domingo, 28 de marzo de 2010

EXPLOTATION



EXPLOTATION


Queda la tierra.

Explotada está la tierra hasta la extenuación.
Por la azada del agricultor quemado por el sol
y las jornadas, que ya no son,
de sol a sol.

Queda el océano.

Agotados están los caladeros hasta el exterminio.
Por la red del pescador quemado por la sal
y los golpes de mar.

Queda lo que queda.

Queda la codicia. La avaricia.
El especismo. El final de las especies.
De uno mismo.

Queda lo que queda y no hay manera.
No hay manera de que aprendas.

viernes, 26 de marzo de 2010

BIEN Y MAL


BIEN Y MAL


Es larga la vida cuando las cosas vienen mal.
Son eternos los días y nunca vemos el final.

La pianista del momento dejó al auditorio boquiabierto.
Con un concierto a cuatro manos.
Todas eran de ella.

Amaestrados los pájaros pinzones
atacaron el palco de autoridades.
Sin contemplaciones, se acabó por fin este desfalco.

Visitó la ciudad el roquero de más éxito.
Parecía un ministro, con todo su séquito.
Poco tiempo atrás, él mismo se hubiera despreciado:
con sus letras heroína antisistema.

Aunque muy a mi pesar, he decidido no volver a verte.
Nunca más, será preciso.
Para no perder el norte. Ni la moral.

De los años que viví en el oeste,
salvaje y manso,
me he traído una pipa de arce,
media pepita de oro y un mapache.
Y la flecha de una nativa clavada en mitad del corazón.

Por la pipa contraje cáncer de pulmón.
Me robaron la pepita. La segunda mitad igual que la primera.
Murió el mapache arrollado por el tren.

La flecha he decidido no sacarla.
Por ser el único recuerdo que me queda.

Qué corta es la vida cuando las cosas lucen bien.
Son los días un suspiro,
del que nunca queremos el final.

jueves, 25 de marzo de 2010

EXÁMENES


EXÁMENES


Queriendo averiguar el porqué de cada cosa
he tomado nota de todo cuanto ocurre.
Tantos son los tomos reescritos
que he perdido el hilo de todas mis razones.

Razonadas o no, he creído y defendido
ideas, personas, pueblos
equivocados.

Ya no pertenezco a ningún ismo.

Desapareció el mundo, mi mundo,
por el que tanto había luchado.

Me desplazo a la deriva
de corrientes, continentes.

Ahora doy vueltas
y vueltas,
a lo que no tiene sentido.

Suspendí las asignaturas importantes.
Sólo sé que estoy perdido.
Aún así, ¿querrás venir conmigo?

DISTORSIÓN

DISTORSIÓN


El panadero hace bollos en el baño.
El fontanero reparte ostias, consagradas,
colgado de un alero.

La vaca sagrada en ensalada.

El bombero dirige la estación de Kings Cross.
Y todo el mundo hace la cruz y se santigua.

Hay un psiquiatra esnifando fluoxetina en cada esquina
del colegio. Del colegio de médicos.
Apostólicos y apóstatas.

Militares atienden a enfermos en hospitales de campaña.
Han caído todos en la última campaña.
La que los militares dirigieron, digirieron y parieron.

Las monjas suicidas hacen sustituciones en burdeles
mientras el niño del chupete golpea a su madre hasta matarla.
¡Por santa, por puta. Maldita la hora en que me pariste al mundo!

En el metro yonkis reparten margaritas y dinero.
A los viajeros.
Éstos esnifan las margaritas y se inyectan el dinero.

El revisor, el maquinista, el policía, todos se tiran a la vía.
Es estrecha y no se deja.

Ya no para el camionero en los burdeles.
Ahora se refugia en las iglesias.
Ancianas sordas le consuelan porque ya nadie le aguanta.

Ha cambiado la ruta el vendedor de helados calientes:
abrió mercado más allá del polo sur.
Sur o norte, da lo mismo.
El sol no sale por ninguno.

