lunes, 25 de enero de 2010

ÁRBOL



ÁRBOL


Con la espada, aún clavada, de mi última batalla
me he arrastrado hasta morir al cobijo de este almendro.
O abeto, abedul o fresno. No sé qué es esto.

Con la mirada perdida en el horizonte,
aún humeante, del combate
siento que pasa ante mis ojos la vida,
de los otros.

Respiro profundo a pleno pulmón,
encharcado,
y caen sobre mí las gotas del tiempo,
ensangrentado.

Los recuerdos que conservo no los quiero.
La vida que soñaba y anhelaba
ya no la espero.

Desciende en espiral la semilla de un tilo,
parece que eso era esto.
Es la vida que persiste y perpetúa.

Dejaremos paso, entonces,
al empeño del amanecer:
por volver.

Barridos como polvo seremos
por la insistencia indolente del viento.
Desertaré desertarás desertaremos todos.
Juntos haremos desierto. Y seremos.

Eliminados como manchas de una historia mal contada.
O silenciada.

Moribundo he venido a refugiarme a la sombra de un almendro,
ya no recuerdo qué era esto .

Ha llegado la hora
del silencio.

Del olvido.

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