viernes, 11 de abril de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 132 (novela media)



-¡Ay!

-Perdona.


Con la prisa le da un golpe en la cabeza al arrojar una bota Bodysaver contra el fondo de la embarcación. Tras las botas el pantalón tras éste unos calzoncillos.


-¡Vaya! Patitos.


Pues eso, con dibujos de patitos tras éstos un pene definitivamente erecto sobrado de calorías y entregado a la causa con devoción y entusiasmo. Ella lo agarra con la mano izquierda y haciendo un movimiento de vaivén asciende gateando hasta su boca. Se besan nuevamente. Ese beso al amante recién desnudado es su beso de aprobación. De la entrega completa. El salto adelante concluyente y sin red. El beso sin secretos del fin del descubrimiento del reconocimiento del terreno corporal asalto a los enclaves estratégicos y afianzamiento de las posiciones ofensivas.

Hacia uno de estos enclaves se dirige ella con su lengua resbalando por la barbilla. Se entretiene en la nuez se la traga entera, succiona ese bulto moderado de un Fausto dominado con una sola mano: la izquierda y sus expertos movimientos de vaivén. Después lo atrapa con los labios, lo absorbe mordisquea moja con saliva.


Él retorciéndose alcanza sus pechos y los acaricia con suavidad primero, presión creciente después. Se chupa los pulgares y juguetea con los pezones de Charlotte describiendo círculos opuestos: simetría del movimiento para el placer armónico. Ella responde a este estímulo con la mejor evidencia: un ahhh muy largo y pérdida de control en su vaivén. Se altera la perfecta cadencia arriba abajo arriba abajo. 



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 131 (novela media)

-¡Creí que no te ibas a decidir nunca!

Ambos se abrazan con fuerza y lo que ahora se empotran son sus lenguas. Anilladas como dos caracoles en la concha íntima de sus bocas. Inundadas por un torrente no de saliva, sino de pasión. El vértigo el escalofrío el rubor el azoramiento la tensión la incontinencia la violencia del primer beso liberado entre los amantes repentinos. Nada lo supera y no habrá otro beso que le iguale. Su primer beso, el disparador de todas las emociones como el primer sexo. Un primer beso explorador intrusivo invasivo inexcusable ingobernable conquistador arrasador con voluntad de dominación y pretensiones de repetición. El seísmo del primer beso sacude la plataforma de sus inseguridades como un niño baila la gelatina. Y estremece como el suspense en la noche. Rompe la calma como piedra en el estanque. No se volverá a repetir.

-Ven aquí –ordena Charlotte.


Ella alza el toldo del bote de emergencias más cercano y ambos se cuelan dentro. Era la situación una emergencia, entre remos flotadores salvavidas botellas de agua chubasqueros de cuerpo entero un estuche de bengalas con su pistola. Faltaban las linternas y la ropa de abrigo, pero a los efectos no importaba, salvo porque tuvieron que extender los chubasqueros y su propia ropa para acolchar el duro suelo de madera. Ella se desnudó primero y a él casi le arranca la ropa antes de tirarlo al suelo. 




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 130 (novela media)



Charlotte, entre miradas de curiosos, suspicacias de observadores y risitas de hijos de puta, abandona el albergue dando un portazo para, un minuto después, volver sobre sus pasos y a Fausto decirle:


-¡Y devuélveme mi flauta!


Arrebatándosela de las manos y marchando nuevamente. Ahora, con algo menos de energía. La ira, que la consume pronto.

Al poco tiempo, Fausto un poco por dignificar aquel desplante ante curiosos y un mucho por efecto reacción, sale veloz en su búsqueda. La encuentra en popa, semiescondida entre los botes salvavidas y la maquinaria para izarlos. Acariciando su flauta, mirando al infinito, dejándose mecer por el suave oleaje.

Esta vez, y a pesar de la falsa envoltura, Fausto pudo ver en ella la mujer que era: femenina, sensible, amable en el sentido de ser amada. Ella, ensimismada en sus pensamientos no percibe su presencia. Él, por la espalda le agarra de un brazo y dándole la vuelta con brusquedad le empotra un beso inapelable.


Ella forcejea, retira su rostro la mínima distancia para protestar.


-¡Pero qué haces! ¡Suéltame!


En esa débil disputa ella inclina la cabeza hacia atrás y el gorro que esconde su melena se escapa. Cae directamente sobre la espuma de la hélice. Ahora, son su pelo castaño ondeando sobre el fondo azul, está hermosa. Lo que era. Y Fausto rompe la barrera que lo mantuvo a distancia. Una mujer hermosa, y valiente. Decidida, culta, inteligente. Una mujer que tal vez podría amar: amable.