SIMPLE


SIMPLE


Me he cortado la mano,
a la altura del codo,
rasgando el abrefácil de una lata.
Qué esperaba, era de navajas.

He puesto la mesa perdida,
de mala leche,
por servir directamente del cartón antigoteo, y desnatada.
Menudo cabreo.

La puerta del frigorífico es antihuellas.
¡Está llena de ellas!
Nunca está, limpia del todo,
la superficie antimanchas de mi mesa de despacho.
Qué trabajo más tonto.

La pomada antiquemaduras tampoco evitó que me abrasara
los ojos, la cara,
cuando leí aquella carta incendiaria.

El espray antimosquitos parece que los llama a gritos.
Y me resbalo, todos los días, sobre el suelo antideslizante
en dirección a mi trabajo.
Por algo dirán que éste es salud.

El colchón antiescaras en que duermo
cuesta un ojo de la cara.
Más todas las llagas que me salen por usarlo.

El sótano de mi casa lo cubrí de pintura antihumedad:
tuve que abandonarla porque el moho no me dejaba respirar.
Ése que sólo aparece en humedad.

Las puertas antifuego de mi segunda casa
no impidieron que ésta ardiera tras la gran fiesta
de borrachos con cerveza sin alcohol.

No dejo de tomar bebida anticalórica.
Y no paro de engordar.

Ya voy por el décimo antivirus en mi pece.
Pero a todos aniquilan, esos mismos.

Resignado a que nada prometido me funcione
he pulsado el botón rojo antimateria.
Para hacer limpieza, más que nada.

Joder, se ha ido todo a tomar por saco.

miércoles, 24 de marzo de 2010

MARySOL



MARySOL


Y subidos a lomos de caballos de cartón
galoparemos sin descanso por las llanuras
del mar.
En las praderas de posidonias tomaremos infusiones de coral
servidas en viejas conchas de erizos
de mar.

Tras el caminar desorientado de un cangrejo,
de mar,
seguiremos el rastro de piratas del tiempo y navegantes del pasado.
Armados con colmillos de lamprea
nos adentraremos en las profundidades del abismo
con el valor de las tortugas recién nacidas.
Y por cada tramo explorado nos colgaremos una estrella
de mar.

Encajaremos las piezas
¡todas!
de galeones hundidos
y rescataremos a los inocentes que se ahogaron:
por la mala suerte, las guerras, la corriente.

Con elefantes
de mar,
y leones,
de mar,
prepararemos una cabalgata sin reyes ni magia.
Cargaremos en ellos todo el oro:
perdido, secuestrado, robado, expoliado.
Lo fundiremos para hacer con él escudos que nos protejan de los rayos
del sol.

A salvo, emprenderemos rumbo al firmamento
y seremos la estrella del momento.
Visitaremos estrellas
¡todas ellas!
Hablando de estrellas, ¿qué habrá sido de ella?

La oscuridad del cosmos no será tanta gracias al brillo
del sol.
Del sol de tu mirada.

Adelante, adelante. Siempre con pasos de gigante.

Desde el otro lado del universo,
haremos recuento de todo lo vivido y lo viajado.
Y habrá valido esta vida que nos dimos.
Regalamos, encontramos.

En un planeta enano descansaremos. Pasearemos.
Los años del invierno.
Pasearemos cogidos de la mano.
Nada como tu mano siempre a mano.

Desde un planeta enano recordaremos que nos conocimos siendo jóvenes.
Y aprendices.
Que maduramos hasta ser viejos.
Y felices.

Emprendamos este viaje que nos aleje
de todo lo que, por ser verdad,
o por no serlo,
duele.

Tendrá esto sentido
sólo si vienes conmigo.

RECETA SALADA


RECETA SALADA


Paseando por las hojas de tu viejo y nuevo libro de recetas:
verdadero testamento de que juntos fuimos nos quisimos y vivimos,
seleccionadas para mi por ti, según criterio de sencillez y tiempo de cocción,
entre la erre de retirar y la ese de servir,
encontré una i griega desteñida. Deslavada, borrosa.
Desvanecida. Compungida. Perdida, derrotada.
Extinguida. Ahogada.
Ahogada en una gota. Pequeña, diminuta.
Resumen de un océano de sal y tempestad.
Una gota breve, rápida, efímera. Fugitiva.
Lapso de un tiempo que suspira. Que se bate en retirada.
Resumen de esos años que juntaron nuestras vidas.
Que fueron toda la vida.
Hasta que con tu cuchillo de cocina decidiste asesinarla.

40 puñaladas fueron las dadas.
¿Tanta era la rabia acumulada?

Sentado, cansado, vi pasar ante mis ojos
tus últimos tiempos de bandazos. Codazos, escupitajos.
Algún puñetazo.
Ingredientes que sobra una salsa de hiel muy bien ligada
serviste en tu último plato:
el especial de la casa tras un largo año de ensayos.

Tragué, ya envenenado, aquel tiempo en un solo bocado.
El adiós tardío de quien hace tiempo que se ha ido.

Pero te traicionaron las emociones.
Como a todos. Como a todos.
Y se te cayó una gota, salada.
Quizás avinagrada entre tu Oporto y mi Jerez.
Quizás de un corazón macerado
al abrigo de una lumbre de invierno en el verano.

Entre la erre de retirarse y la ese de soñar, cayó una gota:
se te escapó una lágrima.

Seguramente, tampoco esta creíste que la viera.

Hoy guardo tu último libro de recetas
del que no me atrevo a hacer ninguna
pues temo morirme, de dolor.

Pero que fue lo último que de ti recibí,
con algo de amor.

FRANCOISE



FRANCOISE


Descubrí a Francoise bajo el letal abrigo de un alud.
Atrapada como un insecto en la saliva de un niño
pataleaba. Por sobrevivir.

Del esquí las tablas hechas leña.
De los bastones solo el mango.
De su sonrisa, un mueca. Un gesto amargo:
último aviso de la vida cuando anuncia su final.

Con pocas ganas y mucho compromiso, tiré de ella.
Tiré con fuerza, prisa y rabia.
Nunca quise lo que vino después.

Rescatada de una muerte segura
trató de compensarme hasta el último día de todos nuestros días.

Para empezar, me contó su historia.
Por escuchar, me quedé colgado de las ramas de su hablar.

Ella, dijo, también nació en el mediterráneo.
Allí el amor le sorprendió:
mirando al mar.
Y en el largo abrazo de aquellos rayos de sol
fue feliz, el tiempo que duró.

Con la ley en la mano y de la mano, trabajó. Viajó.
A veces, disfrutó.

Con los ochenta y su movida en la oreja y de la oreja
se dejó secuestrar. Por un viajero, a veces rudo, a veces caballero,
de las altas tierras del norte.

Se dejó deslumbrar, querer otra vez. Amar, tal vez.
Y del largo cortejo de la noche de amor que tiene que durar,
esta vez sí,
prendieron dos retoños. Retozando en la arena de una playa
fluvial.

Fagocitada y exhausta, estaba, otra vez, sepultada.
Se rescató a sí misma.
De un amor que tiene que durar y no duró.
Tampoco esta vez esta vez tampoco.

A lomos de una moto nacida para correr despacio
se sacudió, nuevamente la rabia nuevamente,
los recuerdos como piedras.
Los amargos momentos.
El tiempo pasado de un presente al que ya no pertenece.

Hoy Francoise se siente libre.
Ha pasado medio siglo desde el primer día que lloró.
Y ha llorado mucho desde entonces.
Hoy Francoise se da la importancia que merece.
Y se la han quitado muchas veces.
Hoy Francoise vive en su castillo
construido con esas piedras de recuerdos del olvido
y se siente fuerte en ese fuerte:
sobrevive.
Escapa del dolor que con el amor viene.

