martes, 2 de abril de 2013

XYZ



XYZ


La suya no fue sino otra historia más de abusos y sometidos
en que las autoridades pertinentes, e impertinentes,
codiciaban algo que era suyo: riquezas, tierras, esposa.
Puede que hijos, pues cuando se trata de desear lo ajeno
los límites de la cordura la tolerancia la decencia o la perversión
desaparecen.

Él se defendió con valentía cuando llegó el primer pelotón de policías
obedientes dispuestos a quitárselo todo:
dos huyeron malheridos el restó cayó abatido.
En legítima defensa, de él.

A la codicia no satisfecha le sigue muy de cerca la venganza:
otro deseo siempre alerta.
Con los dos emisarios supervivientes volvieron otros veinte.
Veinte a uno no es mal número, para los veinte.
Tuvo que fugarse.
No tuvieron sí lo hicieron:
matar a toda su familia.
Que la venganza travestida de justicia no tiene freno ni rival.

Proscrito y solo en este mundo de envidiosos y cobardes,
legitimado para tomarse la justicia por su mano,
formó una banda de asesinos y se lanzó al crimen sistematizado
contra todo lo que fuera un asomo o sombra de sistema.
El pueblo, de falsos e hipócritas le aplaudió.
Y a escondidas le espiaba para cobrar la recompensa.

Siempre sobreviven los cobardes, y tienen hijos.
Mueren jóvenes los valientes, sin tiempo para la descendencia.
El mundo se ha llenado de chusma indeseable.
Cayó su banda en una emboscada,
traicionada por antiguos y amables vecinos.
Los abatieron a tiros.

Cuenta la leyenda que el suyo fue un final épico.
Que de los veinte a uno que les dispararon
quedaron tres a cero para contarlo.
Cuentan que cuenten ahora lo que cuenten,
nada será cierto.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE


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