martes, 24 de enero de 2012

SILUETAS



SILUETAS


 Cómo me gustaría que dejaras de perseguirme.

Que allá donde voy no te encontrara. Delante, detrás.
A veces a ambos lados.


Qué no daría para no verte más y huir de tu presencia.
Esquivarte a la vuelta de la esquina y corriendo por los callejones más oscuros
despistarte.
Es ahí donde creo que te engaño: en la noche cerrada
perdido en un bosque negro entre aullidos de lobo hambriento.
Pero, ¿son ellos o aúllas tú? ¿Quién de todos me devorará primero?


Paso las noches muerto y despierto,
porque no te encuentro y entonces tengo miedo.
Miedo de que por la espalda me asaltes, tu sitio favorito del acecho.
Sé que andas persiguiéndome,
también ahí en el negro bosque de la negra noche del negro lobo hambriento,
porque te veo cuando hay luna plena.
Y solos tú y yo, temo el momento en que te decidas y me mates.
Por la espalda, como siempre haces.


Cómo me gustaría que dejaras de estar donde yo estoy.
De escuchar lo que digo y no opinar.
De aprovecharte de mi esfuerzo para hacer cumbre en cualquier pico.
Alcanzar cualquier lugar. A veces, incluso antes que yo.
A ti qué más te da, solo tienes que esperar.


Eres indecisa, cobarde y perezosa.
Sólo me das cara cuando el sol tengo a mi espalda.
Lo mismo avanzas tumbada que de pie.
Sobre las llamas o flotando en el agua.
A veces veloz, al menos tanto como yo,
otras quieta a mi lado cuando duermo o descanso.
No para protegerme, sino para cobijarte.
Surgiste en cuanto nací. Sólo te irás cuando yo desaparezca.


Cómo me gustaría que dejaras de ser mi sombra,
porque me recuerda que ahí donde tú existes,
yo también.


Porque me recuerdas a mí.









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