miércoles, 24 de septiembre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 170



Retrocede unos pasos sin perder de vista aquella escotilla, como si por ella pudiera salir un león hambriento. Fausto la abre lentamente, empujando desde la distancia: treinta grados… cuarenta… noventa… ciento sesenta grados… Silencio. Y oscuridad. No hay león por el momento. La iluminación de la bodega procede únicamente de la escotilla en cubierta. Pero no en una noche cerrada de tormenta. El barco oscila como el fiel de una balanza, la mar se está agitando.


-¡¿Qué pasa!? ¡Mon dieu! ¿Qué hay?

-¿Qué hay? Pues veo lo mismo que tú, nada. Todo está negro. Si tuviéramos una linterna…

-Yo sé dónde hay una.

-¿Una linterna?

-¡Mon dieu! Sí, una linterna. ¡Ya sé lo que es! La vi en el trastero de arriba. ¡Ahora vuelvo!

-Pero…

Él iba a añadir: no me dejes solo. No se atreve. Significaba reconocer un temor que intenta controlar, y las cobardías aunque sentidas por todos no son bien aceptadas por nadie. En esta ocasión no se deleita viéndola alejarse. La oscuridad que tiene enfrente es más demandante: una boca de cachalote abierta para engullirlo junto a sus otros misterios. A saber qué regurgitaban sus entrañas, pero seguramente que no a un amigo.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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