domingo, 19 de diciembre de 2010

SU ERTE


SUERTE


Al dios de las gallinas imploro
al de los cerdos los sapos y todos los animales.
Todos los días.

Velas pongo en el altar de cada virgen que por tal se haga pasar:
crisis aguda de castidad sobrevenida.
Después de haber vendido su cuerpo por despachos y consejeros
que aquello no era por dinero y en cuenta no lo tendremos.
Llámalo sobrevivir. Tal vez trepar.

A los nomos del bosque, hadas madrinas, príncipes de las tinieblas.
Princesas de la luz apagada.

A faunos y trasgos, espíritus, buenos y malos.
Hechiceros y brujas.
A las constelaciones alineadas o rompan filas.
A la santa compaña y puta compaña.
A la magia negra y magia blanca.
A los masones los tres mosqueteros y Willy Fog.
A todos los dioses paganos y a esos que tan bien pagamos.
A changó al guajiro al gipayo.
Al presidente del poncho con todo su país hambriento.
Al forajido y al inspector de hacienda. Otro forajido.

A la música la pintura la escultura.
Si es necesario, también la pedicura.
Y porqué no al cura, que tan bien sabe de pedí.

A los días soleados y a las noches de tormenta. Y viceversa.
A la primavera el otoño y las cuatro estaciones:
las que separan mi casa de la Plaza de Callao.

A San Antonio y Santa Cecilia
que tan buena pareja hacen en el altar de mi pueblo.
Al cuerpo de policía de bomberos y al cuerpo de los toreros:
después de una buena corná.

A todos tengo que dar gracias,
porque el día que tú te fuiste
me cayó la lotería.
Si esto ya lo sabía, no sé por que no jugaba.
Cegado será que estaba
por tus años de mala suerte.


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