sábado, 19 de octubre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LXVIII (relato alargándose)


-Me llamo Charles. ¿Y tú?

-¿Qué? –respondió Fausto sorprendido. Aquel muchacho tan poco varonil tenía una voz extrañamente aguda.

-Pregunto que cuál es tu nombre. El mío Charles.

-Yo Fausto.

-¿Fausto? Ah… Como la obra de Goethe.

-Pues no sé, diría que como yo.

-Sí, claro.


Una pausa atascó la conversación. No eran más que dos extraños forzados por las circunstancias que el capricho del destino había arrinconado. Literalmente, pues uno de los vértices de ese cuadrilátero repleto de luchadores, de todos los pesos durmiendo a la espera del gran combate, estaba ocupado por ellos dos. Se oían unos golpes lejanos.

-Parece que alguien se ha dejado una ventana abierta. 

-Yo creo que sí. Aunque aquí se llama ojo de buey.

-Bueno, ojo de buey abierto. Ojo de buey… ¿Por qué ese nombre?

-Es largo de explicar… Viene de los tiempos en que se encañonaban unos a otros, a los artilleros les animaban a disparar a las ventanas haciendo un símil con la caza: disparad al ojo del buey para matarlo con una sola bala. Pues al barco lo mismo: metedle una bala de cañón por la ventana para que reviente todo.

-Vaya… Sí que conoces el tema.

-Algo. Con esta lluvia estará entrando agua.

-Mientras no lo haga una ola…

-Tienes razón, habría que cerrarla…

-¿No habrá nadie de la tripulación por ahí?
-No lo creo. Desde que hemos zarpado apenas los hemos visto. Son esquivos. Estarán todos en sus camarotes, durmiendo supongo.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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