domingo, 4 de junio de 2017

GANGWAY

GANGWAY




Ni en el más bizarro de sus sueños pensó ninguna en esta posibilidad
cuando huyendo de su Filipinas natal embarcaron rumbo a la China dorada.
Y en ese reducto capitalista anticomunista que hoy es el puerto fragante
trabajan 14 horas seis días por un montón de dólares hongkoneses de poco valor.
En el comercio internacional
tantos ceros vacíos trasladan a oro su peso como tal
que no es nada.


Algo va mal en su nuevo mundo cuando por merecido descanso no obtienen más que un día en la pasarela que conduce a central station
tumbadas en el suelo sobre refugios de cartón.


Como descarga de culpa social
sus vecinos de barrio y portal lo llaman acampada al aire libre.


En verdad es al aire encerrado:
sobre el humo de autobuses de dos pisos,
los chirridos del tranvía,
las bocinas de los taxitoyota,
la brisa viciada del brazo de mar que contaminado de asco se asoma a la ciudad,
el reflejo gris en las paredes de cristal de modernos e intrascendentes rascacielos con sello europeo,
y la eterna indiferencia de todos los viandantes
quienes sin descanso prefieren la pantalla virtual de su Ayfon
a la vida real de su ciudad en permanente estado de caos.


Tras comer sus variedades de arroz con ingredientes difíciles, duermen sobre trapos de cocina para olvidar el presente.
O juegan a las cartas y al mahjong para olvidar el futuro.


A las seis de la mañana del día siguiente,
todo estará vuelta a empezar
y nadie les preguntará cómo fue otro día de fiesta sin fiesta ni nada que celebrar.




© Christophe Caro Alcalde






viernes, 2 de junio de 2017

I SEE YOU



"I SEE YOU"




- Te veo bien.



Me dijo aquel amigo perdido en el oscurantismo de quince años de ausencia.



- Me han operado de cataratas.



Añadió con su pose de auto afirmación prendida de la solapa igual que una bandera de oro.



Sonreí con esfuerzo.

Acababa de enterrar a mi último familiar en una fosa poco común por falta de presupuesto.

Aquel, era mi sombra.



Mi yo después de haber yo pasado

por este país de Segismundos narcotizados,

Anacletos disfrazados de reinas y Javerts sodomizando ciudadanos.



El dedo grueso del pie acariciaba con amor

ese gatillo fino de un revólver cargado con munición de punta hueca.

Estaba deseando descerrajarle el tiro definitivo

que todo imbécil precisa alguna vez en la vida,

cuando sobre mis hombros de hombre cansado puso su mano de hombre asustado:



- Te veo bien, porque yo estoy muy mal. Ayer murió mi mujer.



Consternado por un pellizco de empatía, aflojé ese gatillo a punto de soltarse la melena caliente.



- Ya somos dos:

hoy me he enterrado a mí mismo y no sé cómo seguir ni qué hago ya aquí.



- Te entiendo. Esta vida no tiene sentido.



- Esta y la otra.

Pues después de haber muerto no diría que he notado algún cambio.



Susurré con el miedo de un difunto perpetuo

que no sabe si encontrará la paz algún día.



- Vámonos. Vámonos rápido. Amigo mío.



- ¿A dónde?



Pregunté con un interrogante de alivio colgando del cuello igual que un cencerro.

(Será por esto que siempre me sentí un animal apunto de ser degollado.)

Por fin, alguien, proponía un cambio y parecía sincero.



- A los acantilados. Me han dicho que abajo quedan sólo peñascos.

Que no hay ola que los rompa ni cabeza que no se rompa.

¿Me sigues?



- Te sigo. Te sigo, amigo.

Pero antes espera, debo resolver una inquietud que me pesa de años.



- ¿A ti? ¡Con lo bien que te veo!


- Espera. Espera y verás de verdad.



Y diciendo esto, no pude evitarlo.

Disparé a mi amigo del alma y la pena a bocajarro.



Un río de sangre seca se esparció como barro por la acera.

La cabeza, se fue rebotando como tontos guijarros.



Descubrí, así, que mi amigo ya estaba muerto hace años.



No sé por qué no me lo dijo.

Antes le hubiera seguido.





© Christophe Caro Alcalde





















CORAZÓN RE-UNIDO









"CORAZÓN RE-UNIDO"







Soy un ser sentipensante

- me dijo aquel espíritu del libre sentimiento

con su corazón atravesado de costuras y duelos.

Y su mente preclara cruzada de vida:

de sus trampas y canalladas.




Con mi habitual falta de oportunidad analítica

respondí un "Queda siempre un mañana"

arqueando las cejas igual que un gato frente a lo insólito.

O una cucaracha panza arriba, pateando el cielo ante lo inhóspito.

Puse en evidencia mi insignificancia,

y suerte tuve de que en cuenta no lo tuviera.




Aun con todas mis carencias y nulas habilidades,

aquella mujer de sonrisa clavada al rostro como una coraza

bandera enarbolada al viento que con más furia sople

y energía de reserva infinita

narró ante mis ojos torcidos cómo la mala salud le había jugado la peor de las malas pasadas.




Robándole a mordiscos de bestia voraz

trozos en vivo de su corazón indefenso.

Partes enteras de su alma nunca manchada.

Miembros completos de su cuerpo años de vida ilusiones truncadas.




Lustros pasados y por venir quedaron en la cuneta como montones de polvo;

sin propósito ni sentido.

Escribiendo con ello un nuevo futuro:

Un mañana que nunca estuvo previsto un baúl de preguntas sin responder un desaire permanente a esa vida ladrona y un vacío imposible de conquistar.




La salud rota arrasó su campo de caña con bolas deformes de cañón traidor y pirata.

Expansivas pelotas de carne que crece y no cesa

invadieron de minas antipersonal al ser más indefenso que en su vida existiera.

Quiso miles de veces hacer un trueque a la parca:




- ¡Llévame a mí, cabrona!




Le espetó le pidió le rogó le suplicó y le lloró ni sabe las veces.

Tantas que no lo recuerda;

sí sabe, que no funcionó.




El martillo indolente de una sentencia perpetua

aplastó las cartas de indulto como revienta una oruga

bajo la pata de piedra de un elefante.




Y en una caja con aroma de sándalo y virutas de mirra

guardó todo el amor que no cabe en el mundo.

Los grandes proyectos y los pequeños momentos.

Los besos chiquitos y los abrazos eternos.

Aquel pulgar siempre en alto,

y una adoración envidiable a todos los perros.




En otra, más negra y cubierta de clavos,

la rabia la ira la incertidumbre la vacilación la atonía de los momentos perplejos.

La furia, el desgarro colérico de quien no puede soportar mayor despropósito ni tanto tormento.




Han pasado varios rosarios de días tras aquel desgarrador encuentro con el capricho egoísta de la injusticia divina.

Como cicatrices de guerra le queda una lección que nunca quiso aprender:

dejar de creer en los planes inmensos

que necesitan varios mañanas para ver su buen término.




Hoy vive el hoy como lo que es:

quizás no más que un segundo.

Sin que medie un tercero y no soñad con el cuarto.

Un frágil suspiro en el tiempo.

Una exhalación en el huracán que asola tierra y cielo

sin ser,

este ser o no ser que todo lo tuerce,

no más que otro acontecimiento.




Pero,

en la intimidad de su cuerpo cuando se enfrenta por azar al espejo

y siente que algo late por dentro,

de un salto que más es un sobresalto,

bajo una cascada de agua fría disfrazada de abúlica ducha,

se arranca las ganas y la rabia y la tristeza con una esponja de rosas y jabón de azahar,

porque...




Porque sí: aún está viva.

Y aunque piensa por fuera,

¡ah dios!

Cómo siente por dentro.







© Christophe Caro Alcalde