miércoles, 30 de diciembre de 2009

CAPITANES INTRÉPIDOS

CAPITANES INTRÉPIDOS


Arthur me sobresaltó de madrugada.
Con una llamada.
Una decisión inesperada. Un aviso:
dejaba mujer e hijos.
Coche trabajo y piso.

Hacía una nueva apuesta:
por el amor verdadero. Decía.
Esto, hace tiempo lo sentía.

Ilusionado como un niño
Emocionado como un Papá Noel
Decidido como el Capitán Trueno que llevaba dentro.
Arremetió como un buldócer contra los cimientos de su vida.

En pie no quedó una sonrisa.
¡Con tantas que disfrutó!

Exiliado en casa compartida,
y con partida,
y para dos partida,
fundó una comunidad de pocos miembros.
Otra vez dos. Y muchos riesgos.

A las afueras de su ciudad paraíso castillo refugio
acechaban las hienas de la realidad:
los buitres del banco reclamando viejos contratos
los tiburones de la custodia compartida.
Otra vez partida.
La anaconda de su ex con el abrazo eterno de la pensión
la escolopendra succionadora de su salario.

En poco tiempo, comenzó a rozar lo estrafalario.
Desvaneciéronse la ilusión, la emoción y el sueño.
Le tembló la decisión.
Se tornó indecisión. Y miedo.

Queriendo huir, cayó al cinturón de agua que abrazaba su castillo.
Por el amor verdadero.
Los cocodrilos de los errores,
bien alimentados con la abundancia de las equivocaciones,
de él nada dejaron.

Se perdió Arthur en la quimera de una vida nueva.

Arthur quiso aprovechar el último tren
y a él subirse pretendió.
En un traspiés, aquel furioso mercancías lo arrolló.
Fue afortunado, lo peor estaba por llegar.


IMPROVISATION

IMPROVISATION


El perro del vecino siempre ladra cuando estoy en casa.

El sillón del dentista es menos confortable que diabólico.

La mujer de tu mejor amigo se insinúa por aburrimiento.

A los hijos de los demás sólo los soportan los demás.

Tengo que aprender a rescindir contratos:
de hermandad, de cooperación, de malos tratos.

Mueve las caderas la camarera, y no será por afición.
¿Mala costumbre tal vez?

UNICEF ha abierto una delegación en Plutón.
¿Será porque ya no es un planeta y necesita protección?

Me agarro a la botella cuando quiero pensar con claridad.
A la botella de lejía.

El pelo de la mujer de mi jefe es óptimo para un anuncio de champú.
También lo era el de Eva, la judía, e hicieron con él tela de saco:
para el gran desembarco.
Del resto, del cuerpo, mejor ni hablamos.

Con las escamas de mi última mudanza he hecho una crema exfoliante.
¡Qué redundante!

Tiene un culo bonito esta librera.
No se lo digo, pero sabe que lo pienso y se sonroja.
Y emociona y entusiasma.
Nada como su sonrisa vertical.

La abuela de mi sobrino ha decidido poner fin a tanto desatino:
desheredó a sus hijos y hoy me veo en la miseria.
Desvaneciéronse los sueños de riqueza fácil.
Siempre queda el consuelo de la pobreza. Duradera.

Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Pues vaya putada, si además de caminar debes hacer el camino.

La felicidad es un estado tontorrón del alma que no aporta nada interesante.

La importancia de un problema es inversamente proporcional
a la gravedad de sus adyacentes.

Lo mejor del amor es que se trata de una enfermedad con clara tendencia a remitir.

Haremos un esfuerzo para escucharnos los unos a los otros.
Que empiecen ellos:
nuestro discurso es mucho más interesante.

Joan tiene ilusión por abrir una escuela para niños.
Para niños soldado.

Detrás de cada artista se esconde un exhibicionista narcisista.

Hay una vacante de leñador en el Monte del Olvido.
Pero nadie recuerda cómo llegar.

Varios estudios científicos avalan la existencia de elevada actividad biológica
en el mar muerto.
Fueron rechazados por considerarse una incongruencia semántica
inaceptable.

Tras cada minuto de improvisación hay miles de horas de ensayo.


sábado, 19 de diciembre de 2009

ISHAM


ISHAM


Añoro aquel tiempo de propaganda y falso positivismo,
de revuelta y crédulo anarquismo,
cuando, panfleto en mano y a falta de un buen salario,
quemábamos la ciudad empezando por el ayuntamiento:
el poder más cercano.

