martes, 31 de julio de 2012

ENTRE FOGONES (relato corto)






ENTRE FOGONES (relato corto)


El día que decidí fugarme con la alumna de mis pesadillas, fue el principio de una historia irrepetible. Entonces creí que era la mujer de mis sueños. Tenía razón: ni en sueños podríamos vivir tan ansiada historia.
Yo había sido contratado por una escuela de científicos con aficiones culinarias y de chefs con pretensiones científicas. Mi cometido era ser probador. Siendo un mediocre prescindible de la calle toda mi vida, qué importaba un muerto más por intoxicación alimentaria. O química. Intuí que aquel trabajo la cambiaría para siempre. Pensé que a mejor.
Y vaya si lo hizo. Ascendimos tan rápido por el universo gastronómico que en menos de un año saltamos de los últimos puestos del anonimato a la cabeza del estrellato. Acostumbrado a ser tratado como la miseria que siempre fui, yo me sentí en la gloria. Y se me fue la cabeza; no sé si por la comida de raíces tradicionales con derivaciones subatómicas, o simplemente por la fama inmerecida. Ya he dicho que yo sólo era el probador y como tal un sujeto intercambiable. Por debajo de mí el perro y los gatos. En ese orden.
Sea como fuere, me gustó aparecer en los créditos, ahí abajo. Después de electricistas, carpinteros, figurinistas y catering. El último, que como quiera que sea no es un puesto cualquiera. Soy el primero para los que lo entienden todo del revés, y me consta que son muchos. Esto para mí ya era una satisfacción.
Con el entusiasmo, la fatuidad del anodino no tardó en aparecer. Por eso, cuando aquel grupo de colegialas histéricas internas todas ellas en el centro de recuperación de conductas inapropiadas, esto es, personas rígidamente educadas que precisaban volver a la vulgaridad, se presentó por accidente en el local, a todos se nos aceleró el corazón.
Quizás fuera porque ese día estábamos especialmente sensibilizados con tal órgano: habíamos conseguido por fin que nuestros corazones de gorrión hidrogenados levitaran sobre el plato formando un anillo. Seis meses de trabajo hasta que el científico más ruin y borracho del equipo dio, también por accidente, con la fórmula para que el gas sobre el que se presentaban los corazones a modo de lecho acompañante necesario, tuviera la densidad justa para soportar el peso de todos ellos sin desinflarse. Después de ingerir el último bocado desaparecería sin más. No he dicho que era un poeta fracasado quien a modo de compensación nos ponía nombre a los experimentos por haber comido un día y no pagar, yo solo transcribo: “Áurea de corazones al primer elemento sobre nube de temporalidad”.
Fue en ese momento sublime en el que yo como probador in péctore tragué el último corazón y la nube se fue, cuando el autobús que trasladaba a las histéricas se estrelló contra el local y terminó empotrado en la cocina. Ya he avisado que el encuentro surgió por accidente. Tanto que en realidad fue un encontronazo, pero obviemos esa parte de la historia.
Las muchachas abandonaron el autobús por la ventana de emergencia gritando y llorando, a pesar de que la puerta estaba abierta y salvo el conductor muerto nadie sufrió daño alguno. Como ese riesgo ya estaba en el oficio nadie lamentó su pérdida. Las histéricas eran histéricas por algo.
Pasado el primer minuto de sorpresa, rápidamente cada cual volvió a su oficio: los científicos vieron en el grupo la oportunidad de transformar aquellas lágrimas en una bebida deprimente. La primera del mercado y directa competidora de tanta mandarria energética. Los cocineros, en cambio, vislumbraron que los gritos podrían abrir una nueva vía culinaria: menú hecho de voces y sonidos.
Se podría comenzar con un tentempié de sobresaltos para introducir rápidamente al comensal en una experiencia profundamente sensorial. Seguir con una degustación de gritos variados: agudos, graves, de niña, de adolescente malcriada, de mujer engañada, de hombre viudo, de viuda alegre. Después el plato fuerte de llanto amargo por los desaparecidos, para terminar con una delicatesen de susurros hasta llegar al contradictorio sorbete de silencio como colofón imprescindible. El cliente saliente cedía paso callado al entrante con reverencial respeto.
Se pusieron con fervor a la tarea. En consecuencia, y como era costumbre una vez la furia creativa se apoderaba del equipo, todos se olvidaron de mí. Por primera vez en mucho tiempo no tuve nada que probar y vomitar. Opté por hacer lo que más me apetecía: dejarme seducir por las histéricas pues sintiéndose abrumadas por tanta indiferencia eran gente fácil.
Necesitado de ser por una vez el centro de atención, ensanché mi protagonismo haciéndome pasar por el pavo real con más realeza del lugar. Desplegando todas mis malas artes como velas al viento, fui la estrella del momento. Sabía que no se iba a repetir. Aproveché la circunstancia aprovechándome de ellas. Y todo era una fiesta hasta que ella, una de ellas, mirándome con ojos de faisán me susurró: -Vámonos juntos.
A mí, que nunca me habían dicho vámonos sino vete, aquel caramelo de voz empalagosa me transportó al principio de los tiempos. El momento irrepetible donde todo puede comenzar, y suceder. Falto total de oportunidades, y principios, acepté. Con el entusiasmo del joven inmaduro que era.