A veces se miente, a veces se niega.
A veces, ¡se siente valiente!
Cuando mira al sol aquel sol del mediterráneo
al que vuelve de año en año.
Pero es larga la noche y la soledad amarga.
De este otro alud, también letal,
nunca la pude rescatar.

Cincuenta años después
encontré a Francoise en un refugio a los pies de una montaña.
De nieve.
Hacía cruces con los puntos y puntos en los crucigramas.
Hacía, de todo, un anagrama.

Contarle yo mi historia quise.
Era tarde. Huída de este mundo hace tiempo estaba.
Tan sólo, entregarle la razón en una caja, yo buscaba.


martes, 23 de marzo de 2010

STRATOCASTER



STRATOCASTER


Recién nombrado presidente de la comunidad de desaparecidos
Thierry Erick aprendió a tocar la guitarra. Se le antojó,
¡un mundo mejor!
Escribió miles de canciones.

No contento con este sueño imposible
¡pretendió cambiar a las personas!
Para esto creó melodías sin fin.
Tocadas a un dedo. A dos. A mano abierta.

Llamó un día a la puerta del local
el presidente de la comunidad de aparecidos.
Le exigió que se callara.
Su argumento:
tanta ingenuidad, desesperaba.

O´CLOCK




O´CLOCK


Giran las manecillas del reloj.
A contrarreloj.
Honey, ¿dónde estás?

¿Qué fue de ti, de mi?
De aquello.
¿Sirvió de algo todo esto?

Creí un día verte entre las sombras de un mercado.
¡Cuánto me costó reconocerte!
Honey, ¿dónde estás?

Te vencieron los años como nos vencen a todos.
Te pasaron la cuenta tus errores.
Como nos pasan a todos.
De todo. De todo hay que rendir cuentas.
A todos y por todo.
¿No lo sabías?

Honey, ¿dónde estás?

Mentiría si dijera que sentí lástima por ti.
También por mí. Por esto y aquello.
No terminó la vida como lo quisiera yo.
Tampoco lo mereciste.

Han pasado veinte años
desde la última vez que nos amamos.
¿En verdad lo hicimos?

Honey, ¿dónde estás?

Ya no recuerdo.
Parece cierto que la soledad y el desamor
van de la mano.
Y en torno a un punto de giro dan vueltas al tiempo.
Del reloj.
A contrarreloj.

Rotas están nuestras manos, de tanto agarrarnos,
al dolor.
Rotas están las manecillas, de tanta vuelta inútil:
al reloj.

FOTOGRAMA EN NEGATIVO



FOTOGRAMA EN NEGATIVO


Y yo que tocar la guitarra no sé
entonaré canciones que no conozco.
Con nuestros ojos ciegos nos miraremos
recordando un pasado que no existió.

Inventaremos una vida, ya perdida,
haciendo de los fracasos éxitos.
Con las derrotas contaremos historias
de triunfos en reuniones de amigos
que no vendrán a vernos:
aplaudirán los monos del circo.

Sentados en mecedoras que arrojamos a la lumbre
acariciaremos los fantasmas de todas nuestras mascotas muertas.
Abriremos con desmedido entusiasmo
las cartas de los hijos que no tuvimos:
serán de cariño y comprensión.

Al futuro que no queda
encomendaremos la felicidad que buscamos.
Daremos la vuelta a la piel del mundo, tal vez así,
encontremos lo que buscamos.
Y nos baste lo que no existe ni hay.

Déjame refugiarme en un abrazo.
Que al menos éste, sea real.

ALTERNATIVA

ALTERNATIVA


Hay un tiempo para pensar
ese en el que parado, desnudo. Tal vez en pie,
tal vez acurrucado, le miras al espejo
y le interrogas te interrogas.
¿Quién soy y por qué soy?
Y para qué.

Hay momentos de duda
en que la duda te incomoda y te perturba.
Y de todo lo que hiciste quieres sacar la cuenta.
Y no te sale. Y no te sale.