Ella clava la mirada furiosa en los ojos de Fausto y protesta:



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 129 (novela media)



-Influencias.

-Llámalo como quieras. Pero había un par de agentes dispuestos a representarme. Hasta que él enfermó.

-¿Qué pasó?

-Desaparecieron.

-No es por quitarte méritos… Pero entonces no tendrían tanto interés.

-Ya, eso también lo he pensado yo. Qué les hizo cambiar de opinión y esfumarse de la noche a la mañana.

-Uhm…

-¿Qué?

-No quiero estropearte la esperanza.

-¿¡Qué, mon dieu!?

-Mejor no. Te vas a enfadar.

-¡Merde! ¡Me voy a enfadar si no me lo cuentas! De hecho, ¡creo que ya estoy enfadada! ¿¡Qué es lo que ibas a decir!?

-Pues… Tal vez tu padre los pagaba por sus servicios. Por ayudarte.

-¿Qué! ¡Por quién me tomas! ¿Por una malcriada consentida! ¿¡Por una niña tonta de familia rica!? ¿Por alguien a quien papá le resolvió la vida gracias a su dinero e influencias? ¿Otra cabeza hueca nacida en la familia adecuada, con el apellido ilustre que abre todas las puertas?

-Te dije que te ibas a enfadar.

-¡Déjame! ¡Vete a la mierda!



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 128 (novela media)



Aún con toda esta presión, Charlotte y Fausto seguían dedicándose su tiempo en exclusiva.


-No, es el dedo índice el que tapa este agujero. Olvídate del corazón. A ver, otra vez.

-El problema es que la flauta es demasiado pequeña para mis manos. Mira las tuyas, qué diferencia.

-No importa. Eso no importa. Es más una cuestión de práctica. Repite.

-Oye, ¿y con esto te ganas la vida?

-Si estás en el lugar adecuado… Quiero decir, en una orquesta o similar, sí.

-Pero no en la calle.

-Depende de la ciudad. Y el país.

-¿¡Ah, sí!?

-Por supuesto. Mejor cuanto más al norte. Peor la zona del mediterráneo.

-Oh, quién lo diría. En los climas cálidos parece más propio que la gente disfrute la calle.

-Y lo hacen. Los españoles, por ejemplo, no hay forma de que se metan en casa. Pero a los artistas callejeros…. Peor que a los perros.

-Cuestión de educación, supongo.

-Sí, de falta de ella, por decir mejor. En España la calle es para borrachos, chusma, mendigos. Si tocas en la calle no te ven de otra forma.

-¿Hablas por experiencia?

-No propia. Pero tengo amigos que lo han pasado muy mal. Detenciones, palizas, atracos… Esas cosas. Yo con mi piano era miembro de una orquesta, y hubiera hecho carrera como solista de no ser por esa zorra.

-Tu madrastra, imagino.

-La drogadicta, sí. Ella lo estropeó todo. Mi padre tenía los contactos para que yo me abriera camino.



-Influencias.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

miércoles, 9 de abril de 2014

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 127 (novela media)



Fausto y Charlotte, probablemente únicos pasajeros con más información de la debida, se hacían estas y otras preguntas entre un tápame esos agujeros o accióname este interruptor. O lo que es lo mismo: sóplame un si bemol facilón; haz en este plano un zoom que dé movimiento a la escena.


Con el paso de las horas, el acoso de unos enemigos imaginarios y el roce involuntario o buscado de unos dedos en disposición de enseñanza, fueron ambos acercándose como lo harían dos náufragos rodeados de tiburones. Es el egoísmo de la necesidad. La solidaridad de la supervivencia: te ayudo para que tú me ayudes y viceversa; pero si alguien debe morir mejor que seas tú.

No obstante, el acercamiento físico y mental era más fácil para ella que para Fausto. Bloqueado con el hombre que Charlotte aparentaba ser. Al menos Fausto sí era un hombre disfrazado como tal. Pero sus constantes atenciones, dedicación cuidados y enseñanzas no tardaron en despertar la suspicacia y maledicencia de otros pasajeros. Especialmente del jodido niño espía de ojos de sapo y de las gritonas españolas. Él decía a su madre: <>.