Seguíamos por los cuarteles y reventábamos las iglesias.
Con todos su feligreses.
Divino ese poder tan lejano.

Echo de menos las noches de difuntos rompiendo lápidas
Y el gong del monje tibetano
Y su falso gregoriano.

Y las túnicas azules de todas las damas haciendo del día la noche
Paseando entre fantasmas.

Hermoso ver las jaurías de perros como lobos acechando la ciudad.
Vengándose por los años de torturas y mal trato.

Drogados como niños soldado patrullábamos las calles y matábamos
haciendo de la tiranía bendición.

Aumentaron nuestros seguidores, nos hicimos fuertes.
Pusimos orden.

Redactamos leyes, aplicamos sanciones.
Encarcelamos disidentes.
Fusilamos intelectuales y artistas:
gente de la peor calaña.

Entregamos puestos de responsabilidad a analfabetos y lerdos.
Fue la victoria de los catetos.

Cambiamos la vida, la sociedad, el mundo.
Y de todo culpamos a los otros:
los necios son siempre los demás.

Desmontamos en un lustro generaciones de avances y esfuerzo,
particular y colectivo.

Todo lo que estaba bien terminó
Lo mal empeoró.
Lo peor se hizo costumbre y carne.

Manipuladas las referencias del pasado
imposible distinguir el bien del mal.
El fin de todo el sistema,
de su corrupción su blasfemia y su retórica,
estaba cerca.

Y a este fin dedicamos la victoria.

El anarquismo se hizo poder y este poder se devoró a sí mismo.
Era el triunfo total, el final del final.
Pero en todo plan hay un saboteador.

Se llamaba Angie:
ocho años, piel blanca, ojos negros, pelo corto, labios mulatos.
Manos de arpista.

Y lo peor: mirada de esperanza.

Con el vestido ensangrentado de su madre degollada
hizo una bandera.
Hizo y la izó.

En lo alto de una iglesia abandonada.

Desde aquel campanario sin campanas
pronunció un discurso sin palabras.

Los convocados sordos, los oradores mudos, los guías ciegos.
La siguieron.

Acampados en una tierra que nadie había prometido
crearon la comunidad del perdón.
Y todos, incluso yo, fuimos exculpados.

Veinticinco años de aquello
hoy reina en este mundo de hadas y genios.

Hace ya, mucho tiempo, sale el sol cada mañana.

A veces me pregunto dónde estuvo nuestro error.
Otras,
bendigo todo aquello que falló.

martes, 15 de diciembre de 2009

DESPASITO



DESPASITO


Abriéndose camino entre campos de zarzas y cardos
descubrí un pequeño erizo.
Caminando, despasito, despasito.

Estimulado por la intriga y la curiosidad
me acerqué a saludarlo.

Acostumbrado a las agresiones de propios y extraños
sacudió su espalda en legítima defensa.
Clavando varias púas en las yemas de mis dedos.

El erizo resultó ser una eriza.
Y yo…

Yo terminé erizado.

VISITA

VISITA


Hoy han llamado a la puerta unos señores muy raros.

Vistiendo todos de negro
esto no es extraño,
me han ofrecido la carta de libertad para mi pueblo.

Y esto sí que es bizarro:
mi pueblo es mi capital, mi principado y mi estado.

Y solo vivo yo.

¿A quién,
y cómo,
voy a liberar?

CRUCEIRO


CRUCEIRO


Bajo un cruceiro del camino,
de Santiago, de Joaquín o de Fermín da lo mismo.
todos llevan a la nada,
o al abismo,
quemé el raído fardo de mis sueños.

No merecía la pena seguir con una carga tan pesada.

Y tan inútil.

PARABRISAS


PARABRISAS


He pasado la mañana conduciendo.
Y bebiendo.
Por aquello de morir joven y dejar un bonito cadáver.

Abriéndome paso entre el agua del parabrisas:
helada, racheada. Obstinada.

Imágenes borrosas tras las diagonales aleatorias,
paralelas,
casi conspiratorias,
de una lluvia imposible.

Distorsión de la realidad
Refracción caprichosa de una luz de baja intensidad:
fotones en colisión de derrota.

Aturdimiento de los sentidos
Enlentecimiento de las ideas
Descomposición existencial
Fatiga emocional.

He pasado la mañana conduciendo y bebiendo.
Por aquello de que tal vez viendo doble
fuera capaz de ver la solución a tanto viajar y no ver.

Inútil ha sido el intento:
por más que he utilizado el limpia
estaba la lluvia en mis ojos.