Hay puntos de inflexión y reflexión.
Y decisión.
Donde el pasado se ha esfumado,
como siempre,
y el futuro no está claro.
Lo de siempre.

Hay ejes de giro, apoyo de palanca, radio de acción.
En la conversación suspiros,
Que deciden por ti, por mi, por nosotros.
Por todos ellos.

Hay un instante que determina
el resto de tu vida.

Es ese instante un constante.
Constatarla, es lo importante.

22-M


22-M


Hoy te he visto navegar por la mar gruesa de tus dudas.
Casi casi, naufragar.

Hoy te he visto atormentada
con tus decisiones no acertadas. Pero no equivocadas.
Producto del desconocimiento.
De estos tiempos revueltos. Casi o sin casi
revolucionarios.

Oh, honey, toma mi mano. Oh honey.

Hoy te he visto con la mirada distraída
en el horizonte de niebla
e incertidumbre.
Oh, honey, toma mi mano oh honey.
Que ésta sí es una certeza.

Hoy te he visto perdida en el laberinto de la vida.
De paso adelante paso atrás. Por un momento
a ninguna parte
has creído.
Y una lágrima entre tanto sufrimiento contenida.

Déjala, era una lágrima perdida. Y éstas,
ya tú sabes:
caen donde no deben.
Y sobre quien no las merece.
Oh, honey, toma mi mano oh honey.

Hoy te he visto al borde de la quiebra:
emocional.
De la ruptura:
sentimental.

Sentimental de sentimiento de impotencia
frustración y rabia.
Rabia de ser mejor y más que los demás.
Los demás mediocres que gobiernan tu mundo.
Y el mío. Que de mi aunque quiero no me olvido.

Oh, honey, toma mi mano oh honey.

Hoy te he visto sopesar muy a tu pesar el pesar
de no saber qué va a pasar.
Dónde tú vas a parar.

Oh, honey, toma mi mano oh honey.
Y échate conmigo.
¡A rodar!
Que este tiempo de preguntas sin respuesta.
De respuestas a preguntas nunca antes formuladas.

Que este tiempo de ida a pocos sitios y vuelta ya de casi todos.
De luz tras la larga noche de oscuridad que engendró la verdad suicida
Será lo que tenga que ser.
No sin antes, haberlo nosotros
decidido.

Hoy te he visto. Qué suerte que hoy
también nos hemos visto.


lunes, 1 de marzo de 2010

FLOR DE INVIERNO



FLOR DE INVIERNO


Encontré a Margaret enredada en la red.
En la red sin arañas que atrapa y abraza.

Tranquila, un poco cansada, también confundida
iba de la mano de su mejor perro guía:
lazarillo para ancianos que aún conservan la vista.
Pero han perdido las ganas de mirar y buscar.
Saben que pocas veces encontrar.

Allegados cercanos me dijeron que hizo grandes obras.
Que las obras de otros puso en conjunto
conjuntados a la vista y deleite de todos.
Que luchó como lo hacen quienes saben que no hay alternativa.
Que curó su corazón cuando lo rompieron: siendo tierno.
Que supo encontrar nuevo compañero
para compartir tareas de marinero.
Que una ola traidora le arrebató aquel revolucionario tardío:
siendo ya corazón maduro.
Pero antes una enfermedad fantasma alumbró su segundo retoño.

Dedicó Margaret los años a su cuidado:
al cuidado del segundo y primero.
Hasta que la tormenta sin fin que no deja vivir
con tozudez anclada en una isla hoy maldita
engulló y dispersó a sus retoños al mundo.

En este mundo de frío de abrigo de invierno
robé en un segundo el corazón del primero.
Ladrón de cuentos cuentacuentos soy.

Vive hoy Margaret alojada en la red.
De ella entra y sale para buscar alimento:
guayaba fuera, amor dentro.
Atracada su vida en un largo invierno
navío varado en la playa de una isla que se queda desierta
rayos de sol se cuelan a ratos.

