jueves, 9 de octubre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 183 N



<>, iba canturreando un verso que oyó esa mañana no supo dónde mientras subía las escaleras con el cuerpo. Cuatro pisos sin ascensor dándole golpes y coscorrones hasta la puerta de su cuartucho-pocilga.

Un cliente habitual deudor ocasional médico oficial le pagó los servicios prestados, por ella, con servicios de cirugía interna, de él. Que no conocía pero el muchacho tenía buenas tripas y éstas sanaron. Cuando estuvo listo para defecar por natura, o que le volvieron a sodomizar sin estragos contra natura, la puta samaritana recuperó el tiempo y dinero invertidos en el fino muchacho cambiándoselo a su chulo por la libertad. De ella. Éste, con olfato para proxenetismo iniciático y harto de que su puta yonqui en decadencia rindiese cada día menos, aceptó el trato gustoso. Tanto, que le dio una propina de morfina adulterada y la puta se mató intoxicada feliz. Eliminó a la testigo y la policía local se alegró de tener una furcia menos en las calles sin tener que trabajar ni dar vueltas al respecto. El cuerpo entero veía con muy buenos ojos esta forma de autolimpieza: silenciosa y económica. Poco papeleo.

El proxeneta introdujo al muchacho en una red de humano traficantes que operaba en Osaka y Tokio, donde todos excepto Bae ganaron buenos yenes con él. En su pico de rendimiento más alto, fue vendido a una red mayor que advirtiendo su potencial lo cambió por cinco zorras de lujo a otra más grande que la revendió a una cuarta con ramificaciones internacionales.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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