Con mi alumna histérica volví al principio, sí. Pero al principio del fin.


© CRISTOPHE CARO ALCALDE
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lunes, 30 de julio de 2012

RECURSOS HUMANOS (relato corto)



RECURSOS HUMANOS (relato corto)


Aquel hombre de pies romanos, piernas largas, torso de atleta, espalda de nadador, fuertes brazos, manos de percusionista, cuello de cisne, nuca de seducido, culo de bailarín y miembro de estríper, llamó a la puerta de la Agencia Oficial Para El Deporte Malsano. Buscaba su oportunidad, como todos, y había reunido méritos como ninguno.
Hijo de una cupletista lesbiana colgada del sadomaso, colgada del cuello hasta que dejó de cantar y respirar, y de un aprendiz de pirómano que practicaba con su propio cuerpo y no tenía un centímetro de piel sin quemaduras de tercer grado, o de primero que nunca supe qué era grave o muy grave, había crecido entre los desprecios de padres, los vicios de hermanos y los consentimientos de unos abuelos agotados de tanto criar hijos para perderlos. Sin referentes por tomar ni ejemplos que seguir, se guió por instinto. Y por las fotos de los calendarios colgados de la pared a los que llamó familia.
La chica playboy del mes de mayo del 69 era su madre. La eligió por el lunar que tenía en medio de la cara. Aunque la cara en la foto ni se veía.
De un almanaque dedicado a los caballos pura sangre sacó la muerta imagen de su padre. Aquel rompió las dos patas delanteras en el Grand National del 73, una tragedia. Sin reparación posible, lo mataron antes de salir del hipódromo. Por humanidad, dijeron.
Con los hermanos fue más audaz. El museo de arte fashion más fashion de la ciudad, y el más transgresor del momento, sacó en el 78 un calendario resumen de sus doce exposiciones más erráticas y rompedoras. Rompedoras con el cliché de los tiempos y las normas, era su eslogan promocional.
La instalación de enero con mangueras de riego y abrelatas era su hermano mayor. Decía que siempre había sido un ejemplo.
La pieza colgada del techo en mayo que dejó ojipláticos a propios y extraños era su hermana del medio. El así llamado artista por él mismo y la autocrítica especializada había ahorcado a una jirafa por las patas traseras, argumentando que no tenía cuello suficiente para hacerlo. Fue un éxito y se vendió en $100 millones. Sin duda, la hermana del medio era su ángel y su estrella.
Distinto papel tenía el pequeño de esa familia de acróbatas. Echado a perder por las malas compañías, había tomado la fotografía de septiembre en un calendario de catástrofes del 79: la erupción inesperada de un volcán relámpago en el centro de Manhattan. No hubo un solo rascacielos que no fuese arrodillado ante semejante coloso enfurecido. Literalmente, vomitando fuego por la boca.
Con el resto de la familia fue menos concreto. La compañía de ferrocarriles trasatlánticos editó un calendario en enero del 80 con fotografías blanco y negro de viejas locomotoras obsoletas. Él dijo que aquellas máquinas eran sus tíos y primos. Y no había más personas para reunirse en navidad.
Cuando oyó su historia vital el subdirector de la agencia le dijo:
  - ¡Queda contratado de inmediato! Nadie mejor que usted conoce a las personas y necesitamos mejorar nuestras relaciones exteriores. Tenemos serios problemas con el doping en los deportistas. Ya no se meten y están hundiendo la economía mundial.
Aquel hombre de los fuertes brazos y largas piernas se levantó de una silla hecha con solicitudes de empleo y dijo:
  - No me interesa el puesto. Sólo quería saber por qué no aceptaron a mi hermano, que era mucho mejor que yo. Su negativa le hundió tanto la autoestima que terminó comprando drogas en las calles.
De su bolso para viajes sin retorno sacó un revolver antireglamentario y le metió dos tiros. Uno por cada ojo.
  - Esto, para que cuando mires, ¡veas!


© CRISTOPHE CARO ALCALDE

domingo, 29 de julio de 2012

DONDE SE ESCONDE LA LIBERTAD (Relato Corto)



DONDE SE ESCONDE LA LIBERTAD

Te veo partir, aunque ya no lo entienda. Al tiempo, escurre la lluvia por el cristal de mi ventana como se escurren mis recuerdos. Como te escurres tú. ¿Y tú?, ¿ quién eres tú?, me pregunto. Pero estas dudas tardan poco en disiparse: se van como la memoria, como el humo.
Sé que pronto vendrá alguien y ya no habrá ventana. Que oiré sus voces, ¿será por cariño que me hablan? Que sentiré sus cuidados, el calor de sus manos, la tibieza de unos besos asépticos: ya no me besan con amor, éste todavía puedo distinguirlo. Y los hilos del compromiso mueven sus labios.
Sé que mi ser es una carga de trabajo.
Igual que cada día, se empeñarán en sacarme de paseo pero yo no quiero. Ellos no lo saben porque no me preguntan y no me preguntan porque no respondo: ya lo he dicho, como el humo.
Me agarran fuertemente del brazo, me tiran, me empujan. Que me dé el aire, dicen; pero yo no quiero. En realidad no quiero nada. O ni quiero ni dejo de querer. Ya no veo la diferencia entre una cosa y otra pues hoy en mi vida no caben distingos; y menos aún voluntades.
Mi voluntad se fue hace tiem­po. Con mis ideas, mis ilusiones, mis esperanzas... Todo se perdió en el mismo viaje hacia la oscuridad total. Hoy mi mente es kilo y algo de requesón deshaciéndose en un frágil recipiente óseo. Se pasó de fecha.
Al principio sólo eran unos pequeños despistes. Me daba cuenta y corre­gía. Después perdí el sentido de qué era un despiste y qué no. En rea­lidad mi vida pasó a ser todo uno. La concatenación de ideas confusas una vaga noción del correr del tiempo, lapsus discontinuos en la arena de la vida. Como un saltamontes caía sobre horas al azar dejando enormes huecos en medio de mis días. Charcos de silencio en el camino que pronto aumentaron de  tamaño. Lagos donde mi orilla estaba cada vez más lejana hasta que me hundí en el océano total.
Y los recuerdos, ¡ay¡ los recuerdos. Tan vivos que podía agarrarlos, más nítidos cuanto más lejanos. La niñez... tan presente como cuando existió: setenta años antes. Por esto me decía que no, que lo mío no era mala memoria porque si lo fuese no podría ser que...
que lo que ocurrió hace tanto tiempo estuviera tan claro en mi mente.
Mis risas, mis juegos, mis gritos y alegrías. Mis juguetes, mis ropas, mi pueblo y mis amigos. La felicidad conservada en tarros muy pequeños. Pura mermelada de la abuela.
¿De pera o de manzana? Y una gran rebanada de pan untada con mesura pues eran duros tiempos. Pero no importaba porque más dulce era su amor: el mejor alimento de mi infancia.
No, no podía ser mala memoria si mi abuela todavía estaba ahí, la pobre, ¡tantos son los años que se fue!
Mirándome con una sonrisa mientras yo cocinaba el arroz viudo, el de los viernes,
que viene el novio de mi nieta. Sin embargo... lo hecho el día anterior... quedaba un poco más con­fuso. ¿No fue ayer que cociné este mismo arroz? Entonces... Será la edad.
Y mis dudas quedaban en secreto, no fuera mi familia a preocuparse.
