lunes, 14 de noviembre de 2011

TENSIONES


TENSIONES


Clavando sus mandíbulas en el centro de las tripas
hundieron los cocodrilos al gordo y torpe cerdo del estado.
Gorrines todos, con él nos ahogamos.
Quizás no todos.

Espectros somos en una ciudad de escombros.
Entre torres de cristal, edificios cerrados y supermercados vacíos.
Entre despidos, paro y escasez.
Y hambre.

A otro tiempo pertenecen los reflejos de los escaparates
el lujo de las tiendas exclusivas
los grandes proyectos de un desarrollo insostenible.
Hoy vivimos en sótanos
pelándonos con los perros callejeros por las ratas de ciudad.
Para comérnoslas.
Parientes próximas, será canibalismo.

Hoy nos culpan del hundimiento quienes se cebaron con él.
Y enriquecieron.
Convirtiéndonos en cómplices colectivos de un fracaso individual.
Político.
Del poder descontrolado y la insensatez hecha costumbre, norma y ley.
De un sentido común en estampida y un sinsentido por decreto.

Los derrotados, todos nosotros,
los humillados insultados denigrados estafados,
los atemorizados asaltados maniatados secuestrados,
peleamos por un hueco entre cartones de basura
por un peldaño de escalera en la bocametro:
el interior es sólo para empleados y viajeros.
La compasión también se ha privatizado:
se ha de pagar por su atención.
Cuchilladas por una cabina cerrada,
el imperio telefónico hace tiempo que eliminó las puertas
para impedir que nos refugiáramos en ellas.

Ya no son los portales para los enamorados,
sino para los que por ellos nos matamos.
Ya no se encaraman los gatos a por las sobras que en la basura abundan,
la basura de los cocodrilos saciados de carne fresca y sangre coagulada,
porque saben que también a ellos los cazamos. Matamos y comemos,
,a los gatos, que no a los cocodrilos,
junto a esas sobras que buscaban.

Pero este sistema perverso
ha transmutado en presas a quienes siempre fuimos víctimas.
Ha llegado la hora de la revolución
el punto muerto que precede al cambio.
Parece que no nos queden fuerzas
y nuestros líderes se pasaron al enemigo.
Natural, no se vive bien con perdedores.

Hoy es la nuestra una sociedad de cínicos, durmientes y cobardes.
Los primeros, casi, los únicos valientes.
Valientes por dudar de todo lo presente
por superar la angustia que da saber que sólo se vive entre mentiras.
En las filas estamos
del mayor ejército de zombis que conoció la humanidad.
Nos lamentamos, nos miramos.
Nos desentendemos.
Y entretanto, nos desposeemos.
Incluso de nosotros mismos.

Difícil conseguir más por menos:
gratis ha salido este desfalco masivo
al sonriente cocodrilo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

PASAJE


PASAJE

Caminando con mi perra enferma al curandero,
veterinario de título bata y buenos honorarios,
hallé que al matadero la llevaba sin quererlo.

Con una jeringuilla rosa expiró
abierto su vientre tripas fuera
vida huyendo
dejando en mí la pena negra
del cómplice asesino arrepentido.

Muerta quedó entre mis brazos
cuando bien viva estaba hacía solo un rato.
Muerto de angustia y culpa quedé yo,
cuando no sabiendo qué ocurría la ignoraba.
¿Morirás por fin?
¡Morirás dejándome vivir!

Aún por esperada,
es siempre la muerte de tus otros mal venida.
Vacío y dolor,
en ti se instalan.

NO


No me pidas que llore la muerte de tus seres queridos.
Son los tuyos, no los míos.

No me pidas que contigo sea solidario.
¿Acaso lo fuiste tú conmigo?

No me pidas que te eche una mano en este campo.
Si tan buena era esa entrega a los demás,
¿por qué nunca la hiciste tú?

