sábado, 24 de agosto de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XXXII (relato no tan breve)




Ella terminó por soltarse todos los botones quedando al descubierto la ropa interior, nada de prendas intermedias. A medio camino entre el recato tímido y la discreta provocación. De color granate intenso y finos encajes, nada hubiera hecho sospechar los gustos de la pescatera viéndola en el puesto, con su ropa de trabajo a grito pelao cubierta de suciedad y sangre. Hábilmente y sin preliminares robatiempos, le soltó el cinturón y bajó los pantalones.


-¡Vaya, patitos! ¡Quién me lo iba a decir! Viéndote tan serio con tu cámara y todo ese rollo intelectual que te traes. A mí dame canallas y olvídate de pensadores, pero contigo tenía curiosidad. Tú eres de los que despistan, que aparentan ser tímidos. De esos que parecen pedirte permiso para hablar y al menor descuido ya te están estrujando la cabeza por las orejas con su polla cruzándote la garganta. Sin darte cuenta te han echado el polvo de tu vida y han desaparecido. ¿Eres tú de esos? Porque me gusta.
Quitó después los patitos, que cayeron en los tobillos sobre los pantalones arrugados. Él estaba atrapado por los pies. Le empujó contra la mesa de despiece y las nalgas desnudas de Fausto se posaron en el frío metal. -¡Ay! –se quejó.

-Calla.

E inmediatamente engulló un pene sonrosado que adormilado y sorprendido comenzaba a desperezarse, a la búsqueda del oportuno morning glory. 

Con la mano izquierda trabajándose los testículos la derecha ejerciendo un suave movimiento de vaivén y la lengua enroscada al miembro como una serpiente a su presa, pasaron quince minutos de silencio. Fuera del cuarto gritos de Oferta del día Tengo lo más fresco y Ven aquí guapa eran el fondo sonoro adecuado para sexo imprevisto de trastienda. La surrealista banda sonora al trato más completo y orgánico entre un vendedor y su cliente. Con transacciones así no hay oferta que se resista ni competencia que la mejore.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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