miércoles, 22 de diciembre de 2010

CAN


CAN


Hoy me he dado un atracón de carne. Unos buenos filetes para comer.
Estaba harto de tanto pescado. Además, a saber quién habrá pescado ese pescado.
Y si se habrá lavado las manos antes o después. En fin, como digo,
hoy carne. Poco hecha, al gusto. Vuelta rápida por las brasas.
Fuego con madera de roble y arce. Algo de caoba y raíz de olivo.
Y es que estaba harto de los muebles de casa. Tanto limpiar y limpiar para nada.
Siempre la misma rutina.

Cerilla y fuera. ¡Qué fogata! No ha quedado ni uno entero.
¡Dios qué lumbre! Ni el mismísimo infierno, ya que ha salido dios por ahí…
Han ardido todos los muebles… Y la casa entera. Maldita hipoteca.
No sabía cómo acabar con ella. Así que me he dicho, ni pa ti ni pa mí.
Se jodió el banco. La cara que pondrá el director cuando se entere.
Pena no verla. Lo que sí he visto ha sido la jeta del vecino,
cuando a las 5 de la madrugada le he despertado gritando: ¡fuego, fuego!
¡Que se te quema la casa!
En calzoncillos ha salido corriendo el gilipollas. Lo asustado que estaba.
Yo, que lo tenía previsto, le he esperado a la vuelta del callejón.
Y según ha doblado la esquina le he metido una hostia con el azadón.
La cabeza por la mitad le he partido.
Venía con los ojos desencajados, por el miedo, y la mandíbula, por el sofoco.
Qué gozo.

He terminado por desencajarlo del todo. Favor le he hecho.
Total llevaba una vida de mierda: su mujer le engañaba, los hijos le robaban.
Una mierda, ya lo he dicho.
En el suelo ha quedado tendido ensuciándolo todo con su asquerosa sangre.
Y claro, me ha entrado el apetito.
Apetito de carne.

De vuelta a casa, a la casa en llamas, he sacado la navaja que llevo
para solventar disputas inesperadas, o para las grandes ocasiones
en las que me toca despiezar un jabalí, un ciervo o un guardabosques
y le he cortado el gaznate de un solo tajo a mi perro,
que se había acercado a saludar asustado por el fuego.
Lo he deshuesado allí mismo. Y luego, carne a la brasas.
Carne de perro bien cebado. Mira que estaba gordo el cabrón.

El caso es que, después de tantos años juntos,
habérmelo comido me da una sensación caníbal.
Era como mi hermano. En el fondo.

Pero yo tranquilo. Aquí sigo tragando.
Sé que se me pasará.
Como todo en esta puta vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario