar a seguir intentándolo.

Abandonar cualquier intento de desarrollo personal y volver a la casilla de salida.

Todo está perdido.



La camarera, muy profesional, percibió el desaliento en el rostro de Roelius III y sirvió otra copa. Esta vez con dos sombrillas. Con el susurro de los amantes fugitivos, a su oído musitó:



- Ahora tienes tres opciones. Beber hasta reventar. Llorar hasta morir. Esperar hasta que acabe mi turno y quemamos la ciudad.

- Me quedo con el fuego. Pero entretanto llena esta barra de copas que voy a llorar y reventar.



En la juke box el aficionado a los temas desgarrados invirtió una moneda en “More Than This” y todos los solitarios aplaudieron.

Roxy trasladó sus conciencias a ese empíreo donde quienes merecen algo más se hace posible.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

EGO, ERGO EXISTO

EGO, ERGO EXISTO 


El ego es la mortaja que protege de la evaporación a los hombres pequeños.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

CONCATENACIÓN

CONCATENACIÓN 



El desinterés genera desencanto.



La indiferencia, frustración.



El desprecio, amargura.



La amargura deviene en distancia.

Ésta en soledad.



La soledad alimenta el desapego.



Éste culmina en desinterés.

Quién sabe si perpetuo.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

BOOKS MODE


BOOKS MODE


Desde que entré en modo bookstore,

la esfera del globo se ha reducido a las dimensiones del largo por ancho

en una infinita hoja de papel con usos múltiples.



Extraño e irreconocible es este mundo pendiente de ser rediseñado como un mal exprimidor.

-Sobran malas ideas y propuestas repetidas en el arte de diseñar soluciones necesarias. -



Las tramas tienen un nuevo significado y las composiciones ya no son diabluras de mal pensantes o manipuladores.

Aunque abstracto

hay un mensaje en estas tareas diarias en la construcción del nuevo hombre

en busca de sentido.

De su propio y único sentido.



Ya no regalo mi tiempo a los habituales mediocres e interesados que me rodeaban:

siempre un paso al frente en la primera fila de los abrazos. Por delante un beso por detrás otra traición.

“Tú que sabes… ¿Por qué no me haces esto? Cariño.” -Si es que eso -.



Es ahora que algunos bien intencionados,

algo faltos de entusiasmo y convicción pero plenos de esa frustración de la mediana edad,

entregan su diaria dosis de energía en mi solo beneficio.

-Nunca demasiada pero tampoco yo demandaba gran cosa;

siempre acostumbrado a lo contrario es lo que tiene.-



Beneficio que será personal, único, quién sabe si a explotar o explorar,

en esta tardía tal vez inútil,

forma de rearmar el muñeco que guarda mis alientos.



Desde que me autoexilié de mi estúpida y banal forma de ser y estar en la sociedad de los yoístas,

me he desprendido del enjambre que sólo se acercaba al jardín de mis ideas cada vez que alguna buena les faltaba.

Y esto era mucho y muchas veces.

Tantas que se llevaron buena parte de mi vida.

Olvidado era por razones de afecto, recordado sólo para casos de urgente e interesada necesidad.

Egoístas mentecatos ineptos torpes o definitivamente estúpidos, sabían de mí cuando algo en su minúsculo y pobre mundo se quebraba.

Y esto era mucho, y muchas veces.



Ya no más.



Ya lo ves cariño,

desde que hui de ese ser imbécil y perdido que conociste por los quebrantos de los años vacíos,

sólo tengo tiempo para mí.

Tampoco para ti, qué te creías.



No verás cuánto lo siento.



No, no lo verás. Y yo tampoco.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

ESTACIÓN


ESTACIÓN


La tonta del móvil redacta los esemeeses moviendo los labios.

Como si la oyera alguien en alguna parte,

incomunicada como está con la distancia corta

y enganchada en la lejana.

Son los nuevos tiempos:

Me despego de ti porque estás cerca

Me pego al que tengo lejos para sentirlo cerca.



La del flequillo negro tazón mira hastiada los paneles.

Si tarda un poco más el autobús se va a liar a hostias.

Una pena, porque es mona y apunta maneras de buena amante.

Aunque parezca nula conversadora.

Pero quién quiere hablar según qué ratos.



El chófer se marcha resoplando porque está hasta los cojones.

La azafata resopla de tanto oírle resoplar.

Y entre tanto resoplar no queda aire limpio que respirar.

También es el signo de los tiempos:

la prisa y la impaciencia.



El segurata se asegura de que todo esté seguro:

aunque para ello tenga que dejar a todos inseguros,

desnudos, bocabajo. En el suelo de la calle.

La autoridad y la necedad siempre hicieron mala pareja:

porque desparejan todo lo que encuentran a su paso.



El hombre de la corbata me mira cansado y con barba de dos días.

Se le nota que tiene ganas de marchar.

Más si es para no volver.



Para eso estamos aquí todos:

para marchar.

Mejor que sea para no volver.

Nadie vale la pena en este lugar.

Tampoco yo.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE