miércoles, 28 de diciembre de 2011

ALLÁ EN EL OTRO LADO


ALLÁ EN EL OTRO LADO


Dice la vidente,
esa pelirroja que a todos cobra y miente,
que tu madre te pide perdón y te perdona.
La madre que te parió y escupió nada más verte.
Madre a su vida atenta. A su cuerpo, amores y lujos.
Algo menos a su alma; la que hoy te habla,
mira tú por dónde.
¡Y vete a saber desde dónde!

Dice la vidente,
esa morena cambiante y serena,
que tu padre está con ella. Agarrados de la mano.
Ahora en paz, para variar y sin que sea un precedente.
El padre que te engendró y os abandonó nada más verte.
Se diría que el error no fuera que nacieras, sino verte.
Y no será por fea.
Vida engendrada del deseo, resuelto con torpeza y muchas prisas,
pero no por ello vida deseada.

Dice la vidente,
esa rubia peróxida y oro,
que tus padres quieren verte, esta vez sí. Mira tú qué cosas,
tiene esto de la vida y de la muerte.
Que te añoran por lo mucho que te aman.
Que no les hagas otro desprecio, y vayas.
Que allí donde están todo va bien.
Ya tu madre tiene plaza fija:
primera dama en el burdel de todos los santos.
Que tu padre ha dejado de beber para olvidarte,
y disfruta de trabajo estable:
chófer a tiempo completo de la virgen que esté de guardia,
dispuesta a todo y para todos.
Una virgen siempre es virgen y hay quien eso paga.

Que ambos han comprado una casita,
linda, acogedora y ya pagada:
con horas extras de ambos en el vivero de las llamas.
Que la habitación de la buhardilla es para ti.
Con dos puestas de sol diarias, vistas al mar púrpura de oleaje grado medio,
y luna llena cada noche.
Que no han olvidado detalle. Serás por fin la nena que no pudiste.
Ya nunca más repudiada y despreciada.

Dile a mis padres que esperen, pero que lo hagan largo tiempo,
que hoy nada echo de menos.
Que mi vida al fin ha dejado de estar desordenada.
Que he encontrado mi sitio en el mundo y alguna razón para seguir.
Que mirándome al espejo no me odio y no hay desprecio.
Que gracias a ellos aprendí que sin amor puedo vivir.
Y que si alguien pudiera a mí hacerme feliz,
hoy ya sé que no son ellos.

Diles, diles mejor que no me esperen.


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