martes, 23 de septiembre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 167



Su atención se dispara. Su corazón, también. ¿Habrá algún marinero por la zona? ¿Los africanos con su aspecto amenazador? ¿Los griegos con su actitud insultante? ¿El malayo con su habilidad aparente? ¿El capitán o su ayudante reos de toda sospecha no estaban durmiendo? Duda, duda, duda. No sabe qué hacer: marchar o investigar. Otro golpe éste más fuerte seguido de varios menos intensos y de todos los ecos yendo y viniendo a lo largo de la galería de bodegas. Imágenes rebotadas en los espejos del sonido. Resulta confuso precisar la ubicación exacta. Suenan dos nuevos golpes, esta vez sí: proa babor, no muy lejanos. En el repique del eco otros dos, pero… ¡Más alejados! Proa estribor. De ahí la confusión, son dos las fuentes de procedencia. Una es la llamada la otra la respuesta y entre ambos el eco de ida y vuelta. Ya no tiene dudas: alguien más anda por ahí. No sabe si explorar la zona o salir corriendo. Se enroló en ese viaje para evitar problemas, no para buscarlos. Recuerda que lleva un revólver, lo empuña sin sacarlo del bolsillo. Charlotte tenía razón: poder en sus manos. Se siente más seguro, con capacidad de defensa ante cualquier amenaza física.

Charlotte reaparece por la escotilla de máquinas. Porta un largo tubo de hierro, perfecto como palanca. Ocasionalmente golpea el suelo con él, es un tubo pesado. Reverberan los golpes en sentido ida y vuelta. No hay respuesta esta vez de las otras fuentes de sonido; de quien esté por las bodegas como ellos. Comprende ahora Fausto lo que ocurre: al haberse marchado ella en busca de ayuda mecánica, quien fuese que golpea en la bodega creyó estar solo nuevamente. Después siguió la respuesta en la bodega estribor, y así hasta la reentrada de Charlotte en el escenario martillando con el tubo la pasarela, cuando el extraño sabe que tiene compañía nuevamente.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

No hay comentarios:

Publicar un comentario