GOTA FRÍA
Vivimos como nos dejan
malvivimos como podemos.
En solitario remamos
nuestras balsitas de goma:
una y otra vez volcadas
por la tempestad de los tiempos.
Una y otra vez arriba
que hay que aguantar casi ahogados.
Al final de la mirada
el horizonte, que nunca alcanzamos.
En la distancia corta,
las rocas contra las que, en caso de duda,
estrellarnos. No lo llames
suicidio llámalo accidente que
para el gobierno, es más
conveniente.
Aplastada está nuestra
insignificancia contra el parabrisas
del avión que traslada
al poder supremo como dios en los cielos:
los que gobiernan el
mundo lo observan desde su firmamento
y nunca pisan el suelo.
Quizás por temor a caer muertos de espanto.
¿Y qué hacíamos
nosotros ahí arriba?
Nos dijeron cuando
niños que podíamos volar alto:
sólo era cuestión de
esfuerzo.
Nos convencieron años más
tarde de las oportunidades para todos
y los sueños posibles: sólo
era cuestión de proponérselo.
Ya mayores, las legítimas
ambiciones nos empujaron a volar alto:
otra vez el niño
soñando a ser alguien queriendo ser grande
buscando su lugar en
algún lugar alejado del mundo.
Ahí donde no hay nadie,
quizás sí puedas ser alguien.
Es el espacio aéreo zona
reservada:
para los que viajan en
Jet que nos mean encima. Y a carcajadas nos gritan:
¡Eh, debéis estar
contentos! ¡Mirad, por fin llueve!
Sobrevivimos como
podemos tragamos lo que nos cae.
Bebemos alegres esta
lluvia del cielo.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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