jueves, 7 de septiembre de 2017

GANSTA SOUL



GANSTA SOUL






Aquella negra caderuga se comía el micrófono con su boca de cielo y al público con su culo de infierno cada noche en el Oliver’s.



El garito más chic para la gente más cool de todos los snobs que vivían como podían y aparentaban como ricos en el barrio más Up del Uptown más exquisito de todas las ciudades exclusivas del país.

Por el día.



Porque al prenderse las luces por los barrios

el animalario mutaba y los santos que a la mañana compraban pan de alpiste,

a la noche vendían polvo blanco y carne de fulana blanca encomendados a la virgen blanca con la pólvora más negra en el cepillo;

por si hubiera que redimir corazones resentidos o almas lastradas de remordimiento con necesidad de contarlo todo al primero que preguntara.

Policía con ganas de hacer carrera rápida,

o periodista por lo mismo, mayormente.



Pero la negra de boca de miedo cantaba siempre ajena a esta forma de resistir en el mundo y el público inmerso en su batalla diaria lo agradecía:

en la tregua del Oliver’s les daba tiempo a quitarse la sangre de las manos con las blancas servilletas de la cena.



Así había sido durante los últimos seis años,

y la banda de músicos de noche ladrones de día que le acompañaba mejoraba en cada show.

El último, a pleno sol, fue todo un éxito de crítica y público.



La prensa especializada en chismes y diretes elevó su actuación a la categoría de gesta.

El público, al conocer la noticia se entusiasmó y rebosantes de esperanza acudieron esa noche al Oliver’s para disfrutar en directo y persona de sus vengadores.



Cuando la negra de boca espectáculo terminó su canción y quiso presentar a la banda, los espectadores en masa saltaron al escenario como pulgas.

Querían conocer personalmente a sus héroes, darse un apretón de manos un abrazo un restregón incluso.



Para inmediatamente después reclamar su parte del botín del show de la mañana:

el mediático golpe maestro al Banco Del Tesoro.

La banda no dejó un solo lingote ni siquiera la tinta de los bolígrafos o la ceniza de los puros del presidente en la papelera.

Como despedida, clavaron con tres chinchetas de plomo un mensaje en la puerta del edificio:



“Esta noche doble sesión en Oliver’s. Repartiremos bocaditos de pan de oro entre los asistentes y las calles volverán a ser nuestras.”










© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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