jueves, 9 de octubre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 183 U



En el lado contrario al de los desechos, tras el grupo, una escala de hierro soldada a la pared culmina en una escotilla superior. Otro acceso quizás para rematar trabajos de limpieza si es que alguna vez los hubo, o supervisar la carga. Pero la escala ha sido convenientemente cortada muy por encima del alcance de una persona talla media. De la escotilla una gotera salpica el suelo. También. Agua que ellas capturan por turnos con sus bocas abiertas como pollos. Agua de lluvia para beber, agua de ola en ocasiones para limpiar heridas.

Superado el momento duda, una tras otra se van poniendo en pie. Alguna con ayuda: la debilidad, paradójicamente, va ganando fuerza. Fausto orienta al suelo la luz de la linterna: ya ha aprendido del anterior encuentro a no deslumbrar con hostilidad. Todas con vestido, la mayoría bajo la rodilla. Piernas desnudas, sucias. Amoratadas. Algunas han perdido hasta el calzado. Pies negros doloridos helados. Nueve mujeres veinte piernas.


-Pero, ¿qué es esto?


Del grupo sale una niña, sabiamente ocultada entre las supervivientes. La niña del pelo rubio del vestido ensangrentado de las apariciones fantasma exclusivas para Fausto.


-¡Eres tú! ¡Eres tú! ¡Charlotte! ¡Aquí tienes a mi fantasma! ¡¡Ven es ella, ven!! ¡Sabía que no eran alucinaciones! ¡Corre ven! ¡¡Corre!!


Fausto emocionado tira la palanca de abrir puertas le tiende la mano. Avanza la niña sin miedo, en realidad, ambos ya se conocen. Es la primera en abandonar la bodega aunque no su primera vez.



-¿Pequeña, tú cómo has acabado aquí?



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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