POEMA


POEMA


He pensado en escribirte una canción.
Comenzaría así:

“Querida Milagros, llevo tres días aquí.”

Ya sabes, como aquella canción nuestra,
tan bonita, de la fila.
De El Último De La Fila.

Y terminaría así:

“Maldita Milagros, he visto tu cuerpo enterrado por aquí.
Por fin, me he librado de ti.


CONTABLE


CONTABLE


En la cuenta de resultados y valores:
positivos y negativos,
de objetivos y pérdidas,
he anotado los años que pasé mirando al techo,
al horizonte, al cielo.
Delante y detrás.
Lo por llegar y lo malgastado.

Rebuscando entre los clasificados de falsas oportunidades
Por las cloacas del desempleo
La despensa vacía del hambre
Y los cajones llenos de la desesperanza
Las estanterías con el polvo de los libros nunca leídos,
o mal entendidos.
Los armarios apolillados con el abandono de tres generaciones.

En el análisis pormenorizado de los números en dos colores,
tras la drástica auditoría elaborada por los inspectores de los otros,
ha aparecido un déficit insalvable que nos arrastrará
a la bancarrota de las ilusiones.
A la quiebra de todo el sistema con los proyectos más osados.
Volveremos, pues, al punto de partida.
Al inicio de esta vida en permanente huida.
Al origen de todas las cosas y razones.

Pero nada será como esperabas.
No superarás el atentado a las vías de desarrollo.
El mal está ya hecho.

Déjate de chorradas, y huye.

domingo, 6 de diciembre de 2009

SOBRECUMPLIR

SOBRECUMPLIR


Rellené un pomo vacío con mermelada de ciruelas
Lo guardé en una gaveta a la espera de mi geba.

He pasado la mañana ordenando tarecos de otra vida
Para esta ya sobrecumplí el plan y nadie se enteró.

Me he enroscado como una serpiente
en torno al cuerpo de mi sombra,
o mi luz.
Que ya me están entrando dudas.

No pedí ni me di pista. No hizo falta:
me la dieron.
Aprendí rápido:
me adueñé de cuanto filo que pude.

Cogidos de la mano cantamos el Queridos Amiguitos
Embullaítos pasamos la noche entre retozos,
quejíos, y soplíos.
Y no sacamos billete para Madagascar.
Al contrario, con la copa de zumo de guayaba en mano
gritamos:
¡Esto está de pinga!

Me desconcierta la contradicción de ver la luz,
y la esperanza,
en el fondo de unas cuencas Tierra Cassel
y unos ojos carmelitas.

Escucho con atención, admiración,
y a veces duelo,
la conversación de unas manos de pianista genetista.
Y a veces duele.
Cuando hablan desde el recuerdo:
revolución o muerte.
Y Saturno se hizo carne y vistió de uniforme.

Lo primero: devoró a sus propios hijos.
Lo segundo: no llegó.
Por suerte.

Aún hoy recojo lágrimas traicioneras,
e inesperadas,
en un buchito.
La pérdida de los otros en bolas de cristal.
Y de sal.
Renuncia obligada a la vida que no debió ser.
Que no se debió vivir.
O malvivir.
De todo aquello
ha de renacer otro ser.

En él,
el buchito,
colocaré la flor de la ilusión,
también la esperanza.
Y en forma de alianza
crearemos nuestra propia minoría étnica.

Sin caudillos, libertadores, salvapatrias,
redentores, mesías ni clarividentes de la verdad absoluta.

Tanto dolor,
tanto dolor,
para nada.

Acondicionaremos un refugio,
en el corazón de un castillo,
en mitad de la nada.

Pero esta nada
será distinta,
porque será el centro de todo.


sábado, 5 de diciembre de 2009

ESPÍAS

ESPÍAS


Hoy es un buen día para pasear al perro
Correr por el parque
Leer bajo las siluetas Top Model de los abedules.
Ver a las criaturitas,
de dios y de sus padres,
romperse la cabeza en los columpios.

Las madres gritando,
histéricas.
los tumultos de gente,
desquiciados,
las ambulancias a la carrera,
descontroladas,
la policía cortando el paso,
abrumada.

He dicho que hoy podía ser un buen día
cambiaré esto último:

Los niños sonriendo.
Las madres hablando,
solo de ellos,
con el resto del mundo.
La gente distraída,
entre brisas de otoño y sol de primavera.
Las ambulancias en el garaje.
La policía de paseo,
distraída,
descuidando su labor de sabotaje:
ciudadano.

Casi sin darme cuenta he iniciado el camino
de la liberación,
mental y física,
de la prisión de encontrarse a uno mismo.

Qué paradoja:
en un espacio cerrado,
¡hallarse tan perdido!

He esperado, he visto, he querido.
He desesperado por lo visto y malquerido.

He buscado en ninguna parte.
Sacudido el cesto de los muñecos con forma de doctrina,
pretensiones de letanía y espíritu de antífona.

He encontrado lo que no esperaba
espiando entre las rendijas de las persianas.
Hallado lo insólito
fisgando entre las grietas de cercados y vallas.

Familias enteras mortificándose,
en torno a un pavo,
el día de acción de gracias.

No daremos las gracias por todo lo que nos fue robado.

Fantaseé hasta la enajenación
con un mundo mejor.
Pura ilusión.

El mundo no era más que una bola de plástico
mal iluminada.
Y yo una mota de polvo atrapada entre fotones
y partículas de rayos gamma.

Se ha hecho la luz
dijeron los conserjes entre miedos y preces.

Hoy puede ser un buen día para salir de la cueva.
Terminar la hibernación
recomponer los huesos del cuerpo.

Encontré una placa de Petri
que escondía las coordenadas de la felicidad.
Junto a ella
un daguerrotipo con el rostro de una desconocida,
un poco mística, un poco empírica,
clavando sus ojos azules.
Vaya por dios, esto no se hace.
Tirabuzones infinitos en una maraña de rizos.

Casi, creí sentirme atrapado.
Sin duda, otro buen lugar para pasar el invierno.

¿Quién eres tú?, preguntó
.
Cien años más tarde
no sé qué responder.


martes, 1 de diciembre de 2009

PERCHAS



PERCHAS


Desde que colgué mi uniforme de bombero
a veces torero, a veces toro
he perdido el norte surfeando entre partículas de inexistencia.
Llevo en mi maleta un puñado de botellas,
ya vacías,
y media docena de agendas,
por llenar.
No están los compromisos donde deben.
Sólo beben, no me ven.

Camino dando patadas al balón de la estulticia
raquetazos a la pelota de los pelotas
puñetazos a los que hacen la puñeta
escopetazos a los que sin dar la cara escapan.
No son bastantes.
Me quedé sin cartuchos hace tiempo
ahora les tiro piedras.
Es la vida de la guerra
o la guerra de la vida.
Nunca sé qué es lo primero.

Desde que colgué mi hábito de monje
en el ropero de la abuela,
alcanfor por todas partes,
he sentido la necesidad de cambiar de hábitos.
Menos bostezos, menos rezos. Menos tropiezos.
Más horas son las que estoy despierto sin quererlo
más los días desoyendo lamentos,
propios y ajenos.

Desde que colgué mi disfraz de cocinero,
en esto he de reconocer que nunca fui pionero,
echo de menos las asa durillas de disgustos
las manos de pianista,
un poco flauta, un poco flautista,
las vísceras de carne cruda de enemigo:
troceado, desmembrado. Bien picado.

Desde que renuncié a mi bata de profesor de imbéciles
casi añoro las discusiones banales
sobre asuntos superficiales
en la siempre incómoda compañía de los idiotas.
Nunca me sentí libre rodeado de fronterizos
al síndrome de Down y la parálisis cerebral.

Desde que me deshice de mi delantal de pastelero
echo de menos la vida dulce, almibarada
fácil, regalada.
Los años con cobertura de chocolate
los días de vainilla
excitantes momentos de gelatina
nerviosa, bailarina. Cristalina.
Aquella transparencia nunca volverá.

Desde que arrojé a las vías mi gorra de jefe de estación
echo de menos el poder del silbato
el gobierno que sobre las vidas de los otros
ejercían mis banderolas agitándose
contra el fondo gris de las paredes.
Interrumpiendo despedidas,
cortando besos, abrazos.
Algún sollozo.
Marcando los tiempos de salida hacia el adiós.
No hay mayor satisfacción que la de separar a dos.

Desde que me dio por hacerme preguntas
no cesa de crecer el vacío que dejan las respuestas
a medias.
Los silencios que arrastra la verdad camuflada.
Nuevas preguntas que siempre son evitadas.

Pequeña es la sociedad de los librepensadores
inmenso el universo de la carne de cañón.
Otra vez troceada. Bien picada.

Terminemos de una vez con tanta soflama inútil.