El niño, pese a su impertinencia y descaro tenía una disculpa: no había completado el desarrollo de sus lóbulos frontales y con ello el arte de mentir. Las españolas gordas… Bueno las españolas gordas gritonas soeces y mal educadas, parecía que tampoco.

Para los tripulantes italianos homosexuales de verdad entrenados en el arte de desenmascarar heterosexuales contrariados, la pareja era una ofensa pues ante sus ojos clínicos experimentados ninguno pasaba el examen. Por lo que no aprobaban tal comportamiento simulado. Una farsa inaceptable que les gustaría desenmascarar si no fuera porque en realidad a nadie le interesaba la verdad.

Aún con toda esta presión, Charlotte y Fausto seguían dedicándose su tiempo en exclusiva.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 126 (novela media)



O Chung-Ho, el cocinero coreano, que seguramente tendría la habilidad suficiente para cortar miembros de un machetazo. Y luego escuchar “On My Way” como si tal cosa. Tal vez el camarero malayo, limpiador de cocina y cantina, ayudante del anterior y por eso mismo: nada como el crimen compartido.

O puede que los chinos de mantenimiento y limpieza general del barco. Con todas las llaves de las dependencias para estas tareas. Aunque los italianos mecánicos y algo más que amanerados hacían frecuentes visitas a la maquinaria del sótano 2. Como dos eran los griegos, Babis y Besoj. Brutos para tareas brutas que bien podrían sacarle los ojos a puñetazos al primero que osara sólo preguntar. En solitario o con la ayuda de los tres africanos. Dos gigantes altos, de manos largas, huesudos y ojos amarillentos. Ayudantes de carga que asustaban a cualquiera con sólo mirarle. Encerrado con ellos un desgraciado confesaría lo que fuese. Pero el más temible de los tres era el enano. Dismórfico, de orejas caídas hombros descolgados mirada de psicópata y órdenes de déspota. Ejercía un domino absoluto sobre sus compatriotas que parecían obedecerle hechizados por algún embrujo.

O el holandés, segundo de abordo, sustituto del capitán en tareas de gobierno, silencioso pero mandón. Correcto un instante autoritario al siguiente. En realidad todos eran sospechosos. Quién de ellos estaba involucrado en asuntos turbios: contrabando amenazas quizás asesinato. Quién o quienes era malvado por naturaleza o experiencia. Déspota sanguinario y cruel. Con quién o quiénes era mejor no cruzar ni la mirada.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte 125 (novela media)


Como dos refugiados ante el desmoronamiento de su mundo, ¿qué sentido tenía todo aquello? ¿Cuáles eran las actividades ocultas del, o de los, responsables de semejante hallazgo? ¿Qué transportaba habitualmente aquel carguero? En qué puertos fondeaba con qué bandera conveniente qué mercancías declaraba. Por qué había opio en los barriles. Para qué guardar tanto dinero en una caja que el descuido debió olvidar abierta. Quién hacía uso del revólver y ante quién. Y lo peor: quiénes eran los propietarios de aquellos miembros humanos. Quién los arrancó y por qué fue que los perdieron. ¿Estaban vivos cuando ocurrió? ¿Cuánto sufrieron? ¿Se produjo la atrocidad en ese barco o era algún tipo de comprobante? Una prueba de vida, o muerte. ¿Quedaban más sorpresas desagradables, estaban ellos y el resto de pasajeros en peligro, llegarían a destino o serían arrojados al mar después de robarles y torturarles? ¿Era extorsión chantaje secuestro tráfico de drogas? Pues salvo por las drogas, en los demás supuestos también ellos podían ser víctimas.

Un poco absortos en sus temores otro poco idiotizados y un mucho asustados, abandonan el almacén en silencio. ¿Qué significa dukaanka? ¿Tiene algo que ver la inscripción LIBERATIO en todo ese asunto de los dedos las orejas y el dinero? Protegidos por la noche ahora saben cuánto de qué modo. Cuando llegan a su rincón, sólo Fausto se atreve a pronunciar unas palabras.


-Tenemos que grabarlo todo, o nadie nos creerá.


Dos jornadas transcurrieron dando clases: él a ella ella a él. De cómo manejar una cámara de cómo usar una flauta. Disimulando con estas actividades y sospechando de cada adulto. Los niños quedaban fuera por razones obvias; no es que les faltara maldad, incluso puede que alguno fuera sobrado, pero sí capacidad organizativa. Así que en esa compañía de sospechosos al frente por méritos propios y responsabilidad estaba el capitán. Con su empalagosa amabilidad y sus respuestas evasivas.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE