lunes, 26 de febrero de 2018

JUSTICE



JUSTICE 



Hagamos un esfuerzo por entendernos.

Pues aunque sé que no podemos, disimulemos.



No diré que tú empezaste. Arrojándome el lápiz rojo pasión de tu caja de colores.



No diré cómo te respondí. Haciéndote tragar la goma para tinta azul Milan.

Apenas dos arcadas después y la goma ya estaba fuera:

a los pies de un profesor imbécil y mediocre enamorado de sí mismo.



Nos encerró a ambos en el cuarto de pensar.

Otro armario ropero con olor a naftalina y orines de alumnos asustados.



En la oscuridad carcelaria que transforma un guardarropa en mazmorra,

y al sujeto con migajas de autoridad en tirano con aspiraciones de borrar a los demás en el mapa de su mundo, hicimos un principio de pacto:

nunca dejar crimen sin castigo.



Juntando nuestro cumpleaños número 12 en un solo festejo de primaria, preparamos una merienda de chuches, mortadela y coca cola.

Ésta y los chuches para los profes, la mortadela para nosotros

que aún estamos en edad de crecer sin hacernos de mayores otros gilipollas de provecho.



En la coca, cantarella. A nuestra tierna edad podemos olvidarnos de lo light.

En los chuches, ricina. Enseñanzas puestas en práctica, como pedía nuestra inocente profesora de química aplicada a la vida irreal.



Pocas horas duró el pavo en la mesa de trinchar. Se diluyó en vómitos y diarreas como un azucarillo en la saliva de un asno.



Los inteligentes servicios de investigación policiales presto acusaron al mayordomo:

otro bedel sin formación que no supo defenderse y cubrió rápidamente la plaza libre del culpable.



No obstante, quedan cabos sueltos que debemos corregir:

las fotografías colgadas en el vestíbulo del colegio con los caretos de todos los profesores muertos.

Nuevo insulto a la sabiduría de los niños.



Tan sólo tres semanas para las vacaciones de verano, pongámonos de acuerdo: resolvamos.



A mi padre aún le queda gasolina en la garrafa de su motosierra.

Al tuyo, bengalas de su bote de pesca.



¿Qué esperamos?



Hagamos un esfuerzo por entendernos. Pues aunque sé que no podemos, ha llegado la hora de hacernos justicia.



Para siempre.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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