Del árbol de mails nacen los frutos que endulzan momentos.
Como una niña subida en sus ramas se deja mecer.
Vuela su mirada con las gaviotas:
mar adentro, mar adentro.
Lejos están los dos salvavidas que se llevó la marea.
Lejos, más allá del horizonte muy lejos.

A veces hago de intruso y me cuelo en su árbol.
y amparado en la noche también dejo un mail:
palabras dispersas con rimas casuales
poemas en barcos de papel que Margaret recoge.
Colecciona musica y guarda.

Por ver pintado en su rostro la ilusión del hallazgo
ya vale la pena el esfuerzo.

BUS



BUS


Hileras de olmos condenados se yerguen en silencio
separando los campos.
Desde las aldeas de durmientes vigilan los propietarios de la tierra.
Hay un patrón que se repite en todas ellas:
casuchas iglesia cementerio. También pobreza.
Rencillas, mucha miseria.
Mental.

Los árboles caídos han sido asesinados:
por el viento que barrió esta tierra de cautivos.
Cautivos de la tierra
los propietarios de ella.
De vidas condenadas en su defensa.

Un perro trota solitario por un camino perdido,
el camino, no el perro.
Huyendo de ese rastro que deja la desesperación.
El desencanto.

Generaciones de soledad atrapados en rituales
que tan absurdamente nos encadenan.
Bucles de tradiciones estériles.
Mimetismo del comportamiento.

Aterradora es la frontera de la novedad.
Desconcertante su torrente de preguntas.
Sólo vendrá el cambio tras la invasión de la tragedia.
El advenimiento de una nueva forma de vida que pronto es vieja.

Mascan la hierba un puñado de ovejas aburridas.
Desentendidas.
Tampoco estará entre ellas el cordero de dios.
Tampoco está dios en esta tierra. Ni en ninguna.

Dejaré este paisaje.
Le seguirá otro que será distinto pero igual.
No cambiará la humanidad lo suficiente.
Parece que su sino es repetirse.

JUGUETERÍA



JUGUETERÍA

Ya enterramos hace tiempo
aquellos años de niños jugando a las canicas,
mejor si había chicas.

Ya dejamos atrás los fantasmas de la noche,
el señor del cuarto oscuro
el ladrón debajo del colchón
a Pérez con sus ratones desdentados
a los reyes, bueno a estos no del todo,
sólo a los magos.

Dejamos olvidados los patines
las casitas,
mejor si era con chicas.
Los coches a pilas.

En un tambor de jabón quedaron los castillos de madera:
de mil piezas excepto todas las perdidas.
En un armario el primer uniforme de colegio.
En un cajón los cuadernos de Rubio:
el señor desconocido mas por todos conocido.

En el recuerdo la emoción del primer beso.
En el estómago el nudo del primer sexo.

Ya perdimos hace tiempo la ilusión
por los paquetes nuevos.
Por los zapatos nuevos.
Por la camisa nueva.

Ya dejamos de creer que era el hombre del saco quien robaba
todos los juguetes.
Que lloraban las muñecas de verdad y que el carbón era
para los niños malos.
Ya aprendimos que el carbón es para todos.

Ya dejamos de creer en los amigos
las lealtades de compadres.
Pero sí en sus caprichos. Sus veleidades.

Ya dejamos de rezar para evitar el castigo.
Porque el castigo llega igual por mucho que hagas los deberes.
Los tuyos y los míos.
Ya pedimos perdón por todos los pecados.
Y nunca, del todo, fuimos exculpados.

Ya perdimos el chupete dos chupetes tres chupetes.
A cambio nos dieron caramelos de almendra. Siempre amarga.

Ya dejamos de fantasear con la tía buena. Voluptuosa y lozana.
Porque siempre se nos iba por las ramas.
Ya perdimos las ganas de correr tras la pelota.
De aplaudir en el teatro para niños.
De aprender canciones de payasos.
De seguirles el juego a los idiotas.