Miro por la ventana donde las rayas de las gotas son pequeños barrotes. No puedo salir de este lugar, no sabría encontrar la puerta. ¿Qué es una puerta? ¿Cómo se abre y con qué parte de mi cuerpo? Porque... yo tengo un cuerpo, ¿no?
Todo lo que viví pasa hoy a cámara lenta. Es una vieja película de cine mudo donde incluso la velocidad se está perdiendo.
No hay voces, no hay música. Sólo me quedan algunas imágenes. Mis nietos, mis hijos, mis abuelos... desfilan ante mí en un angustioso silencio. No me pueden hablar esos rostros que se mezclan y confunden, que se alternan con lugares y vivencias.
Aquella vieja casa. Después el piso en la ciudad, tan pequeño. El estraperlo, el pan moreno, el sebo para guisar, la cocina de carbón. La sopa para comer, el huevo pasado por agua para cenar. El hambre. La miseria.
El hambre de los pobres no es la misma. Su miseria tiene una dimensión más profunda.
Su miseria es un abismo.
Pero la supervivencia se agarra como un escalador en una chimenea y compensa mares de penas con gotas de felicidad. La felicidad del pobre puede ser blanca, escondida en el último sorbo de un tazón de leche. O como el oro en el orujo de la oliva untando un pan de varios días.
Las visitas a la beneficencia, la caridad de los que tenían y de los que no, los zapatos de segunda mano y la ropa de tercera. Todo lo superamos. Trabajo sobre trabajo aseguró nuestra prosperidad.
No podía ser de otro modo porque no se podía estar peor. Años interminables de esfuerzo nos sacaron del barranco para dejarnos en la cuneta. Pero era algo. En realidad lo era todo, cuanto podíamos soñar. Los sueños del pobre también son pobres.
Y comenzamos a vivir dignamente.  La ropa se hacía en casa y la tela era nueva. El sebo quedó para la comida del perro, el pan dejó de ser oscuro. Pasaron los años sin dejar de luchar, pero sin uñas ni dientes. Bastaban las manos porque hasta la lucha era más digna.
Y el cuento de la lechera nos hizo pensar en la vejez. Estare­mos juntos, y yo te cuidaré.
El amor durará siempre y el calor de la familia superará al frío del invierno. El brillo en los ojos de los nietos, la envidia de los días de verano.
Pero no te cuidé.
Y tampoco envejecimos juntos, no tuvimos oportunidad. A ti te llevó el cáncer y yo me perdí en mi propio olvido. A todo vencimos menos a la enfermedad:
última marejada de una vida de tempestades.
Dice mi hijo que ya no sonrío. Que no quiero pasear. Que voy arrastrando los pies.
Que no tengo apetito. Que ya no hablo. Que mi mundo es un mundo de tinieblas.
Yo no lo sé.
Lo cierto es que no sé quién soy, ni siquiera si soy algo. Y cuánto durará ése algo en la memoria de los demás, pues mientras dure habré existido.
Mi vida ya no me pertenece porque yo no la recuerdo. Es parte de la vida de los otros
que son los que entre todos juntan mis pedazos. Superando el dolor reconstruyen las ruinas del hogar de mi existencia. Ellos... también necesitan saber que he vivido. Pertenezco al patrimonio familiar, pero los recuerdos son tan frágiles y están tan repartidos que mi presencia se volatiliza como el éter. Me pierdo en esta quimera donde estoy vivo y sin embargo no tengo vida. Donde vivo y sin embargo no existo. La vida es un ciclo, y conmigo se cerró el círculo. Vuelvo al punto de partida, el instante donde arranca mi niñez. Cuando era alguien que comía y dormía sin saberlo. Busco la postura fetal: un último gesto antes de la muerte.
