miércoles, 14 de noviembre de 2012

TORMENTA SIN IDEAS





TORMENTA SIN IDEAS


Ay mujer. Tú sí. Tú. La de la tercera fila en el teatro.
De este teatro de marionetas en que has convertido tu vida.
De policías y ladronas. ¿Cómo era que llamabas a la mujer policía?
¿Policiesa? ¿Por aquello de princesa presa?
Pues aun siendo reina de los mares y las tierras dices tú que no gobiernas.
Que no reinas porque el rey y sus vasallos no te dejan.
Afirmas tú que no te dejan porque al rey yo lo veo amordazado
y a sus vasallos como perros enjaulados.
También has dicho que eran perros de presa:
¡Que los encierren y pongan un bozal! Qué es eso de ladrar.
¡Y a trabajar!

A trabajar para ti y tus vasallas. Que sí, que sí.
Que tú también las tienes, que te gusta mandar y ser obedecida.
Y gritar e insultar como el que más. La que más.
A todos callar.

Ay mujer que dices estar hoy indefensa en este mundo, tu teatro:
has saltado de la tercera fila a la primera dando solo dos aplausos.
Mundo de hombres canallas. Todos malvados.
Que ninguno de ellos te deja ser persona, y realizada, y protagonista,
en tu singular espectáculo de la vida de mentira.
De mentiras que hoy defiendes como puños con los puños.
Tú, indefensa.

Tú que al mundo, tu mundo, sigues enseñando cómo vives asustada.
Protegida entre granadas de mano, misiles de largo alcance y cazas.
Cazas F 29 contra hombres por control remoto dirigidos.

Por ese control remoto en que se convirtió tu gobierno
de falsos socialistas falsos
e impuestas paridades.
Aquel sí, en que un mediocre zapatero remendón y chapucero,
falso también y acobardado, con sonrisa de etrusca pelandrusca
y mirada de Demoiselle dÁvignon, de entre ellas la más fulana,
robó unos votos por la vía de las leyes trampa.
Trampa para unos fiesta para otras.

Mujer que arropada como una niña,
infantil por definición e inmadura por convicción,
con la prensa y todos los poderes represivos del estado
has hecho de la rabia y la ira tu modo de vida.
Tu modo tu medio y tu entero.
Que a fin de mes por esta guerra homicida,
nada que ver con feminicida,
del cielo te cae un sueldo sin merecerlo.
¿No dignifica el trabajo a la persona?
¿Qué vocablo usamos cuando lo que es indigno es el trabajo?
Pero no te importa. Miras para otro lado que la pasta es lo que cuenta.
Y el poder. El poder de arruinar la vida a los demás, hombres.

Mujer de la primera fila que has saltado al escenario
de un teatro transformado a tu medida y semejanza.
Donde vestida de amarillo y rosa
y brazaletes negros, que las muertes son muertes negociables,
convenientes a tu causa como números de cuentas y estadísticas,
al público femenino lanzas tus soflamas.
Y arengas a esa masa gritando
que ya va siendo hora de despertar para luchar.
Lucha que en tu caso es rabia es cólera es venganza.
Y al enemigo lo tienes bien definido: es hombre. Masculino singular.
O plural.
Más enemigo cuanto más hombre. Y cuantos más.
Más enemigo cuanto más por él te has visto rechazada.
Tú, que tanto te gusta ir de cama en cama de liana en liana
aunque a tus compañeras de batallón ocultas
quién te tiras cuándo cuántas veces qué días.
Los pares a Abimelec, los impares al Marqués.
Aquel te da placer el marqués algo menos.
Y algo más pues te compensa con dinero.
Y regalos. Y amistades importantes.
Mantiene tus finanzas saneadas y tu ego levitante.

Mujer teatral de teatro histriónica que la cabeza te has llenado
de mierda ideológica:
rabiosa excluyente persecutoria coactiva.
Nada hay original en esto pues así lo hicieron antes los fascistas.
Hombres y mujeres: ya funcionaba aquí la paridad práctica.
La persecución cuánto motiva, ¿a los perros de presa?
También a las perras, tratémonos de igual a igual.

Que has hecho de la democracia un fraude del fraude la venganza.
De la venganza un camino que hoy llamas libertad. Peor aún:
igualdad. Y en ley la has convertido.
Redactándola a escondidas en los sótanos de la perversión,
la manipulación y el engaño. Más conocido como política.

Enfundada hoy te hallas en esa bandera
para tapar tus encantos lo mismo que tus frustraciones.
Mira qué cosa más linda:
con los primeros disfrutabas, con los segundos jodes.
De ese joder bien distinto al que tanto te gustaba,
antes de convertirte en una adicta a la campaña.
A favor de la desigualdad.

Hoy te haces pasar por una de sus agentes
pero no es igualdad lo que ansías:
te has nombrado Agente de la condicional.
Pues sólo a condición de poder hacer tú lo que quieres,
cuando quieres como quieres,
¡y reclamar por ello!
dices haber recuperado hoy tú la libertad.

¿Qué te pasó dónde fue cómo cuándo por qué?
que te confundiste tanto.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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