No me busques no me llames no me ruegues.
No me exijas.
No estaré donde tú nunca estuviste.

No seré como tú nunca fuiste.
No caminaré por donde tú nunca lo hiciste.
No esperes nada de mí,
es lo que tú ya me enseñaste.

viernes, 4 de noviembre de 2011

OLVIDADA MILAGROS




OLVIDADA MILAGROS


Olvidada milagros:

las cosas van cambiando desde el día que te fuiste.
La casa está distinta; terminé aquella dura empresa en la distancia.
Aunque tú nunca lo creíste, te gustaría ver el resultado:
para disfrutarlo solamente.
Te gustaría salvo por el hecho de que yo fui el empresario,
ese ser abominable, ya lo sabes. Cruel y cavernario.

Nuestra granja de animales va en descenso. Mufi fue el primero en marchar,
no sé si lo recuerdas: apareció malherido,
habituales sus peleas callejeras por un dominio total del territorio.
Para luego marchar y no volver más.
Desconozco a manos de quién o qué murió. Pero sé que lo sentí.
Canela regordeta y cariñosa. Adiós, querido adiós.

Aún cuelga su foto junto a nuestra Umma en su camastro diminuto.
Camastro en el que hizo ella su primer viaje de mudanza.
Con nosotros entre miedos y vómitos.
Tú conducías, yo la acariciaba tratando de ahuyentar otro dolor.
Negro dolor, como todos, con orejas largas y patas algo cortas, como pocos.
No se llena el vacío tan fácilmente.

Pronto su elegancia y caminar de pasarela
nos hizo ver que Umma era distinta:
más y mejor que los demás.
Compañera de carreras al monte en bicicleta,
de días trabajando en aquella tierra de frío y soledad
lugar al que tus desaires y caprichos me exiliaron como un apestado y criminal.
Allí hemos vivido los dos últimos años.
Sumando soledad con soledad.

Volví cuando se agotó el fondo de reserva
y a punto de culminar mi otra gran obra.
Que no me hace mejor sino distinto,
y que suman frustración y vacío al desencanto.
Volví no para descansar, sino para no saber cómo seguir ni adónde ir.
Perdidos están mis objetivos y poco claro mi destino.
Diría que éste siempre fue oscuro,
sin alejarme demasiado de lo que es verdad.
Y lo que no.
No sé quién soy ni qué seré,
suponiendo que algo quede de este montón de confusión,
pero no creo que sea para mejor.

Contigo aprendí a desconfiar del mundo entero
a perder aún cuando ya estaba perdiendo.
Y si bien sé que sólo inspiro tu desprecio
me queda una mala noticia que contarte:
murió ayer Umma de un cáncer fulminante.
Con mis ojos vi aquel trozo que reventó sus intestinos
de carne amorfa y asesina.
Dejó de correr, dejó de jugar, dejó de comer.
Al final, también de respirar.

Queda en la retina la imagen sanguinaria e indescifrable de la muerte
creciendo en el cuerpo de Umma aún caliente,
cuerpo que vive aun cuando muere,
y sus últimos latidos ignorando el desenlace.
Sin yo presintiéndolo, ni despedirme hice.
Queda en mi vida más soledad, si esto es posible.
Y la culpa de no haberla podido reparar.
Se fue su vida de nosotros, como todo se va.
O se me va.

Amortajada en plástico la enterré.
Como así fue con la primera dama que entró en esta casa:
parece ahora este un lugar que es más un cementerio.

Y de aquel que fue nuestro presente
hoy sólo queda mi pasado.
y éste, éste siempre es un ausente.
Difícil pensar sólo en el presente,
siendo tan corto como es insuficiente.
De tiempo ventana escasa y breve
lugar por donde se cuela todo lo que hiciste
y lo que no,
pero debiste.

Olvidada Milagros,
no me contestes cuando leas esta carta.
Ya ves que, de lo nuestro,
no va quedando nada,
lentamente