RENUNCIA DEL SER. Y ESTAR
Por no poder salir
adelante van vendiéndolo todo,
comenzando por los
grandes sueños.
Los mejores a precio de
saldo; los malos hubo que regalarlos:
para que otros más listos
cambiándolos de envoltorio
sacaran tajada de
ellos.
Después fueron los
muebles: pocas pertenencias malas su mayoría.
Valor el sentimental:
de haberlas construido en el mejor de los casos.
Con sacrificio y sus
manos.
La casa no les dio
tiempo: antes de pensar en vender ya se la habían quitado.
En la calle de cuatro
patas tuvieron que pensar en sus hijos.
La forma menos cruenta
de deshacerse de ellos.
Fue en el mercado de
abastos:
un mayorista sin clase
y trampas de categoría los compró a bajo precio.
Subastarlos como
ternera quería: Categoría-1ª.
Rápido los colocó que
hambrientos hay muchos pero los de carne humana
quienes mejor pagan.
Disimulando juran que es de ternera.
Seguido les quitaron
las ropas, que otra cosa ajena al cuerpo no había.
Tratándolas no más que
lo justo un buen traficante de desechos
las despachó como
trapos de cocina. Pues aunque parezca mentira
lugares quedan donde
todavía se cocina.
Ahí acabaron los dos:
mansamente permitiéronse descuartizar.
En vivo les arrancaron
la piel, para no dañar el producto
y hacer buenos tambores
de fiesta.
Después las manos y
pies: trofeos en urnas de acaudalados.
Las cabezas para los
perros. No hay quien soporte esa mirada de degollado.
Las vísceras para gatos
y cangrejos.
Aunque la grasa era
poca fundida salió un tarrito de crema:
con que untarse la cara
y rellenar las arrugas. Apta sólo
para muy muy señoras.
Con la carne una gran
parrillada. Entre amigos exclusivos.
Vuelta y vuelta, no
churrascada.
Cumplieron al final su
objetivo: compartir mesa con la clase alta.
Ya que no pudieron ser,
al menos supieron estar.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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