domingo, 3 de abril de 2011

PALETA


PALETA


Preclaro es el momento en que descubres que naciste para romperte
el alma el corazón y los riñones.
El alma los sueños esperando
El corazón el desamor lo fue secando
Los riñones trabajando.

Azul las excusas que antepones a romper con todo lo que debes.
Amarillo es el color de la rutina, ardiente como el sol.
Verdes los momentos de descanso, tan merecidos como escasos,
sobre un lecho de alfalfa para el ganado.
No te engañes, eres tú quien lo ha segado.
Blancas las preguntas que te haces cada día,
blancas de supermercado sin marcas conocidas.
Blancas baratas. Blancas de segunda clase.
Las cadenas no dejan que pienses en primera.
Negras las respuestas que te faltan, los silencios que te matan:
asaltacaminos acechándote mientras a ciegas y solo
en la noche avanzas.
¿Vuelves a casa o huyes reventado del trabajo?
Moradas las dudas, indefinidas como lo desconocido.
A medias de todo, concretadas en ninguna parte.
Rojos los sobresaltos como un corte en el pecho.
Con la sangre tiñéndolo todo con tu vida escapándose
descontrolada y furiosa.
Marrón la indecisión y el aburrimiento.
La falta de criterio, de ganas y objetivos.
Gris la tristeza. En esto hay consenso:
nadie niega que la llama apagada no ilumina. Una obviedad.
Transparente la verdad. Esa cosa rara que rara vez ocurre.
Difícil es de ver este color. Carente de densidad y consistencia.
Carente, en verdad, de color.

Otra perogrullada.



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