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jueves, 2 de septiembre de 2010
FRUTOS DEL BOSQUE
FRUTOS DEL BOSQUE
Retirado a esta vida de asceta:
sin hablar ni discutir ni gritar,
a un bosque de robles castaños acebos y fresnos he venido a vivir.
Anticipadamente he puesto punto final
a mis desventuras en el desgobierno:
inútilmente sufriendo por una empresa que no tiene futuro.
Tan sólo un amargo pasado de disputas y guerras internas.
De rencillas por nada que son heredadas.
No lo llames huir, no estarás en lo cierto.
Llámalo, sólo, vivir.
Aquí de las ramas no cuelgan fantoches.
Ni hijos de puta ni putas.
Sólo hojas bellotas castañas.
Guardaré las primeras para encenderme la lumbre.
Mis cerdos comerán las bellotas antes de que yo me los coma acompañados,
de castañas.
Espero en este lugar de reposo encontrar la paz que nos falta.
Tal vez las respuestas por las que hice el camino.
Y todo lo que hice y por qué para qué.
Qué objetivo persigo.
Aunque dudo encontrar, siquiera, el objetivo,
la razón de las cosas.
Y si alguna vez yo tuve razón.
Se llevó el viento los compromisos adquiridos.
Deslavazó la lluvia los apretones de manos,
los abrazos fueron un chasco.
Por esto, de chasco en chasco y de charco en charco he llegado a este lugar.
A mi reino.
De soledad.
Donde nadie me miente me falla me engaña.
Nadie me insulta conspira se burla.
Lo que ves es lo que hay. Lo poco que hay.
Pero al menos es cierto.
Baja en ocasiones la fauna del monte:
las ardillas que siempre se van por las ramas,
los rebecos haciéndose eco,
algún alimoche buscando ratones. A veces, de noche.
Me mantengo con lo poco que como y que duermo.
Paso los días de guarida en guarida.
Teniendo siempre despejada una secreta salida.
Para la huida.
Quién sabe si hasta aquí llegarán también enemigos disfrazados de amigos.
Si huyendo de la traición y mentira me encuentro más de los mismo.
Nadie en quien poder confiar,
nadie con quien poder conversar sin temer qué contará.
Las habladurías calumnias y sonrisas fingidas hicieron de mí un escéptico.
Cruzando la raya de la desconfianza perpetua.
Viejo me hice, pues, sin pretenderlo antes de tiempo.
Hoy, cuando quiero adivinar qué hay en todo de cierto,
sólo tengo que mirar a los ojos,
de los animales.
Que salen del bosque a mi encuentro.
Compartimos sin lucha este espacio en el que no hay fortuna ni gloria.
Ni pena ni trampas de la mala memoria.
Muchas son las semanas que no hablo con nadie. Y he averiguado,
con orgullo y alivio, pues ya no tiene remedio,
que ni puta falta que hace.
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