A PESAR DE TODO
Estoy en un momento
transitorio. En fase de tránsito.
En lapso que sita en
pleno trance: separando mente de materia.
Pura paradoja de mí
mismo pues no hay mente sin materia que la sustente.
Pero lo intento.
Siento que migro desde
la absoluta inexistencia a una completa desaparición.
Que me diluyo entre los
minutos del tiempo y el solvente del espacio
cada día más vacío.
Visto así, soy un
emigrante, por tanto.
De mi yo de ayer al no
sé de hoy.
Soy un intruso en mi
hogar, un ocupa en el trabajo, un apestado en la sociedad
de desplazados. Nueva forma
de llamar a los expulsados
en la gran era de los
eufemismos y los discursos fatuos.
Siento que he cruzado
la frontera por el paso más estrecho;
ahí donde los animales
salvajes no se atreven a mirar:
caída en vertical hacia
el vacío ansía tragarse a cualquier desafortunado
en un trance o un
traspiés.
Sé que me alejo de un
ser que no era nadie para disfrazarme de un Don Nadie.
También hay clases
entre los desclasados,
extraoficialmente reconocidos
como inclasificados.
Abandono mi aquel yo del
inframundo
para no cubrir lugar
alguno en este mundo al descubierto.
Me llaman ahora
abandonado.
Renuncio al ser que no
fui y abrazo con fervor este nuevo ser que no será.
No alumbrará idea
alguna. No dará un salto en el tiempo.
No cruzará otra
frontera que la delgada línea que separa la paz de la guerra.
Aquella paz que no era
sino la antesala del duro conflicto que aguarda.
No dejo atrás sino
cenizas de una vida consumida.
No hay delante sino
polvo en un camino por este desierto de desesperados.
Muertos en la cuneta
los fatigados,
huyendo por dunas sin
fin los que nunca se rinden.
Arriba el sol como un
incendio. Bajo los pies la arena como brasas.
Nuestro destino es
arder. Arder y arder hasta desaparecer.
Estoy en ese momento de
tránsito que me sacará de la nada
y no llevará a ningún
sitio.
Y sin embargo, avanzo.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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