sábado, 25 de agosto de 2012

LIQUIDACIÓN POR REFORMA



LIQUIDACIÓN POR REFORMA


Por alguna razón, o quizás por ninguna
o tal vez por amor, ¿por amor a qué?
decidió ella regalar su vida vitalidad y alegría
a aquel armario ropero: enorme, sí. Desmesurado, también.
Cercano al estorbo, seguro.
También mudo aburrido mohoso y oscuro.
Con patas débiles y dolor de mente permanente.
De los de “hoy no cariño que me duele la cabeza”.
¡A él!

Armario de ropa vieja, de recuerdos apolillados
y emociones en naftalina.
Entorno malsano, estrangulador de alegrías. Devorador de energías.
Ajenas.
Armario estático y extático.
Comodón simplón aburrido y egoísta.
Enroscado en su mismidad de mueble viejo e inútil.
Ni siquiera de roble:
leña de hoguera en una noche de San Juan, cualquiera.

Salvado, quizás en extremis,
por una mesa camilla servicial amable cariñosa y modesta.
Con vocación de sufridora y masoquismo de derrotada.
De líneas curvas, bonitas líneas curvas,
y mantel de raso satén. ¿O era blanco satén?
No lo supo nunca el armario.

Bajo el mantel, ah… Bajo el mantel piernas bien torneadas
y un brasero apagado con millones de ganas.
Ganas que se habían vuelto tristezas.
De la tristeza a la resignación, de la resignación al autoengaño:
“Bah, esto está bien. La pasión no dura siempre. Y el amor…
El amor qué poco nos ha durado”.
Ya no me quieres, lo sé porque no me deseas:
paso previo al desamor. Tranvía hacia la perdición, sólo dos paradas posibles:
Ruptura o Resignación.

Hay armarios con suerte, ella decidió cuidarle.
Que era como enviudarle sin haberse muerto el armario.
Armario enfermo, al fin y al cabo.
En su mantel gris tristeza, antes azul alegría,
con bordados de socorro y estampados de piedad,
el mismo té cada día.
Dos terrones de amor y una nubecita de leche
con que enfriar la pasión.
“Para que te hagas grande y fuerte”
-sabía que esto era imposible, pero es la ilusión lo que tiene-.
Unas pastas de amor y mimos
Una cucharilla de plata para meterme en tu boca
Y una servilleta de lino para frotarme en tus labios.
Si puedo, arrancarte algún beso.

Bajo el mantel bonitas curvas, y el brasero
el brasero sigue apagado.

Hay armarios con suerte
y mesas camilla que no tienen ninguna.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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