jueves, 25 de julio de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte V (relato breve)





No te disgustes, my love –solía decirle ella compasivamente cada vez que uno de esos entendidos en las obras de los demás incapaces de crear una propia le despellejaba. Pero él no podía evitar hundirse en una grave y profunda depresión momentánea de la cual siempre salía a martillazos. Pues a martillazos furiosos rompía todo su trabajo por haber elegido el camino equivocado: ese que sólo aporta frustración, que alimenta el entusiasmo con decepción y que, en el mejor de los casos, premia con un reconocimiento post morten.

Así, con los pedazos resultantes de sus arrebatos de ira y algo de cemento, revolvía la mezcla en una hormigonera doméstica para hacer con ella un mortero con el que llenaba unos moldes… De angelitos tiernos. Luego los pintaba de negro como su humor y su carrera, uniendo en una metáfora todo su martirio vital. Con todo ello, sólo podía utilizar ese color dado a brochazos de odio.

Contra todo pronóstico, aquel producto elaborado con desechos de furia y cubierto de pesimismo fue el gran descubrimiento para un comisario de arte oportunista y mediocre, necesitado de un triunfo rápido y rentable, y director a la sazón del museo de la ciudad. Montó con las piezas de la rabia una exposición en la que involucró al ayuntamiento y su concejal de cultura. Ávidos todos ellos de un golpe de prestigio ante las inminentes elecciones pues en cualquier otro momento no hubieran hecho ningún caso, tiraron rápidamente de agenda de contactos. A la inauguración del evento acudió lo más refinado selecto influyente mediático frívolo y vulgar de la sociedad. Sobra decir que con estos invitados el acto llenó páginas en la prensa de todos los colores. Y que los angelitos negros terminaron por ocupar nobles estanterías de despachos, salones de bibliotecas, recepciones de edificios públicos, hoteles y grandes empresas de la ciudad. La mayoría de los cuales adquiridos más por empuje mediático y esnobismo que por un verdadero aprecio artístico. Si es que alguno tenían. Nada pilló por sorpresa a Fausto, pues bien sabía que para triunfar en el arte no es tan importante el talento como la oportunidad: gracias a un oportunista tuvo la oportunidad de demostrarlo.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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