jueves, 11 de septiembre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 201



Arrebatándoles la propiedad a los vivos, destruían el legado de todos los antepasados muertos que, como en su caso, habían hecho algo más que protestar. Los Ivanenko los Petrenko los Buteyko los Ivsky los Chervoniy, tuvieron la fuerza el coraje y las ganas de doblegar su destino: torciendo la vara del castigo evitaron la pena del dolor. El azote de una vida insaciable y caprichosa.

Los piquetes anti-antirevolucionarios se organizaron pronto y envidiosos vagos y oportunistas se encaramaron con rapidez y soflamas de venganza a los puestos de mando. Pisoteando espaldas de necesitados se alzaron a hombros de los más brutos para dirigir la conspiración disfrazada de libertad, y armados de fusiles y horcas barrieron el campo todo. Lo que no se pudo lo quemaron. Al que se defendió lo mataron después de a la mujer e hijos. Para Dmytro la tierra era importante: sangre de su sangre. Pero no latía. La mujer y los cuatro vástagos, sí. Entregó personalmente su propiedad al parlanchín de turno. Comediante sin fundamento en aquel teatro de marionetas: el vecino de la otra orilla del río, que lo denunció ante el Comité De Reordenación Y Limpieza a la primera oportunidad. Obtuvo con la declaración el ascenso a cabo de piquete, pero ni toda su vanidad de títere ni los fusiles que le apuntaban ni los necios que le acompañaban fueron suficientes para contener la mirada de ojos negros poderosa firme y orgullosa de Dmytro. Juntos aquella chusma de catetos útiles al nuevo poder no le alcanzaban a la roña de sus uñas: de tierra incrustada por el trabajo de años. Obedientes seguidores del cateto del pueblo, de la comarca en este caso: la otra orilla del río.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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