Pero si entonces sumaba conocimientos hoy con prisa los resto. Los olvido. Cada vez más profundo en este océano de misterio, pasé por todas las etapas de aprendizaje de mi infancia. Olvidé sumar, olvidé vestirme, olvidé hablar. Olvidé quién era. Ya muy cerca del fondo, en ese lugar impenetrable para la mente lúcida, volví a comer con los dedos, dejé de correr, de caminar; caí y ya no supe levantarme.
Hoy floto en un líquido oscuro y espeso. Las voces, los ruidos y los golpes se filtran a través de esta sustancia. Llegan en forma de ligeras perturbaciones a mi murmullo interior. Otro lenguaje, otras sensaciones. Chispazos e interferencias que me alcanzan... ¡Desde otro mundo!
Ahora que no me preocupo de nada, que esta sustancia amniótica me alimenta y que no necesito pensar, he encontrado un nuevo estado mental. En él no queda sitio para el temor, para los altibajos de mis emociones. El paraíso donde no existe el sufrimiento ni la pena.
Somos un etéreo dispersándose en un éter. Fundiéndose mi energía con todo el universo. Vuelvo al polvo y las estrellas.
¡Ahhh!... cuando todos se van
cuando nadie me habla y atosiga, disfruto de la calma total.
Sé que no pueden entenderlo. Que para ellos soy su mayor sufrimiento porque acabaré en un despojo inmóvil, lleno de llagas. Que sentirán lástima por mí; y también asco, no me engañan.
Sin embargo, todo lo comprendo. Y esto es porque a todos he olvidado, porque he conseguido borrarlos de mi pensamiento: ya no pienso y nada entiendo. No es necesario.
He vuelto al universo fetal y, por fin, mi mente ya no es parte de mi cuerpo. Nada duele pues nada siento. Cada día es un paseo por el fondo, nada veo porque el mundo me es ajeno.
En cambio, ellos, quisieran sentir esta dicha. Aquí no hay fraude, no hay engaños.
No hay miedo, no hay tristezas, no hay heridas. No hay fracasos, no hay envidias.
Ya no sangro y mi alma ha dejado de sufrir. La felicidad perpetua es el olvido.
Allá arriba, en el mundo, quedan de mí un carnet de identidad y unos enseres: inútiles objetos que delatan lo que fui y cómo viví. Sumarias pertenencias de quien fue breve.
En mi condena está mi triunfo: prescindir de lo que soy y lo que no. No preguntar para qué estoy aquí, para cuánto tiempo y para quién.
Sin compromisos.
Libertad.
Esta soledad es absoluta, es la más grande. En ella hasta yo me he abandonado.
Me he desprendido de mi ser y mis angustias. Por nada volvería a ser lo que fui:
una persona.
Y en este camino por el túnel voy dando con todas las respuestas. Y las grandes preguntas caen una a una:
Que el sentido de la vida.... es ignorarla.
Que la familia te quiere cuando puede. Prueba desde lejos.
Que los hijos los tuve por el egoísmo de tenerlos, y el mismo favor hoy me es devuelto.
Que es la mayor de todas las falacias el amor.
Que la felicidad siempre está en un doble fondo.
Que el destino del hombre no está en este mundo
y que detrás de éste no hay ninguno.