Ya dijimos adiós a todo lo que creíamos decir hola.
Y el vacío se instaló y fue el centro de la vida.
El centro y su envoltorio.

Ya dejamos atrás los años de vivir en la inocencia
Para malvivir, el resto de la vida,
en la indigencia.

Ya corrimos vivimos aprendimos,
cómo morirnos.

Ya se hizo realidad.
Ya está el fin de la vida
a la vuelta de la esquina.

MEMENTO



MEMENTO


Suelo traslocar lo real con lo soñado.
Lo vivido con aquello imaginado.
Está tan agitado el nido de mi pensamiento
que desorienta los escasos momentos de lucidez que,
a veces, tengo.

Por esto, no sé si fue una nube de la razón
que te encontré sentada, en aquel banco de aquel parque
de aquella tarde de verano.
De aquel largo año de búsqueda por los pliegues del corazón
y las circunvoluciones del cerebro.

Dudo si fue real aquel instante lejano cercano
de paseos por el bosque de las ánimas cansadas.
De visitas al club de los poetas muertos
De asistencia a galerías de soñadores y trotamundos.

Tampoco sé si fuiste tú o fui yo
quien dejó aquel sobre lleno de besos
en la bandeja, quizás de plata quizás de alpaca,
a la salida de este circo de la vida.

Tengo curiosidad por averiguar si existió aquel lugar,
tan pacífico tan hermoso,
donde prometimos perseguirnos, en bata y calcetines a rayas,
por las playas del mar del tiempo.
Revolcándonos las olas de los años.

No está claro si los largos abrazos los he disfrutado
o sólo deseado.

¿Tuya o mía la propuesta de aquel cursillo de desmemoria?
Para olvidar los malos momentos.

Sea quien sea, funcionó:
sólo recuerdo imagino vivo siento,
los buenos.

Y es esto lo que me hace sospechar:
sólo tú estás en ellos.

NOCTURNO



NOCTURNO


Esta noche pasé por tu casa
Colgándome por los balcones llegué hasta tu cama.
Mi intención, ¡tan clara!: hacerte el amor.

Pero te he visto dormir, con ese sueño inquieto que te dan las pesadillas.
Te he visto agitarte. Casi, casi, lamentarte.
Me he sentado a los pies de tu colchón
y he escuchado lo que entre tus sueños tenías que decirme:
Cuánto te quiero, amor, amor.

Así, a través de los cristales de mis lágrimas,
me he sentido el ser más pequeño de la tierra.

Acurrucada bajo el mar azul turquesa que mece la soledad que te acompaña
suspirabas, preocupada, por saber de mis andanzas.
Conocer todas mis idas y venidas.
Cuánto te quiero, amor, amor.
No marches más, quédate. Quédate conmigo.

Avergonzado, no me he atrevido a despertarte. Cómo hacerlo.
Cómo sonreír viéndote sufrir inútilmente.
Cómo no estar siempre de rodillas cada vez que me miras.

Intentado remediarlo, coloqué tus zapatillas al calor del radiador.
Tu bata bien estirada en la butaca verde montaña.
Tus pendientes, tus bolsos, tus abrigos.
Cambié el despertador por unas campanillas.
El vaso de agua por uno de guayaba.

En tu maleta de sueños me he colado como un polizón.
Y lo has consentido.
Gateando sigiloso me he arrimado al olor de tu pelo, al calor de tu cuello.
Y ahí, muy despacio, te he dejado un beso tibio.
Lo has sentido, sé que lo has sentido.
Una vez más, te he oído:
Cuánto te quiero, amor, amor.

Has dejado de agitarte, había paz en ti.
He pasado la noche cuidando de ella. De ti.
También de mí.
Porque esa felicidad siempre la devuelves.

No me quieras más por esto. No es altruismo.
Es egoísmo.
Cuidando de ti, estoy pensando en mí mismo.

Hoy duerme.
Si me dejas, también mañana calmaré tu sueño.
Si me dejas, si no te vas.