miércoles, 28 de diciembre de 2011

TENSIONES



TENSIONES


Clavando sus mandíbulas en el centro de las tripas
hundieron los cocodrilos al gordo y torpe cerdo del estado.
Gorrines todos, con él nos ahogamos.
Quizás no todos.

Espectros somos en una ciudad de escombros.
Entre torres de cristal, edificios cerrados y supermercados vacíos.
Entre despidos, paro y escasez.
Y hambre.

A otro tiempo pertenecen los reflejos de los escaparates
el lujo de las tiendas exclusivas
los grandes proyectos de un desarrollo insostenible.
Hoy vivimos en sótanos
pelándonos con los perros callejeros por las ratas de ciudad.
Para comérnoslas.
Parientes próximas, será canibalismo.

Hoy nos culpan del hundimiento quienes se cebaron con él.
Y enriquecieron.
Convirtiéndonos en cómplices colectivos de un fracaso individual.
Político.
Del poder descontrolado y la insensatez hecha costumbre, norma y ley.
De un sentido común en estampida y un sinsentido por decreto.

Los derrotados, todos nosotros,
los humillados insultados denigrados estafados,
los atemorizados asaltados maniatados secuestrados,
peleamos por un hueco entre cartones de basura
por un peldaño de escalera en la bocametro:
el interior es sólo para empleados y viajeros.
La compasión también se ha privatizado:
se ha de pagar por su atención.
Cuchilladas por una cabina cerrada,
el imperio telefónico hace tiempo que eliminó las puertas
para impedir que nos refugiáramos en ellas.

Ya no son los portales para los enamorados,
sino para los que por ellos nos matamos.
Ya no se encaraman los gatos a por las sobras que en la basura abundan,
la basura de los cocodrilos saciados de carne fresca y sangre coagulada,
porque saben que también a ellos los cazamos. Matamos y comemos,
a los gatos, que no a los cocodrilos,
junto a esas sobras que buscaban.

Pero este sistema perverso
ha transmutado en presas a quienes siempre fuimos víctimas.
Ha llegado la hora de la revolución
el punto muerto que precede al cambio.
Parece que no nos queden fuerzas
y nuestros líderes se pasaron al enemigo.
Natural, no se vive bien con perdedores.

Hoy es la nuestra una sociedad de cínicos, durmientes y cobardes.
Los primeros, casi, los únicos valientes.
Valientes por dudar de todo lo presente
por superar la angustia que da saber que sólo se vive entre mentiras.
En las filas estamos
del mayor ejército de zombis que conoció la humanidad.
Nos lamentamos, nos miramos.
Nos desentendemos.
Y entretanto, nos desposeemos.
Incluso de nosotros mismos.

Difícil conseguir más por menos:
gratis ha salido este desfalco masivo
al sonriente cocodrilo.

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