Hoy mi universo es diferente. Formo parte de otra dimensión.
Siento un nuevo bienestar...
Soy un enfermo de Alzheimer pero...
Hoy
He encontrado la paz.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

CONTACTADOS


CONTACTADOS


Va por el décimo año en este trabajo de oficina,
sin incentivos ni ascensos ni propinas.
Sin jefe explotador sin imprevistos sin sobresaltos de mercado.
Sin chicas guapas sin chicas feas sin secretaria sin secretario.
Sin llamadas de la esposa celosa a deshoras.
Sin salón de juntas sin recepción sin salita de espera.
Sin fotocopiadora atascada sin línea de teléfono cortada.
Sin despidos sin contratos de gente nueva.
Sin envíos masivos a toda la península sin buzoneo sin estudios de mercado.
Sin servicio de catering sin bar en la planta baja sin máquina del café averiada.
Sin cenas de empresa sin grupos de espionaje sin compañeros trepa.
Sin pelotas sin hipócritas sin cabrones hablando mal a mi espalda.


Va por el décimo año
que abrí este negocio de mierda para repetirme un día y otro.
Hoy he decidido apostar por el cambio:
vendido todo rápido, me he ido a la redacción del periódico
con peor reputación de la calle.
Ahí, he publicado este anuncio. Casi un ese. o. ese.

Chico informal y canalla se ofrece para corromper a las damas.
No importa edad ni condición social mientras pagues por adelantado.
No busco relación seria ni mujeres sin compromiso.
Especializado en romper parejas. Dotado según exigencias, doy placer
y dolor a demanda. Puedo hacerte sufrir como nunca has imaginado.
Llámame si eres valiente, te arrepentirás. Te adelanto que yo no.
Ni lo uno ni lo otro.
No pretendo sacarte adelante ni ayudarte a resolver tu vida.
Busco enriquecer la mía sin importarme tu ruina.
No soy nuevo en la ciudad, pero como si lo fuera.
Tú no me has visto, cuando te deje no volverás a hacerlo.
Tampoco querrás.
Deja tu mensaje de socorro, tardaré en responderte.

Si la idea no funciona,
puedo volver a las finanzas.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

TIEMPO DE PRESBICIAS




TIEMPO DE PRESBICIAS


“Doy graacias a la vidaaa”... Desde que estoy perdiendo la vista.
Cuántos disgustos me ahorra este precioso regalo.
Sí, lo sé.
Poco vistoso.

Sin duda es una gran ventaja no ver lo que está pasando.
La no información es la mejor defensa, evita el sufrimiento.
No confundir con desinformación. Más habitual,
pero a mayor intoxicación más daño.

Dice mi médico que debo ponerme gafas.
Que sea otro ciudadano modelo y me deje de resistencias.
Hay que ver para actuar después.
El problema es que yo no quiero.
Puestos a no querer, ni siquiera me apetece mirar. Que duele lo que se ve.
Más lo que no se ve.
Y ya dolores me sobran.
Así que yo quiero ser más ciego, que el que no quiere ver.

Porque ver es sufrir y sufrir es solo una forma de irse lentamente muriendo.
Bien es cierto que hace tiempo dudo de si estoy vivo o muerto.
No veo porque no quiero, no oigo por el grito que llevo dentro.
No hablo pues me dejó mudo el espanto. No siento.

Sin embargo, presiento.
Que esta huída hacia la oscuridad será un camino sin retorno.
Un andar entre las sombras de todos los que me rodean.
Muertos que no saben que lo están.
Agarrados a una vida que no es. En un mundo que se fue y no volverá.

Ver es descifrar los rebotes de la luz. En su ausencia, no hay nada que ver.

Si somos sombras viviendo en este mundo de tinieblas,
para qué quiero yo gafas.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE


sábado, 28 de julio de 2012

OFERTAS DE EMPLEO






OFERTAS DE EMPLEO


He puesto un anuncio en la sección de contactos:
ando buscando trabajo.
En un periódico local de tirada mundial.
Aporto movilidad geopolítica:
voy allá donde las banderas regionales me manden.
Me conformo con que los corruptelas me paguen.
¿No son ellos los que reparten?

Mi primer intento resultó un fracaso, demasiado formal:

Hombre serio y responsable se ofrece para todo en cualquier parte.
Tengo conocimientos afán de superación y capacidad de adaptación al medio.
Terrestre o acuático. No importa donde me entierren
que respirar no suelo. Para no molestar.
Exijo en proporción, contrato por escrito nómina según valía
y seguro médico.

Sólo llamaron para insultarme.
Me acusaron los sindicalistas de blando: tanta concesión
les pareció intolerable.
El ministro de trabajo fantasma me amenazó con la cárcel:
por incitar a las masas a una rebelión laboral
con demandas mínimas inasumibles.
La patronal publicó un contraanuncio en todos los periódicos importantes;
socios del mismo guante:
mis condiciones eran un insulto a su sistema clasista capitalista exclusionista.
Deberían expulsarme del mismo y ser enviado al inframundo.
Lugar donde dicen viven muriendo los que por trabajar pagan.
Pagan ellos cobra el empresario que le subvenciona el gobierno.
Incluso el presidente de la asociación de Parados Perpetuos, aPaPe,
me contestó vía cartas al director:
¿qué insolidaridad era esa de pedir trabajo sólo para mí?

He dejado correr al tiempo; su pasatiempo favorito.
Que despeje aquella tormenta el silencio.
Con seudónimo ahora he reescrito ese texto,
quitándolo de ofertas de desempleo.
Caso de no tener éxito, haré otra versión diferente:

Esclavo sin aspiraciones se ofrece gratuitamente.
Aceptaría toda clase de abusos y humillaciones.
No demandaré por ello ni exijo nada a cambio.
Ni contrato de trabajo ni seguro ni salario;
me basta con ser maltratado.
Doy todo y no pido nada.
Incluso pongo el coche la gasolina y la comida.
Duermo en el maletero y pago una comisión por ello.
Puedo trasladar dinero, no me quedaré ni un céntimo.
Sirvo para blanquear sobornos chantajes fondos públicos desviados
comisiones ilegales.
Servicio puerta de infierno a puerta de banco en paraíso. Fiscal.
Poseo una discreta cabaña para ocultar gobernantes
y delincuentes en general.
También me ofrezco de testaferro por si surgieran problemas.
Si hay que ir a la cárcel, ya estoy aquí para eso.

Con éste yo sé que triunfo.
Espero que, cuando me lo copien,
confiesen.

DEJA TU COMENTARIO EN EL FORO






DEJA TU COMENTARIO EN EL FORO


Anda la masa muy revuelta últimamente
y no sé si esto es una incongruencia o lo contrario:
si la masa está revuelta, ¿sigue siendo masa por dispersa?
¿O es por heterogénea lo que la convierte en una masa?
Nunca resolví dudas semánticas. No será esta la primera.

La masa está revuelta, no obstante.

Y por revuelta digo inquieta. Y por inquieta nerviosa.
Por nerviosa alterada por alterada cabreada.
De cabreada a encabronada basta un suspiro,
de mal aliento.
Siguiente paso, enfurecida. Y ahí se antoinflama.
El desaliento.

Bienvenidas sean esas llamas que este polvorín incendien.
Por ruin.
De paro que quema desahucios que abrasan dinero que arde
y gobiernos que inflaman.
A la masa inflamable:
cuidado con la exposición al fuego peligro de explosión
mantener fuera del alcance de niños y gobiernos.

Explosión por aumento de temperatura.
Temperatura que es el movimiento de moléculas.
Moléculas que son personas que ya no pueden estar quietas
bajo tanta presión. Y sobreexposición. Al fuego.

La quietud total es el frío absoluto, 273 grados bajo cero Kelvin
donde la vida se detiene. Aquí, no hay alteración posible.
Estado ideal de la materia que es la masa
para que con ella hagan los gobiernos lo que quieran.
A esas temperaturas, lo más fácil es romperla.
Miles de miles de miles de pedazos dispersos por un espacio
que no nos pertenece. Todo tiene dueño,
detrás de cada cosa hay un poder. Del vacío también.
¿Da esto sentido a la frase vacío de poder?
Nunca el poder está vacío, siendo el dueño de todo como es;
de tu vida también porque así lo has consentido.

Lo llaman vacío para que no nos enteremos
y seamos solo miembros, sólo fragmentos dispersos
de una masa congelada con rótulo de propiedad privada.
Dueño: El Estado. Prohibido fijar carteles.
Principalmente con mensajes alborotadores.
Responsable la empresa anunciadora será perseguida por la ley.

Ley dictada a paso rápido por el portavoz de turno en el gobierno.
Entiéndase por alborotador la nueva acepción incluida por los
ignorantes torpes embusteros torticeros miembros de este golpe de estado.

Alborotador, apéndice:
Pedir reclamar exigir las clases bajas por cualquier medio incluido el pacífico
toda suerte de derechos servicios deberes y obligaciones
propias de un estado dícese democrático practíquese tirano
ya financiadas por los reclamantes y regaladas sin merma ni culpa
a los poderes económicos socios mayoritarios del estado.


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a ver si alguien lo entiende y te responde..
Que sea rápido, o lo detienen.