viernes, 4 de noviembre de 2011

OLVIDADA MILAGROS




OLVIDADA MILAGROS


Olvidada milagros:

las cosas van cambiando desde el día que te fuiste.
La casa está distinta; terminé aquella dura empresa en la distancia.
Aunque tú nunca lo creíste, te gustaría ver el resultado:
para disfrutarlo solamente.
Te gustaría salvo por el hecho de que yo fui el empresario,
ese ser abominable, ya lo sabes. Cruel y cavernario.

Nuestra granja de animales va en descenso. Mufi fue el primero en marchar,
no sé si lo recuerdas: apareció malherido,
habituales sus peleas callejeras por un dominio total del territorio.
Para luego marchar y no volver más.
Desconozco a manos de quién o qué murió. Pero sé que lo sentí.
Canela regordeta y cariñosa. Adiós, querido adiós.

Aún cuelga su foto junto a nuestra Umma en su camastro diminuto.
Camastro en el que hizo ella su primer viaje de mudanza.
Con nosotros entre miedos y vómitos.
Tú conducías, yo la acariciaba tratando de ahuyentar otro dolor.
Negro dolor, como todos, con orejas largas y patas algo cortas, como pocos.
No se llena el vacío tan fácilmente.

Pronto su elegancia y caminar de pasarela
nos hizo ver que Umma era distinta:
más y mejor que los demás.
Compañera de carreras al monte en bicicleta,
de días trabajando en aquella tierra de frío y soledad
lugar al que tus desaires y caprichos me exiliaron como un apestado y criminal.
Allí hemos vivido los dos últimos años.
Sumando soledad con soledad.

Volví cuando se agotó el fondo de reserva
y a punto de culminar mi otra gran obra.
Que no me hace mejor sino distinto,
y que suman frustración y vacío al desencanto.
Volví no para descansar, sino para no saber cómo seguir ni adónde ir.
Perdidos están mis objetivos y poco claro mi destino.
Diría que éste siempre fue oscuro,
sin alejarme demasiado de lo que es verdad.
Y lo que no.
No sé quién soy ni qué seré,
suponiendo que algo quede de este montón de confusión,
pero no creo que sea para mejor.

Contigo aprendí a desconfiar del mundo entero
a perder aún cuando ya estaba perdiendo.
Y si bien sé que sólo inspiro tu desprecio
me queda una mala noticia que contarte:
murió ayer Umma de un cáncer fulminante.
Con mis ojos vi aquel trozo que reventó sus intestinos
de carne amorfa y asesina.
Dejó de correr, dejó de jugar, dejó de comer.
Al final, también de respirar.

Queda en la retina la imagen sanguinaria e indescifrable de la muerte
creciendo en el cuerpo de Umma aún caliente,
cuerpo que vive aun cuando muere,
y sus últimos latidos ignorando el desenlace.
Sin yo presintiéndolo, ni despedirme hice.
Queda en mi vida más soledad, si esto es posible.
Y la culpa de no haberla podido reparar.
Se fue su vida de nosotros, como todo se va.
O se me va.

Amortajada en plástico la enterré.
Como así fue con la primera dama que entró en esta casa:
parece ahora este un lugar que es más un cementerio.

Y de aquel que fue nuestro presente
hoy sólo queda mi pasado.
y éste, éste siempre es un ausente.
Difícil pensar sólo en el presente,
siendo tan corto como es insuficiente.
De tiempo ventana escasa y breve
lugar por donde se cuela todo lo que hiciste
y lo que no,
pero debiste.

Olvidada Milagros,
no me contestes cuando leas esta carta.
Ya ves que, de lo nuestro,
no va quedando nada,
lentamente

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